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Carmen G. de la Cueva: "Sartre tuvo una relación machista con Simone de Beauvoir"

Fue la niña violeta, así la llamaba su madre. El violeta es la referencia a un color indomable, uno que no es fácil de obtener, es complejo y es el resultado de varios tonos. La madre de Simone de Beauvoir la definía como violeta porque ella, desde muy pequeña, tuvo un carácter enmarañado, que representaba una mezcla de formas de pensar, de ser y hacer. Era una niña difícil, contestona, dirían ahora. Carmen G. de la Cueva se identifica con esa niña y, como Simone, también se volvió feminista.

De la Cueva ha escrito Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir (Lumen) que es un recorrido biográfico, entretenido y con ilustraciones de Malota. El libro nació de la investigación que por cuatro años ha hecho la autora quien asegura que comenzó con pie izquierdo el abordaje de la vida de Beauvoir: «Empecé a leer los estudios y las críticas que se hacían sobre la obra y vida de Simone, más tarde, descubrí por una frase de Lyndall Gordon -biógrafa de Virginia Woolf, entre otras- que la mejor manera de conocer a un personaje es a través de sus propios escritos», comenta de la Cueva.

La fascinación de De la Cueva por la figura de Beauvoir se sedimentó cuando leyó El segundo sexo, publicado en 1949 y que más de un siglo después De la Cueva encuentra absolutamente vigente. «En este libro Simone describe situaciones a las que hemos sido sometidas las mujeres durante décadas. Los mitos, por ejemplo, en torno a la menstruación y toda la serie de tópicos y clichés que han hecho que las mujeres seamos vistas como eso, como un segundo sexo».
Pero no es el único punto de encuentro que siente con Beauvoir, también, se reconoció en esa joven que llegó a la universidad y se enamoró de un hombre que, aunque mayor, la deslumbró por la inteligencia y por ese encanto que despiertan los hombres que tienen unos cuantos tiros más sobre la vida: Jean Paul Sartre. «Yo también me enamoré de una persona más leída, con una inteligencia sorprendente y que, como le pasó a Beauvoir, también, me influenció en mi carrera», asegura Carmen G. de la Cueva.

Aunque la relación que Beauvoir tuvo con Sartre fue un antes y un después en su vida, de la Cueva quiso dejarla a un lado «porque siento que le hace sombra». Pero cuando hablamos de Beauvoir es imposible no hablar de Sartre e, incluso, al revés.

«Es verdad, los tiempos eran otros, pero a Beauvoir le pasaba algo que le sigue pasando a las mujeres: estar un tanto tuteladas por un hombre. Aunque los méritos de Beauvoir son innegables, la sociedad siempre creyó, y puede que lo siga haciendo, que los libros como El segundo sexo fueron ideas que, en un principio, salieron de Sartre, nada más equívoco. Simone se labró su propio pensamiento. Ahora, hay una sombra: es verdad que los textos eran revisados por Sartre y si algo no le gustaba pues Simone corregía, pero de ahí a decir que las ideas eran de él hay una gran diferencia», confirma de la Cueva.

Entonces, ¿era esa relación machista? Sí, asegura Cueva, Jean Paul Sartre tuvo una relación machista con Simone, pero ella se dio cuenta con el tiempo y empezó a marcar límites.

El machismo lo rompió de Beauvoir siendo la mujer que escribió, por ejemplo, Una muerte muy dulce (1964), en el que habla del fallecimiento de su madre y toca temas tan delicados -aún hoy- como la eutanasia. También rompió las cadenas del machismo cuando firmó el Manifiesto de las 343 (1971) en el que diferentes intelectuales y mujeres del común defendían y apoyaban, abiertamente, el derecho al aborto a las mujeres en Francia.

- Beauvoir, más allá del mito.

Pero decir que la admiración de Carmen G. de la Cueva es obcecada, como la que se tiene hacia cualquier ídolo, es ingenuo. «Simone fue una persona que se contradijo a sí misma y eso la hace más humana», dice de la Cueva. Las contradicciones las define de la Cueva en una frase escrita en el libro: «Me parecía imposible que no viera que lo tenía todo para ser feliz; pero parte de ella se negaba a sí misma la felicidad». ¿Esa constante infelicidad era producto de su carácter existencialista? «Sí, y, también, es un signo de humanidad. Es erróneo percibir en Beauvoir a una mujer fuerte todo el tiempo y ante todo. También sufrió un vacío constante que era existencial, si se quiere, si éste se puede entender como la capacidad de ser consciente de que algo falta o falla en el entorno», asegura de la Cueva.

Siempre faltaba algo en la vida de Beauvoir. No disfrutó de la niñez, explica de la Cueva en el libro, porque cuando era menor esa «niña violeta» quería ser adolescente, cuando llegó a la adolescencia quería irse de casa y liberarse del yugo familiar, cuando se fue de la casa a estudiar en París a una de las mejores universidades, la Sorbona, en una época en que muy pocas mujeres tenían acceso a la educación superior, quería ser como Edith Stein quien llegó a ser la primera doctora en Filosofía. Cuando tuvo todo esto seguía sintiéndose vacía. «Pero yo creo que esa propia insatisfacción fue el motor verdadero de su crecimiento y no su relación con Sartre, como muchos le atribuyen», afirma de la Cueva.

Pero si hay un momento en que Beauvoir perdió, definitivamente, la inocencia fue cuando llegó la Segunda Guerra Mundial. Entonces, Beauvoir entendió, a sus veinte y pocos años, que el feminismo es un compromiso político. La guerra contra los nazis rompió con las ilusiones de los jóvenes de la generación de Beauvoir a quienes se les arrebató el futuro. «Aunque creo que nunca creyó que el nazismo fuera a ser lo que fue, Simone sí percibió el cambio de rumbo de Europa. El futuro ya no era esperanzador, habían llegado sentimientos de superioridad con una influencia autoritaria (machista) que se apoderó de lo que habían construido intelectuales como Sartre y Beauvoir», afirma de la Cueva.

Y ahí viene otro paralelismo entre de la Cueva y Simone de Beauvoir. Carmen G. de la Cueva hace parte de una generación de jóvenes españoles que se preocupó por su formación y se forjó un compromiso político. «Yo nací en un pueblo de Andalucía donde leer no es cosa habitual e igual procuré formarme, fui a la universidad, amplié mi conocimiento, me volví feminista. Y llegó la crisis económica y arrasó con todos los sueños de la gente de mi generación. Nunca he tenido un trabajo estable, trabajé un año en una librería por 700 euros al mes. Me resisto a la precariedad», comenta.

Por eso, en un año dejó el trabajo en la librería y abrió el portal 'La tribu de Frida' (ahora 'La tribu, un cuarto propio compartido') y la editorial La señora Dalloway en donde publica a mujeres. «La idea es darle voz a las mujeres, que desarrollan todo tipo de disciplinas, para que se extienda el pensamiento feminista y que se entienda que no se trata sólo de generar ideas sino de reclamar, en todos los campos, que no nos traten como una mierda», enfatiza de la Cueva.

¿Alguna vez la han tratado am usted como una mierda? «Muchas veces», responde sin titubear de la Cueva, «en relaciones laborales, amorosas, de todo tipo. Y aún me sorprende que, con la publicación de este libro, siento que hay periodistas hombres que me tratan con condescendencia. Estoy segura que si esta revisión de la biografía de Simone Beauvoir la hubiera escrito un hombre, los periodistas la tomarían más en serio, como si un hombre tuviera más autoridad».

Entonces, ¿cree que aún estamos en un momento en el que no se reconoce el valor intelectual de las mujeres? «En España hemos tenido retrocesos demasiado profundos. Si las mujeres de la Segunda República (1931-1936) hicieron grandes avances por la liberación y la lucha feminista, luego tuvimos 40 años de una dictadura que nos dejó en la oscuridad. Ahora, estamos en un despertar, las marchas del pasado 8 de marzo son la muestra», dice de la Cueva.

¿Hoy podría haber una mujer española que esté a la altura del pensamiento feminista de Simone de Beauvoir? «Yo creo que hay dos intelectuales actuales a quienes seguro que aplaudiremos en el futuro: Marina Garcés y Remedios Zafra, pero, igual, pienso que el feminismo es una reivindicación de luchas constantes y, a veces, pequeñas, de particulares», responde de la Cueva.

¿Así como existen micromachismos también existirían microfeminismos? «Sí. Para mí, hacer feminismo es escribir este libro y editar a mujeres que tienen algo que aportar a la sociedad, para mi hermana menor feminismo es decirle a una amiga que tenga cuidado con el comportamiento de un novio porque lo ve machista y, por ejemplo, para mi madre, el feminismo es volver a la universidad a sus 50 años porque me tuvo a los 20 y, por cuidar de su familia, dejó su carrera. El feminismo es un aporte individual que construye un cambio estructural», afirma de la Cueva.

Y, sin embargo, son las mismas estructuras de la sociedad española las que reflejan que el cambio está lejos. De la Cueva lo ve clarísimamente en una institución que es «intocable» para los españoles: la monarquía. «No me creo eso de que porque las que hoy son infantas vayan a ser futuras reinas quiera decir que la monarquía se va a actualizar y va a ser feminista. La monarquía es una institución retrógrada que representa al machismo. Tampoco me creo que por ser mujer y hacer política, como Hillary Clinton o Susana Díaz, se haga feminismo. Ser mujer no implica ser feminista», sentencia de la Cueva.

¿Y ser joven ayuda a que el pensamiento feminista se potencie? ¿Cree que con un cambio de generaciones, como se ve en los partidos políticos como Podemos o Ciudadanos es más fácil cambiar el pensamiento? «No. Creo, firmemente, que es contradictorio pertenecer a un partido político conservador, como el Partido Popular y Ciudadanos, y ser feminista. Aún cuando haya jóvenes en estos partidos como Begoña Villacís o Inés Arrimadas. Yo, como Beauvoir, entiendo que la lucha feminista es política, pero no siempre las políticas hacen feminismo. Soy republicana, creo que la sociedad debe considerar a la igualdad no como lema electoral sino como convicción absoluta. Yo vivo en los absolutos, al estilo de Beauvoir, creo en la libertad absoluta. Eso fue revolucionario en Beauvoir y me sorprende que, siglos después de Beauvoir, la consigna por la igualdad absoluta siga siendo un pensamiento considerado revolucionario», concluye de la Cueva.

(Vivian Murcia G., El Porta(l)voz, ibe.tv)