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'El viaje de la humanidad' (editorial Destino) de Oded Galor. El rock'n'roll de la riqueza

Galor dice que el origen de la desigualdad global no fue el colonialismo sino la geografía y el cruce cultural

El viaje de la humanidad. Oded Galor. Destino. Barcelona, 2022. 374p. Papel, 20,90€. E-book, 10,99€


La industrialización cambió el mundo. Le permitió escapar de la eterna trampa de la pobreza en la que cualquier progreso tecnológico acababa absorbido por un aumento de población que devolvía a las sociedades al nivel de vida de partida. Por primera vez, explica en 'El viaje de la humanidad' el profesor de la Universidad de Brown Oded Galor, las innovaciones de la revolución industrial fueron lo suficientemente rápidas para fomentar la demanda de un recurso singular: las aptitudes para que los trabajadores se desenvolvieran en un entorno siempre cambiante. Los padres aumentaron la inversión en educación y se vieron obligados a tener menos hijos. La vida era más larga, y eso incrementó aún más el incentivo para invertir en capital humano. La brecha salarial entre hombres y mujeres se redujo, y aumentó el coste de tener familias grandes. Comenzó la transición demográfica. La prosperidad se disparó.

Si eso explica el misterio del crecimiento de los últimos siglos, dice Galor, no aclara el de la desigualdad en el mundo, el hecho de que el nivel de vida de una persona dependa en gran medida de su lugar de nacimiento, no sólo dentro de un país, sino dentro del conjunto de las naciones. Y las fuerzas que explican esa desigualdad no son, como examina el autor en un libro que va del inicio del 'Homo sapiens' hasta hoy, evidentes. Los efectos asimétricos de la colonización o la globalización acentuaron la industrialización para unos y la retrasaron para otros, pero esas fuerzas de dominación y explotación se basaban en un desarrollo desigual anterior.

En la capa más profunda de esa desigualdad están factores como la geografía y el pasado lejanos que hicieron emerger características culturales e instituciones políticas que favorecían el crecimiento o lo obstaculizaban. En Centroamérica, la idoneidad de la tierra para grandes plantaciones fomentó instituciones extractivas con explotación y esclavitud. En el África subsahariana, las enfermedades retrasaron adoptar tecnología agrícola avanzada, lo que disminuyó la densidad de población, la centralización y la prosperidad. En las regiones más afortunadas, suelo y clima llevaron a rasgos culturales propicios al desarrollo: más inclinación a la cooperación, igualdad de género y mentalidad más orientada al futuro.

Factores que han hecho que las recetas uniformadoras del consenso de Washington no hayan funcionado al no atender a estos procesos milenarios. Pero Galor cree que hay un último factor decisivo para la desiguadlad: el grado de diversidad en las sociedades ha sido siempre clave para la prosperidad. Y ha dado productos como la explosión cultural del rock and roll, surgido, dice, del encuentro de estadounidenses de origen africano y europeo. Y hoy que la tecnología ha reducido el peso de la geografía y ha acentuado los beneficios potenciales de la diversidad, Galor cree que políticas de cohesión social para las sociedades más diversas y políticas que favorezcan la polinización intelectual cruzada para los países más homogéneos pueden empezar a abordar la desigualdad desde su raíz.

(Justo Barranco, Dinero, La Vanguardia, 01/05/22)