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Bárcenas decidió en el último momento no acudir a la declaración de Rajoy

Los amigos están para la ocasiones. Y ayer, qué mejor ocasión, Bárcenas se portó como un amigo. Por omisión y por acción, en ese orden. Para Rajoy y el PP debió de resultar un enorme alivio comprobar que, finalmente, el ex tesorero no estaría presente en la sala de vistas. Se esfumaba así el riesgo de que se les captara a ambos en un mismo encuadre. Fuentes próximas al acusado aseguraron que se trató una decisión de última hora y que hasta la víspera estaba previsto que se desplazase a la sede judicial con sus abogados.

Para solaz del partido, la cosa no quedó ahí. En cuanto la acusación popular comenzó a preguntar por la caja b del PP, la defensa de Bárcenas interrumpió para pedir al tribunal que no abriera esa vía de interrogatorio. El motivo alegado por Joaquín Ruiz de Infante era que la financiación ilegal del PP se había investigado en una causa separada y tendrá su propio juicio. El PP, representado en la sala con su propio abogado, no intervino.

El presidente del tribunal, Ángel Hurtado, resolvió que sí iba a permitir preguntas sobre materias que en ocasiones eran difíciles de deslindar. El magistrado, que se opuso con un voto particular a la comparecencia «impertinente» e «innecesaria» de Rajoy forzada por sus dos compañeros, permitió la mayor parte de las preguntas. Alguna de las más sonadas («¿Parte del dinero de Suiza era del PP?») sí la bloqueó, al estimar que la respuesta ya se había dado a preguntas anteriores.
Las objeciones de la defensa al interrogatorio prosiguieron hasta irritar a presidente («¡a ver si estamos callados!») y molestar al abogado acusador. «Está intentando desestabilizarme», protestó Mariano Benítez de Lugo, veteranísimo letrado que preside Adade (Asociación de Abogados Demócratas por Europa), la acusación popular que logró la testifical de Rajoy.

El letrado también las tuvo con el propio testigo, que respondió, según sus palabras, «a la gallega porque no lo voy a hacer a la riojana». «No parece un razonamiento muy brillante», «las cosas son como son y no como a algunos les gustaría que fueran» y «no sé si se ha confundido de testigo», fueron algunos de los desahogos de Rajoy, que hicieron sudar al presidente («¡Por favor, señor testigo!») para mantener a cada contendiente en su esquina procesal.

Tras 45 minutos de interrogatorio, el abogado de Adade concluyó pidiendo más. Por si lo de ayer no había sido suficiente, propuso un careo entre el ex tesorero y el presidente del Gobierno para aclarar si se entregaban sobres en negro. No hizo falta que la defensa de Bárcenas protestara -el PP seguía mudo- , porque inmediatamente el presidente lo descartó.

Antes de certificarse la ausencia de Bárcenas, el PP ya sabía que su presidente no tendría que pasar junto a los principales acusados. En particular junto a Francisco Correa, supuesto líder de la trama, autoapodado Don Vito y rebajado por Rajoy a ser «uno de los proveedores» de servicios del PP.

Desde hace tiempo, todos los acusados tienen la libertad -incluidos los que están en prisión, como Correa y el Bigotes- de comparecer o no en la vista oral. Pese a tratarse de un macrojuicio con 37 acusados, en realidad ayer estaban presentes más testigos (dos) que acusados (uno). En el banquillo sólo se sentaba Guillermo Ortega, ex alcalde popular de Majadahonda (Madrid). Y no porque le interesara escuchar a Rajoy, sino porque a petición suya testificaba a continuación el presidente del Senado, Pío García Escudero.

Después de una hora y 50 minutos, Hurtado dio por concluida una declaración a la que había dado paso con resignación: «Que pase el testigo, venga...». Rajoy ofreció entonces un amplio saludo general con el brazo y en cuatro de sus zancadas desapareció de la sala. Momentos después, salía del complejo especial de la Audiencia Nacional, motorizado y con la holgura que le permitía el abrumador dispositivo de seguridad desplegado en un día en el que, dentro y fuera de la sala, todos parecieron encapsulados menos él.

(Manuel Marraco, Marisa Recuero, El Mundo)