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¿Por qué hay tan pocas estatuas de mujeres en el mundo?

Estatua de Pepita Texidor en la Ciutadella, antes de ser restaurada. Fue la primera mujer en tener un monumento en Barcelona
Varias personas se fotografían junto a la estatua de Millicent Fawcett, en la plaza del parlamento británico, en Londres
Es difícil pasar por alto las esculturas cuando uno camina por las calles de Barcelona. La gran mayoría luce majestuosa en parques y en puntos clave de la ciudad. Figuras imperantes que a menudo están de pie, aunque también se las puede ver sentadas, adoptando estoicamente una pose. Cada una desprende su esencia, pero la gran mayoría tiene una característica en común: el género.

La ciudad condal cuenta “como poco con 168 estatuas de hombres por sólo 14 de mujeres”. “Pero más triste resulta saber que, de estas 14, ni siquiera todas tienen nombre y apellido. Algunas son personajes de ficción, como la Colometa o la Violetera. En cambio, en Barcelona no se puede encontrar en modo mármol ni a Mercè Rodoreda ni a Raquel Meller”. Lo cuenta y lo denuncia María Isabel Gascón, presidenta del Grup d’Història de les Dones que fan Història, entidad que, como su nombre indica, se dedica a rescatar la biografía, muchas veces silenciada, del género femenino. Unos datos que demostrarían que “la paridad en cuestiones monumentales no existe”.

Esta desoladora estadística confirma el histórico déficit de reconocimiento social que sufren las mujeres, salvo que se traten de vírgenes, religiosas o reinas. Un déficit que “sólo se puede corregir recuperando la historia que no se ha contado y visibilizando los nombres de las mujeres que merecen esos reconocimientos”, cuenta Gascón a La Vanguardia.
Pero esta peculiaridad no es sólo una peculiaridad de dudoso gusto de Barcelona. Se repite en la gran mayoría de ciudades del mundo. En Reino Unido, por ejemplo, los números son igual de escandalosos, pues se erigen 925 estatuas, de las cuales únicamente 158 son de mujeres, lo que supone un 15% del total nacional, según la Asociación de Monumentos y Esculturas Públicos (PMSA, por sus siglas en inglés). Más triste todavía si se tiene en cuenta que, de estas 158 estatuas, la gran mayoría son miembros de la familia real (sólo 19 son de la reina Victoria), de la Virgen María (que tiene 14) o de personajes míticos y alegóricos. A principios de año, Lord Finkelstein, periodista del Times y miembro conservador de la Cámara de los Lores, ya calificó esta realidad de “vergüenza nacional”.

Algunos colectivos feministas del Reino Unido lo tienen muy presente. Bee Rowlatt, escritora y presidenta de una campaña para rendir homenaje a la feminista Mary Wollstonecraft, denunció la situación en uno de sus discursos: “Seamos francos, la historia está escrita por hombres. No es que las mujeres no hayan hecho nada, se trata de quién lo escribió, quién decidió lo que se conmemoraba y lo que no. Los logros de las mujeres se han vuelto invisibles aunque hayan hecho cosas increíbles, pero la mayoría de la gente no lo sabe”. Igual opina Terri Bell-Halliwell, fundadora del proyecto inVISIBLEwomen, que hace campaña a favor de la igualdad de género en las estatuas públicas del Reino Unido. “Se trata de la campaña publicitaria más antigua del país a favor del patriarcado que trata de convencernos a todos de que los hombres son los únicos que merecen ser admirados”.

Y no le falta razón. En abril de este mismo 2018 se construyó la primera efigie de una mujer en la plaza del Parlamento británico. La homenajeada fue la líder del movimiento sufragista Millicent Fawcett (1847-1929). Hasta la fecha, los gobernantes británicos parece que no habían considerado oportuno poner nombre a ninguna figura de su talla.

Y, ¿qué pasa con Estados Unidos? Lo mismo. De las aproximadamente 5.193 estatuas públicas que representan figuras históricas a lo largo del país, solamente 394 son de mujeres. La que es probablemente la más famosa de todas, la Estatua de la Libertad, es una de las únicamente cinco con las que cuenta Nueva York. (Aunque, de nuevo, no es una mujer real). Lo ha leído bien, cinco con nombres y apellidos: Juana de Arco, Golda Meir, Gertrude Stein, Eleanor Roosevelt y Harriet Tubman.

El colectivo Where Are The Women? (¿Dónde están las mujeres?) está tratando de cambiar la situación con una campaña que pretende que dos pioneras de los derechos de la mujer como fueron las sufragistas Susan B. Anthony y Elizabeth Cady Stanton tengan el monumento que merecen en Central Park. Un parque que, por cierto, no cuenta con estatuas de mujeres no ficticias por el momento.

¿A qué se debe una diferencia tan exagerada? “Aunque parezca increíble, todavía existe gente que tiene miedo de que las mujeres salgan de casa. De que piensen, siquiera. Una realidad que debe cambiar y que sólo podemos conseguir si todos ponemos de nuestra parte”, asegura Gascón. “Que no se hayan homenajeado hasta ahora, no quiere decir que no formen parte de la historia. Debemos darles la importancia que merecen, aunque lo hagamos varios siglos después”, sentencia.

(Lara Gómez Ruiz, La Vanguardia)