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1-O, un día para la historia, pase lo que pase (Iosu Perales)

Ejercer la democracia, votar, es siempre positivo. Cuanto más democracia, mejor: aunque esta se tenga que abrir camino por una ruta insegura como la que se ha marcado Catalunya

Según varias encuestas, en Catalunya más de un 80% de las y los ciudadanos quieren ejercer el derecho a decidir. Es una cifra tan abrumadora que no cabe tener dudas en el eterno debate sobre qué es antes, las leyes vigentes o la soberanía popular. Lo dice a su modo ese 57% de la ciudadanía catalana (ver La Vanguardia del pasado 2 de julio) que propone o bien una reforma de la Constitución vigente, o una reinterpretación de la misma que permita el ejercicio del derecho a decidir. Una vez más, una mayoría ciudadana es más cabal que algunos partidos políticos.

Lo cierto es que quienes ponen por delante el cumplimiento de la Ley hacen una lectura manipulada que obvia algo fundamental: las sociedades democráticas se dan a sí mismas leyes para hacer mejor la vida de las personas en sociedad, en todos los aspectos, y esas leyes hay que cumplirlas normalmente; pero hay momentos en los que las leyes son desbordadas por nuevos problemas, nuevas necesidades, nuevas realidades democráticas, y es entonces que las leyes deben adaptarse al nuevo escenario, pues en última instancia las leyes deben de estar al servicio de las personas y no al revés. A tal punto que la Constitución debe ser interpretada de manera flexible o debe ser modificada, como dice una mayoría en Catalunya. Es la solución que se espera de un régimen que es definido como democrático por sus más firmes partidarios. No es necesario violentar el Estado de Derecho sino que éste debe estar al servicio de la soberanía popular.

Ahora bien, entre quienes defienden el derecho a decidir hay al menos dos legitimidades: la de quienes consideran que toda las puertas están cerradas en Madrid y solo cabe avanzar por la vía unilateral; y la de quienes consideran que las urnas deben ponerse en el marco de un acuerdo bilateral y con garantías jurídicas del estado. Los primeros afirman que la verdadera posición unilateral la encarna el Gobierno del Partido Popular, que sin diálogo alguno niega toda viabilidad al referéndum y amenaza con duras represalias. Los segundos consideran que los convocantes, con el Govern a la cabeza, recorren un camino suicida que no puede tener final feliz. ¿Dónde está la razón?
En primer lugar, estoy persuadido de que la inmensa mayoría de ese 80% que quiere votar prefiere hacerlo con todas las bendiciones legales en un marco bilateral. Es obvio. ¿Quién va a ser tan estúpido de querer ir a un choque de trenes si puede evitarse? Luego el debate no reside en cuál es la mejor vía. En lo que si consiste es en qué se puede y se debe hacer en las actuales circunstancias: ¿Seguir la vía unilateral o dar un paso atrás? ¿Pasar página, convocar nuevas elecciones autonómicas y centrarse en mejorar el actual Estatut dentro de lo posible?

Si haciendo caso a los bilateralistas el Govern dejara a un lado el referéndum, ¿debería hacerlo durante cuánto tiempo? ¿Quizás para siempre? Los que solo apoyan acudir a las urnas tras un acuerdo con Madrid, ¿cómo piensan revertir la posición centralista tras 18 negativas a pactar un referéndum? ¿Cuántas generaciones harán falta para lograrlo? ¿Tal vez creen, sinceramente, que un día el PSOE cambiará de opinión y el derecho a decidir en Catalunya podrá pactarse desde un gobierno alternativo al PP? Si fuera así, ¿por qué el PSOE y Podemos no ofrecen a Catalunya una pausa en su reivindicación democrática, bajo el compromiso por escrito de que un futuro gobierno de coalición entre ambos garantizará la plena legalidad de la convocatoria a las urnas?

En realidad nos encontramos ante un viejo asunto: la libertad se conquista, no te la dan, la tomas. Desde 1714, fecha en que Catalunya perdió sus derechos constitucionales y sus instituciones, abolidos por el derecho de conquista, hasta el famoso cepillazo del Estatut en el parlamento español, la historia de la relación entre los poderes españoles y Catalunya ha estado jalonada de represiones, comenzando por la lengua. Considerando este panorama histórico es lógico que los partidarios del referéndum del 1 de octubre no crean en el milagro de un cambio de posición en Madrid.

Ciertamente es muy complicado que el referéndum se celebre, al menos con total normalidad. Pero ha de reconocerse que el escenario que se ha creado, no exento de dramatismo, ha obligado a instituciones, medios de comunicación y ciudadanía a fijar su atención en un tema, la autodeterminación, que hasta ahora se tomaba como algo folclórico. Esta novedad la valoro como la inauguración de una nueva realidad que puede posibilitar una nueva correlación de fuerzas hacia un proceso constituyente, en el que cada partido podrá proponer su proyecto de Estado. Lo otro, seguir igual, no tocar nada, es una opción, pero también es consagrar a la categoría de eterna la inmovilidad de los partidos estatales y del Gobierno central en este asunto.

Es complicado mantener cualquier posición sin incertidumbres. Pero creo que ejercer la democracia, votar, es siempre positivo. Cuanto más democracia mejor, aunque ésta se tenga que abrir camino por una ruta insegura. Por eso no entiendo la postura de un sector de Podemos que solo cree viable un referéndum pactado. ¿Era acaso viable la moción de censura contra Rajoy? En la lucha política como en la vida, con frecuencia, se han de dar pasos sin saber exactamente el desenlace final. En eso reside la grandeza de los afanes libertarios. Quien no entienda esto y viva prisionero de cálculos electorales no puede ser alternativa del actual régimen.

El pulso ya está echado. Si el Gobierno de Rajoy se lanza a tomar medidas como la anulación de la autonomía catalana, o procede a detenciones de dirigentes soberanistas, o envía a fuerzas policiales a secuestrar las urnas, u ordena una vez más al constitucional a que dicte medidas represivas inéditas, en cualquiera de estos casos el triunfo aparente del centralismo atávico solo será un espejismo. En la memoria colectiva de Catalunya, si algo de esto sucede, habrá nuevas y renovadas razones para seguir caminando hacia un horizonte de emancipación.

(Deia)