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En memoria del artesano Cecilio (Javier Gallego Roca)

Obituario

Javier Gallego Roca es arquitecto


Cecilio Morales Moreno, además de viajero infatigable y profesor jubilado de la Escuela de Artes y Oficios de Granada, en la especialidad de cerámica, fue sobre todo maestro de ceramistas durante casi cuarenta años. Pertenecía a una saga de artesanos y artistas que desde el siglo XVI se han venido dedicando al oficio ininterrumpidamente, fundadores de las famosas Fábricas del Arco, Fábricas de Fajalauza (antigua Fábrica de Vidriado San Antonio), factoría ésta originaria que se situaba junto al callejón de la Alberzana en el Albaicín. Su fábrica fue premiada con la medalla de plata en la Exposición Universal de Bruselas en 1910 y entre otras muchas condecoraciones recibió el primer premio de la Muestra Nacional de Cáceres.

El taller de Cerámica Fajalauza de Cecilio Morales era el único tradicional de Granada; seguía trabajando el barro cocido como se hacía desde hace cinco siglos conservando el horno árabe, pero obviamente se adaptó a las nuevas circunstancias con la introducción de la electricidad que modificó el sistema de producción pero siendo fiel a la calidad artesana de un oficio ancestral. No estaba de acuerdo con las imitaciones burdas e industriales, algunas incluso que según siempre decía venían de China. Reivindicaba la auténtica cerámica: azul, verde y el marrón, aunque la que caracteriza a su taller era el característico azul viejo, que siempre refería que buscaba en una piedra que procedía de la zona de Níjar.

Su relación con el patrimonio arquitectónico de Granada ha sido intensa. Destacan sus trabajos de estimable valor con el arquitecto Prieto Moreno que le encargó infinidad de azulejos para reponer numerosas piezas en la Alhambra. Le gustaba destacar que de su horno habían salido gran parte de los azulejos del zócalo de los Arrayanes, dos zócalos y parte del suelo del Salón de Embajadores, incluso en el palacio de los Abencerrajes. Muchas veces hablamos de sus trabajos en la Alhambra, de los encargos que recibía de Arabia Saudí, Suráfrica e incluso de los jeques de Marbella, pero lo hacía sin afectación con esa naturalidad que tienen quienes han conocido mundo y tratado con un amplio elenco de personas y culturas diversas.

En Granada colaboramos en algunos proyectos donde siempre intentaba introducir su cerámica de Fajalauza. Uno de ellos fue el mirador que realicé en el paseo de la Muralla de la Alberzana y que me permitió frecuentar su taller en aquelllos años. Dibujamos un muro que tuviese los verdes y rojizos que caracterizaban la vegetación del lugar con la sola condicion de que su experiencia e intuición mejorasen el proyecto. Esta relación entre arquitectura y artesanía del barro cocido, o como él graciosamente definía 'bizcocho', fue para mí una lección de humildad de un hombre sabio en su oficio ante los materiales de la arquitectura. Luego vinieron numerosas visitas a la Fábrica de Fajalauza en el camino de San Antonio, muchas veces acompañado de otros arquitectos de diferentes países que la visitaban con inmensa curiosidad y elogiaban su empeño por mantener viva una tradición artística de gran valor cultural.

Visitar su taller era, para todos los que tuvimos esa oportunidad, un descenso al territorio del misterio de las veladuras del color que caracteriza el arte de la cerámica. Y en este profundo avatar de la exploración de lo más recóndito que tiene el ser humano, le ha sorprendido la muerte, a cuya llamada hay que esperar para saber quiénes somos y qué es lo que hemos querido ser de verdad, más que simplemente quiénes hemos sido. Por lo general, hay quien es capaz de llenar por completo su existencia con un tema o una profesión y siempre con una sonrisa pícara como era el caso de este inolvidable alfarero.

Es triste la pérdida de alguien como Cecilio Morales, el más destacado impulsor de la cerámica granadina de Fajalauza, que como tantas cosas se ha ido desvirtuando. Por todo ello es de justicia reconocer que contribuyó a la permanencia de una cultura auténtica y supo mantenerla con encomiable esfuerzo. Algunos piensan que como tantas cosas ya no tiene su espacio y, lo que es peor, al parecer en nuestra época temas así no tienen sentido. Ojalá que no lleven razón y se dé un cambio de rumbo que permita reconocer y recordar el esfuerzo de este admirable artesano del barro cocido que inundó de colores Granada y tantas arquitecturas, manteniendo viva esta singular cerámica. La tradición cerámica de Fajalauza merece revitalizarse y pensar en su inclusión como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad que permita mantener este arte incluido en otro espacio declarado como es el Albaicín.

Una idea rondaba sus últimos años, algo que inculcó a sus sobrinos, la posibilidad de que se concretase en una realidad, la Fundación Fajalauza Cecilio Morales cuyo fin fuera preservar la cerámica auténtica de Fajalauza, manteniendo las instalaciones históricas, incluido el horno árabe, y a la vez ponerlas en valor, creando una escuela de artesanía o centro de enseñanza del estilo Fajalauza, abriendo sus instalaciones al turismo y a la ciudadanía. Esta idea he visto que se va haciendo realidad. En algunas ocasiones me preguntó por aquel proyecto que se tenía para este lugar en la Muralla de la Alberzana, que diversas circunstancias que no vienen al caso impidieron culminar. Fue un ambicioso proyecto que tenía el objetivo de integrar un gran espacio arqueológico y museístico con el horno árabe, los tres hornos subterráneos moriscos, la almuela (horno de esmaltes), la alberca para hacer el barro y la regeneración del collado de los almendros que no es otro que el significado del bello y sugestivo nombre de Fajalauza y al que tantas veces hacía referencia en sus interminables y amenas conversaciones que culminaban con un impresionante atardecer en su taller junto al Camino de San Antonio.

(Ideal 14/05/22)