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Fernando Vallespín: “El PSOE es el partido que lo tiene más difícil”

El politólogo Fernando Vallespín Oña, ex presidente del CIS y actual director del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, posee la virtud de hablar claro, de no jugar con los augurios y de esforzarse por ponderar distintos factores en el comportamiento político de los sujetos y objetos políticos de nuestro galimatías. En esta entrevista fija el foco sobre algunos elementos que concursarán en la próxima cita electoral, y sobre todo en los que giran en torno al PSOE, el partido hegemónico de la presente etapa democrática, situado hoy en el vórtice de la incertidumbre política.

- En los últimos cuatro años se han incorporado al sistema un conjunto de votantes jóvenes que ha cambiado el mapa político ¿Cabe la posibilidad de que este interregno los desanime y los envíe de nuevo hacia la abstención?

- Ha habido un cambio generacional clarísimo en España, en lo que se refiere a aptitudes políticas. Había un sector de la juventud que efectivamente no creía en la política o tenía sus intereses en otro lugar. Creo que han entrado en la política para quedarse, fundamentalmente por una razón: siguen sin ver resuelto su futuro. Hubo un momento en que se apartaron de la política porque era una reiteración de los mismos discursos, de algo con lo que no conectaban, y ahora se han incorporado a ella a través de los instrumentos que usan para comunicarse entre sí. Hablan de política, la política les interesa y se sienten representados. Y a mí me parece que esto es muy importante, porque cuando decían “no nos representan” se referían a esos partidos sistémicos. Yo puedo hablar de lo que veo en un ámbito donde estoy rodeado de jóvenes, porque trabajo en la universidad, y allí, lo que llama la atención es un mayor interés por la política, y, entre los que estudian políticas, por la teoría política: quieren ideas, les falta pensamiento, les sobra quizá tanta cuantificación. Y eso pues se traduce en una fase de transición hacia la búsqueda de un pensamiento propio. Con lo que han hecho hasta ahora, se ya se sienten representados por los nuevos partidos, Ciudadanos y, sobre todo, Podemos, pero les falta un discurso propio que puedan trasladar a esos partidos. Porque el discurso de la regeneración está muy bien y seguirá estando presente, pero les falta incorporar esa nueva sensibilidad. Podemos, en muchos aspectos, es muy antiguo, es una izquierda de toda la vida, por mucho que se vista de seda acaban entonando las canciones de la izquierda radical de la transición política española. Los jóvenes buscan otra cosa, buscan también otras ideas. Por eso percibo ese interés por la teoría, buscan dar voz a una nueva sensibilidad que no encuentra una manifestación concreta. Pero es cierto que estos partidos han conseguido movilizarlos y creo que estos partidos se acabarán renovando a través de nuevas voces que sepan realmente qué es lo que quieren expresar.
- Por el otro lado del espectro demográfico, llama la atención la resistencia del voto más viejo, el que sostiene sobre todo al PP, a pesar de la que está cayendo.

- Sí, 62 años tiene de media el votante del PP. Hay dos dinámicas posibles que son las que pueden acabar cristalizando en un resultado electoral el 26J. La primera es que todo siga prácticamente igual, que la gente se quede en el voto que emitió el 20D. Pero puede darse otra dinámica, que es la más probable a mi modo de ver, que es la de la polarización. Y ahí, quienes tienen más que ganar son el PP y Podemos. Esa dinámica, además, aspira a ningunear a los partidos que están en el centro, a Ciudadanos y al PSOE, es decir, ni siquiera se van a referir a ellos, van a tomar como referente al otro polo para arrastrar el voto hacia uno de los dos bloques. Si esto es así, el PP tiene todas las de ganar porque todos los votantes que se quedaron en casa acabarán acudiendo a las urnas, e incluso muchos de los votos que se fueron a Ciudadanos, pueden volver al PP. La sociedad española no está tan polarizada como el espacio público español, o al menos yo no la percibo así. Por eso, si son inteligentes aquellos partidos a los que la gente ubica en el centro, el PSOE, sobre todo, porque es el que tiene el perfil más de centro, frente al de centro derecha de Ciudadanos, si saben vender que los otros están intentando conducir a la población española hacia una polarización fabricada, hacia el enfrentamiento y la crispación, y que ellos representan la transversalidad, lo que ahora necesitamos porque este país no puede volver a que una mitad se imponga sobre la otra, si son eficaces en estos mensajes, pueden conseguir incluso un resultado mejor que el 20D. Pero, vaya, conociendo cómo funciona el espacio público, yo creo que la dinámica de la polarización va a ser la que predomine. No quiero negar que existe esa otra posibilidad, porque me fijo más en la sociedad, pero el discurso acabará imponiendo una polarización casi diría que inevitable.

- Se ha hablado mucho de en qué medida estas elecciones pueden sancionar el proceso de negociaciones y qué costes asumirá cada partido por el fracaso de la formación de gobierno. ¿Lo cree así? Y en ese caso, ¿es el quietismo de Rajoy el que más tiene que ganar?

- Yo no creo que vaya a perjudicar a nadie. No creo que el hecho de no haber conseguido un acuerdo o haber puesto obstáculos, incluso haber favorecido el bloqueo, pase factura a los partidos. Por una razón simple, el resultado es que no ha habido gobierno y todos son igualmente responsables. No creo que se pueda señalar específicamente a alguno más o menos responsable. Porque pudo haber habido gobierno, por ejemplo si el PSOE hubiera pactado con Podemos, pero no le dejaron pactar aquello que Podemos exigía, que era incorporarse a un gobierno de progreso, como ellos lo llamaban. Así que creo que la sociedad española ha asumido que todos son igual de responsables. Ahora de lo que se trata es de ver si las cartas que se vuelven a barajar se reparten de otra manera. La encuesta postelectoral del CIS, saca a la luz una cosa muy interesante: la cantidad de dudas que hubo hasta el final el 20D, un 9% el último día, lo cual tiene mucho que ver con que aún no estaba cristalizada la opción del voto en torno a los nuevos partidos. Eso no era normal antes, alguien podía dudar pero un porcentaje muy pequeño. Pero al aparecer nuevos partidos, muchos dudaban entre Ciudadanos y PP, o incluso entre Podemos y Ciudadanos, y eso se mantuvo así hasta el final. Eso no creo que se repita. La gente se va a ir decantando: o bien se va a reafirmar en su último voto, o bien, y esa es la gran esperanza del PP, esos votos que se fueron a Ciudadanos en un momento de duda pueden regresar. En este escenario, quien lo tiene más difícil es el PSOE porque el que está en el centro bajo una dinámica de polarización es quien tiene más que perder. La gran ventaja del PSOE respecto a Podemos es que es un partido propiamente dicho, que en teoría debería estar cohesionado, mientras que lo otro es un conjunto de confluencias. Pero claro, el PSOE se ha abierto en canal y ha mostrado todas las cicatrices de divisiones internas y con eso pierde su gran ventaja comparativa respecto a Podemos, que es la de ser un partido cohesionado en el que uno puede confiar. O sea, que en la campaña del PSOE es donde hay que poner todos los focos, porque si es exitosa, creo que puede mantener el tipo, pero como cometan el más mínimo error, que pueden ser disensiones públicas respecto a qué van a hacer después, por ejemplo, pueden tener grandísimas dificultades.

- Si estas fueran unas elecciones convencionales y no estuvieran marcadas por este momento bisagra generacional e institucional, situación económica y corrupción estarían en el centro de la campaña. ¿Cómo cree que incidirán estos dos asuntos en las elecciones?

- Creo que las últimas elecciones se disputaron bajo la perspectiva de un cambio de élites, de élites políticas. De lo que se trataba no era de hacer cosas sino de quitarte tú para que me ponga yo porque lo que tú venías haciendo no nos satisface. O sea, lo que se llama una circulación de las élites, les toca a otros, el régimen del 78 ha fenecido, de la misma manera que incluso dentro del partido socialista se incorporó una persona nueva, que no pertenecía a la élite anterior, incluso en IU lo hemos visto con Garzón… se trataba de un juego de poder, más que de llevar a cabo políticas concretas. Por supuesto, estas estaban en los programas, pero no fue lo que la gente captó. Y creo que ahora volvemos un poco a lo mismo, al asunto de la circulación de las élites, cuando lo que está en juego es salir de una situación muy grave, en la que no sólo estamos en crisis nosotros como estado, por la cuestión catalana, sino toda Europa. Todo nuestro entorno está bajo una dinámica de desconcierto, porque hay un modelo que no funciona, el modelo tradicional de los partidos de centro derecha y centro izquierda, hay una descomposición del consenso social democrático, todo este orden que habíamos conocido con anterioridad. Y ahora más que nunca, lo que necesitamos es orientación. Entonces, si los partidos se quedan en sus guerras internas, si la discusión va a ser en torno a ver cuántos diputados coloca IU en las listas de Podemos, o si Susana Díaz le permite a Pedro Sánchez hacer esto o lo otro, estamos perdiendo una ocasión de oro para resolver nuestros principales problemas, y los cito en orden: Catalunya, la regeneración política, y en tercer lugar, el modelo de sociedad a que aspiramos, es decir, qué hacemos con la brecha social, qué hacemos con los recursos de todos, cómo los redistribuimos. Porque en el fondo, no nos podemos engañar, aquello a lo que estamos asistiendo es a una rebelión frente a unas élites que nos imponían criterios absolutamente tecnocráticos y que están desprestigiadas, deslegitimadas. Pero tampoco tenemos una alternativa, porque hay que seguir negociando con estas élites. Europa es una entidad política de funcionarios, no de políticos, no de estadistas, pero los diferentes estados nacionales de repente se están abriendo en canal por la polarización de sus diferentes ciudadanías. ¿Qué opciones nos ofrecen ante esta situación? No nos cuenten si IU entra o no en qué puestos, eso lo resuelven ustedes entre ustedes, si quieren lo hacen público y si no, no, pero lo que queremos saber es qué modelo de país nos ofrecen y, sobre todo, qué modelo de políticas. Y aquí lo relevante es conocer las prioridades, es decir, de dónde va a quitar usted para poner. Y no me diga que va a quitar del ejército, porque ya no se puede quitar más de Defensa sin que nos echen de la OTAN, y ya nos estamos dando cuenta también de que lo de la Defensa, como la Policía, es una cosa sería, así que tampoco podemos renunciar a eso. Y qué respuesta tienen a esas cuestiones capitales, lo que decía: el asunto de la organización política, el de la regeneración, que es en realidad la lucha contra la corrupción: mayor transparencia, responsabilidades políticas y un largo etcétera… y todo esto bajo la bota europea, porque ya nos están advirtiendo de que podemos pasarnos otros cuatro meses sin elegir gobierno, pero sabemos que el año que viene tenemos que cumplir una serie de condicionantes. Y meter eso debajo de la alfombra me parece que sería un disparate.

- ¿Cuáles son los riesgos de un nuevo bloqueo? ¿Puede instalarse la población española en el cinismo político?

- Ese riesgo existe, pero yo no contemplo de ninguna manera que pueda haber unas terceras elecciones después de las de junio. La razón es sencilla, no llegamos a un acuerdo de gobierno porque la gente pensó que la disposición constitucional que permitía disolver de nuevo e ir a nuevas elecciones podía ser más rápida de lo que realmente fue, la primera votación de investidura fue muy tardía, y siempre estuvo presente entre las opciones de los negociadores la posibilidad de ir a otras elecciones ¿Para qué vas a arriesgar pérdidas en el momento de la negociación si puedes repetir elecciones? Siempre te va a convencer más la posibilidad de reagrupar fuerzas y enfrentarte de nuevo a los ciudadanos. Pero ahora ese factor desaparece. Todos los partidos, creo yo, son conscientes de que esa opción ya no existe. Con lo cual, ahí se pierde un elemento que estaba presente en la anterior negociación. Y eso obligará a pactos. Y hay una cosa que no podemos olvidar: no cuestan nada, o cuestan muy poco, los pactos en el ámbito local o autonómico, de modo que ¿por qué cuesta tanto pactar en el ámbito estatal? Hagamos un esfuerzo por trasladar esa dinámica del acuerdo, que ya vemos que somos capaces de aplicar en otros escenarios, al escenario estatal. Y yo creo que eso es lo que se va a producir, una negociación donde no existe la red de las siguientes elecciones, con lo cual los partidos tratarán de vender el éxito de la negociación en función de qué parte del programa ha sido reconocida por el otro como digna de ser representada en ese nuevo gobierno. En ese sentido soy mucho más optimista de lo que he venido siendo hasta ahora: no hay más remedio que haya pacto, y habrá pacto.

- Las nuevas elecciones han paralizado o acallado procesos de tensión interna en PSOE y PP, más evidentes en el PSOE, más latentes en el PP. ¿Cómo pueden expresarse estos disensos después del 26J?

- Algunos partidos están esperando un mal resultado, aunque parezca paradójico, para hacer una reforma interna; otros partidos esperan un buen resultado para afianzar una determinada tendencia, y el único partido que realmente no puede seguir como estaba es el PP por razones obvias. El Partido Popular es el único de los tradicionales que se ha quedado sin renovación y el liderazgo de Mariano Rajoy no da más de sí. Si tiene un buen resultado creo que eso le hará apartarse de la propia dirección del partido, y es muy posible que eso provoque la convocatoria de un congreso. Rajoy no quiere salir por la puerta de atrás, que es lo que hubiera significado haberse quitado de en medio durante el proceso electoral. Quiere salir por la puerta grande, y para él eso significa poder decir: “Señores, he conseguido un mejor resultado para el PP que en las elecciones anteriores, eso me permite ir con la cabeza alta, y a partir de aquí que sea el partido quien decida quién me sustituye”. Esa puede ser una opción. Puede haber otra, que sea seguir insistiendo en el formato actual del PP pensando que el suelo electoral tan alto que tiene le va a durar. A mí me parece que el país no está ahora para eso. Y luego, en lo que se refiere a todas las demás fuerzas políticas, una vez que se les pasen estas fantasías de ver dónde me coloco en el espectro del sistema de partidos, tienen que ser conscientes de que no vamos a poder hacer realmente nada a menos que nos pongamos de acuerdo en torno a una reforma de la constitución. Así que, o somos transversales o no vamos a poder hacer nada de lo que realmente tenemos que hacer. Que no haya acuerdo, a los únicos que beneficia es a los que están a favor del actual statu quo, y punto. Es decir, al PP. Todos los demás están en contra, pero el PP es el que ahora mismo tiene fuerza para poder frenar esa gran reforma. Y ahí es donde, en el fondo, está ese gran conflicto que tenemos en España, que pasa por una regeneración del PP que lo predisponga a entrar en los consensos imprescindibles para, por ejemplo, acomodar a Catalunya, para pensar en una reorganización del sistema institucional, recuperar la legitimidad en las instituciones y un largo etcétera.

(Pedro Vallín, La Vanguardia)