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Los retos del socialismo del siglo XXI (Daniel Puerto)

Investigador científico y miembro del secretariado de Alternativa Socialista

Un artículo de Suso del Toro hablaba de la culpabilidad del PSOE en el descrédito de la política. Aunque mezclaba los conceptos de izquierda y socialismo en la culpabilidad de este deterioro de la política, cuando realmente solo se refería a un PSOE muchas veces alejado de estos dos conceptos, creo que da en el clavo en lo referente a la “degradación moral de la izquierda”. Que la derecha española sea mentirosa, autoritaria y corrupta entra dentro de la lógica al ser fiel heredera del franquismo y no haber sufrido las necesarias y profundas transformaciones que la hubiesen llevado al concepto que tenemos de partido conservador, como la democracia cristiana, que hay en el resto de Europa.

El PSOE, en parte por la llegada de arribistas tras su llegada al poder, pero sobre todo por la influencia del poder económico con el que muchos dicen que pactó González para poder llegar al gobierno, se fue transformando y mimetizando con las actitudes de esa derecha postfranquista. Así, no le dolieron prendas para incumplir la palabra dada a su electorado una vez alcanzado el gobierno. En la memoria el “OTAN de entrada NO”, pero también la reforma laboral del 88 que condujo a una de las mayores huelgas generales en España. Esa mimetización se extendió a las actitudes corruptas y a la desvergüenza de las puertas giratorias, hechos ampliamente conocidos y narrados.

Esa degradación moral del PSOE, que ha conducido al descrédito de la política y ha salpicado al conjunto del socialismo y la izquierda, se ha visto multiplicada con los últimos casos producidos en plena crisis del sistema capitalista y del régimen del 78. El viraje desde el “no os defraudaré” de Zapatero hacia la aprobación junto al PP de duros recortes sociales y la reforma del artículo 135, fueron las losas definitivas de la confianza ciudadana.
Es por ello que el mayor reto del socialismo del siglo XXI es la regeneración ética y la recuperación de la confianza de la ciudadanía en la política y en lxs políticxs. Para ello será imprescindible una profunda transparencia, absoluta ejemplaridad, humildad y altas dosis de pedagogía política que conduzcan a una mayor participación ciudadana en la “cosa pública”.

El segundo reto del socialismo es su razón de ser: la defensa de la clase obrera. Una clase obrera que es diferente a la del momento de su nacimiento y que va desde los asalariados por cuenta ajena a lxs comerciantes y autónomxs. La revolución que ha supuesto la globalización y la robotización hacen necesario repensar el mundo del trabajo. La menor necesidad de mano de obra y el continuo aumento de la población mundial nos conducen a tasas de paro cada día mayores y al empobrecimiento de los pueblos, mientras aumenta el beneficio empresarial.

La respuesta a este dilema no puede venir del cierre de fronteras y el ultranacionalismo xenófobo que crece en el mundo. La respuesta debe ser internacionalista, pues es un reto del conjunto de la humanidad, y debe caminar por el reparto del trabajo con la reducción de la jornada laboral y la garantía de unos ingresos que permitan una vida digna. Fórmulas como el empleo garantizado y la renta básica pueden servir para alcanzar estos objetivos.

Estas medidas de reparto del empleo y la redistribución de las riquezas no podrán ser puestas en marcha dentro de un sistema capitalista que defiende la nula influencia del estado en la economía. En este sentido, el siguiente reto de los partidos socialistas es descabalgar a aquellxs que desde “la tercera vía” defendieron la posibilidad de imponer la agenda social sin un control de la economía. La transformación social en pos de otra más justa e igualitaria no puede alcanzarse con posiciones de meros administradores de lo público. Las aspiraciones básicas de un proyecto socialdemócrata como el que propuso Olof Palmer en Suecia requerían de cierto control estatal de la economía y de la participación de los trabajadores en la gestión de la empresa. No llamo a la “toma del palacio de invierno”, pero sí a despertar del sueño de “domar el capitalismo” aprovechando la riqueza que genera para mantener el estado de bienestar.

Los retos que completan este decálogo han generado mucha controversia en los últimos tiempos. Se acusa a la izquierda en su conjunto de haber centrado sus reivindicaciones en temas como la ecología o el feminismo dejando de lado las demandas obreras, lo que ha permitido que hayan sido abanderadas por sectores de ultraderecha. Siendo contrario a estas tesis, considero que hoy más que nunca todas estas reivindicaciones deben ir de la mano. La igualdad entre mujeres y hombres es más necesaria si cabe en el mundo del trabajo y debe formar parte de ese proceso de reordenamiento del mismo incluyendo más medidas de discriminación positiva y la obligatoriedad de la baja por paternidad. Del mismo modo, el cada vez más cercano “crack ecológico” debe hacernos reflexionar sobre el modelo productivo y de consumo, ambos conectados con el mundo del trabajo, fomentado sectores como el reciclaje, el cuidado del medio ambiente o los servicios sociales, pero también el decrecimiento.

Desligar las reivindicaciones de derechos como educación, sanidad, servicios sociales, igualdad de género o la ecología con el mundo del trabajo y la economía es hacer el juego a los defensores del sistema capitalista. El socialismo del siglo XXI debe responder a estos retos desde la conciencia de la nueva clase, el precariado, que incluye a jóvenes altamente cualificados, jubiladxs, desempleadxs, y hasta pequeños y medianos empresarixs. La clave es el derecho a una vida digna y feliz.

(Espacio Público)