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La crisis climática, tapada (Jordi Juan)

Jordi Juan es director de La Vanguardia

La guerra de Ucrania va en dirección contraria al proceso de globalización y aquella optimista aspiración de una gobernanza mundial para solventar de forma unida las amenazas del planeta se desvanece de forma abrupta. La ONU tiene muchas dificultades para ejercer ese papel y el G-20, que estaría en mejores condiciones para ello, está completamente dividido tras la acción bélica en Ucrania: Estados Unidos y la UE quieren echar a Rusia mientras que China se opone. El mundo revive la etapa de la guerra fría del siglo pasado y, en este contexto, pocos acuerdos de fondo se pueden materializar. Justamente, una de las lecciones positivas de la pandemia fue la rápida reacción de algunas instituciones, como la Comisión Europea, que fueron capaces de acordar medidas urgentes para paliar los efectos de la enfermedad.

Más allá de las guerras y las pandemias que puedan llegar, la gran amenaza global que existe sobre el planeta es la crisis climática. El drama es que sus efectos más devastadores aún no se pueden apreciar en toda su magnitud y los gobiernos pueden tener la tentación de dedicarse a los que tienen más próximos y no preocuparse por lo que llegará en los próximos decenios. Por eso los históricos Acuerdos de París de 2015 cuestan tanto de aplicarse, la cumbre de Glasgow de 2021 tuvo resultados menos ambiciosos de lo esperado y existen muchos temores a cómo se desarrollará la cita de este noviembre en Egipto, en la COP27. Vamos mal. El último informe del IPCC (Panel Intergubernamental en Cambio Climático) revela que la realidad actual es peor que las previsiones que hacían los expertos.

Y es que los mandatarios que hoy gobiernan el mundo andan lógicamente preocupados por la inflación, la crisis de suministro energético, las consecuencias de la invasión rusa o el control de la pandemia. Y, mientras tanto, el planeta se va muriendo. Hoy hay menos negacionistas que hace un tiempo pero también hay más conformistas que piensan que no hay nada que hacer. Y esto es un error. La crisis climática no puede quedar tapada por las otras y las instituciones deberían hacer un esfuerzo para tomárselo en serio. El filósofo israelí Yuval Noah Harari y su equipo han calculado que se podría resolver el problema si se dedica un 2% del PIB mundial a la causa. Sólo falta alguien que lo lidere.

(La Vanguardia, 17/04/22)