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¿Borrón y cuentas nuevas? (Arsenio Rodríguez)

El mundo ha cambiado, es cierto. Cambia cada día, o lo cambian, por eso es tan importante no olvidar la historia, que nos recuerda en cada momento cómo somos y, sobre to­do, cómo éramos.

Estamos en mayo, al que ya no se le puede llamar el mes de las lluvias, y ahí radica también los cambios, en este caso climáticos, pero los que nos provocan estas líneas son aquellos relacionados con la política, la sociedad y en sentido general con la humanidad.

Los cambios ocurridos en Eu­ropa del Este en las postrimerías del siglo XX (pareciera una fecha muy lejana), permitieron a varios intelectuales profetizar el fin de la historia o el inicio de una nueva era, lo que coincide plenamente con las actuales recomendaciones de estadistas como Barak Obama de borrón y cuentas nuevas si de historia se trata.
En la práctica solo se pretende justificar los cambios que son producidos por los poderosos para salvaguardar sus intereses, o para se­guir incrementando sus ingresos, sin importar quienes sufren las consecuencias, a veces hasta con la muerte.

Cómo piensan sobre esto iraquíes, libios, iraníes, yemenitas y así un sinnúmero de pueblos que se han convertidos en víctimas mortales o emigrantes, solo por citar los hechos más recientes. En esa larga lista se pudieran incluir a miles y miles de personas que, de una u otra manera, han sufrido y sufren las consecuencias, o de la guerra, o de las agresiones.

En el orden regional, ¿ya olvidaron su terrible historia pueblos co­mo el argentino, el brasileño, el guatemalteco, el salvadoreño o para de­cirlo en dos palabras, se olvidaron del Plan Cóndor, que llenó de luto a millones de familias en toda Amé­rica Latina?

Estamos en mayo y hoy día 9 se conmemora el aniversario 71 de la victoria de la entonces URSS y los aliados sobre la Alemania fascista de Hitler. Los rusos y todas aquellas na­cionalidades que conformaron la Unión Soviética mantienen muy ac­tual aquella historia que libró a la humanidad de un mal que les amenazaba.

Habría que pedirles a todos estos pueblos ¿que en aras del borrón y cuentas nuevas se olviden de sus muertos, del hambre y la miseria en que se vieron envueltos durante la conflagración?

Pienso que no, ni siquiera en las otras naciones que participaron en la lucha sus ciudadanos pueden ol­vidar la destrucción de sus ciudades por los bombardeos o las masacres cometidas por la maquinaria fascista en su trágico andar para conquistarlos.

Pero este mundo cambiante se nos presenta ignorando realidades que le amenazan. Los que peinan canas se acordarán de las reiteradas de­nuncias de la amenaza nuclear y la posibilidad, eso sí, del fin de la hu­manidad como especie sobre el planeta. ¿Es que desaparecieron las ar­mas nucleares?

Se acordarán que existió un Tra­tado de Varsovia, creado para en­fren­tar a otro Tratado, el del Atlán­tico Norte (OTAN) y que el primero desapareció con los restos de los entonces países socialistas. Ahora tendrán que preguntarse ¿por qué el que quedó, sigue admitiendo nuevos socios, amenaza a Rusia, y se ha convertido en gendarme militar mun­dial? ¿Cuál o cuáles son sus ene­migos?

Volviendo a la región, que también comenzó a cambiar hace unas dos décadas para bien. Ya no se podía criticar a Cuba por exportar la revolución, lo que siempre se supo que era imposible, y comenzó en­tonces el surgimiento de diferentes procesos políticos, sin calificarlos por su variedad, que incluso llegaron al poder y comenzaron a beneficiar a las grandes masas de des­poseí­dos.

Este mes de mayo es testigo de otros cambios que se quieren imponer a varios Estados progresistas de la región. Ya no son los golpes militares ni las dictaduras, sino los golpes blandos, que se llevan a cabo en nombre de la democracia, no la participativa, sino la que les convenga, llámese representativa o de cualquier otro modo.

Los revolucionarios no somos pesimistas, por naturaleza, pero de­bemos ser realistas. La derecha y la reacción han logrado avances en el mundo y también en América La­tina, pero los pueblos también han cambiado y conocen sus derechos, por lo que no les resultará tarea fácil imponer sus condiciones.

Y nuevamente la historia tendrá presente lo hecho y lo que está por hacer, porque son los pueblos los que la escriben cada día con su lucha y en defensa de sus derechos. Hoy recordamos la segunda conflagración mundial. Para muchos, ya estamos en la tercera, con sus características, porque como el mundo, todo cambia, hasta la forma de de­sen­cadenar las guerras mundiales.

(Granma)