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'Hubo un jardín' (editorial Páginas de Espuma) de Valeria Correa Fiz. Magistral máquina de palabras (J. Ernesto Ayala-Dip)

Hubo un jardín. Valeria Correa Fiz. Páginas de Espuma, 2022. 152 páginas. 15 euros

'Hubo un jardín', el nuevo libro de relatos de la cuentista y poeta Valeria Correa Fiz (Rosario, Argentina, 51 años), hace recuperar la fuerte impresión que dejaban los doce cuentos de su primer libro, 'La condición animal' (2016). Alguien dijo a propósito de ese libro que todo en él sabía a cálculo estético. Y el aserto es exacto. En 'Hubo un jardín' pervive la experiencia de lo calculado hasta el mínimo detalle. Todo lo exasperante, desesperado y doloroso de su primer libro se vuelve ahora en éste más cerebral, más calculado en su desarrollo formal y argumental. La misma poesía, sólo que más contenida o diluida, el paso de lo real a lo abismal o ignoto se vuelve ahora menos hiriente, aunque no menos inquietante.

La idea de cálculo está presente en toda la producción narrativa de Valeria Correa Fiz como una operación de control de la misma materia narrativa y emocional con la que trabaja. Algo así como "saber mantener las formas". Estos cuentos sorprenden, inquietan, hacen pensar en aspectos del ser humano inconcebibles aunque siempre verosímiles, pero también de la naturaleza física, la animal, mineral o floral que nos rodea.

Abro el libro y busco el cuento que también sirva para titular el volumen de siete historias. No existe. Es el típico procedimiento que nos sirve de guía para calibrar su tono, su atmósfera. Ambos conceptos se distribuyen por todos los cuentos. Todos están calculados para que ninguno supedite al resto con su espíritu directriz. Todas las voces narradoras, femeninas, tienen su espacio asignado a lo que relatan o sufren. No obstante, si hubiera que elegir uno o dos como título general, sería 'Hotel Edén' o 'El invernadero de Eiffel'. Dos piezas maestras.

El primero, una historia entre gótica y de viaje al pasado más siniestro de Europa, donde lo que sucede no es precisamente lo que uno imagina que debe suceder en un edén. El segundo es un periplo por el paisaje de una burguesía rural, con personajes que son conscientes de su condición, social y humana. Con un resabio de la literatura que me sabe a Silvina Ocampo, donde los objetos son símbolos, metáforas. En resumen, todo funciona como una máquina de palabras, las dichas y las no dichas, un ejercicio puro de ficcionalización de algunos males de nuestro tiempo. O de todos los tiempos.

(Babelia, El País, 09/04/22)