Los noruegos —cuya secreta diplomacia tanto lleva trabajando por el fin del terrorismo vasco— elegían a un africano aupado por Washington y que había introducido por primera vez el concepto de «intervención humanitaria» sobre la soberanía de un país; el que ahora, 10 años después, ha sido convocado a presidir la inopinada conferencia de paz de Ayete. Con los mediadores noruegos detrás.
El Comité Nobel concedía no elegirlo por concluir o impedir guerras —que no pudo o no supo— sino por su «preeminencia en devolver una nueva vida a la ONU», que Annan reformó imperturbablemente de cabo a rabo, como recuerda el ex ministro español Carlos Westendorp. Pero se le aparecen las sombras de los muertos en Ruanda. «Le pesan con auténtico sentimiento de culpa», ha dicho el entonces embajador Yáñez-Barnuevo. También el trágico ridículo de los cascos azules de la zona protegida de Srebrenica, abandonando a los bosnios ante los pelotones de ejecución serbios.
Annan es de Kumasi, colonia británica de África, hoy Ghana. Su nombre quiere decir Viernes en la lengua de los Fante. En la célebre Robinson Crusoe, Defoe llama al aborigen amigo del blanco Viernes, mostrando cómo el ilustrado europeo redime —por asimilación— al no obstante buen salvaje. Su idealización del imperialismo cultural no impide a Defoe condenar en cambio el imperio español; es un motivo anglosajón, no sólo recurrente sino fundacional en el caso de la cultura estadounidense. Así parece que el buen Viernes, de Kofi, reeducado por la metrópoli desde chico, viene ahora a enmendar las cosas de España.
Le han prometido «su acuerdo del Buen Viernes», como el que en Viernes Santo de 1998 puso, en Stormont, la base del fin de la violencia en Irlanda del Norte. Pero ¿cómo es de santo este Viernes? Altos funcionarios junto al presidente Zapatero confirman que «se habló con Kofi»; se le dijo que sería «positivo», «pero no se le invitó». El septuagenario quiso saber «si debía acudir, si su presencia sería beneficiosa y, sobre todo, si era realmente el fin de ETA». La fuente confirma que «a las tres preguntas se respondió positivamente». Y Annan se embarcó para Ayete.
- Redorar su historial.
Altos funcionarios, duchos en mediación y cerca de Annan, reconocen su deuda con el gobierno español, por «el respaldo recibido en momentos de mayor tensión con Washington» y que ya demostró hacia la llamada Alianza de Civilizaciones. E Inocencio Arias ve que al ghanés puede haberle gustado «alentar con su presencia» un final histórico del terrorismo en la Vieja Europa.
Como decía el político Enoch Powell, realmente todas las carreras políticas fracasan; por lo que en su jubilación algunos buscan redorar su memoria. El embajador Westendorp, que trabajó con Annan en la ONU y preside el Club de Madrid, considera deseable recuperar la experiencia: «Tan válido es que unos ganen dinero como que otros quieran servir» a unas mejores relaciones internacionales. Lema de su Club es «liderar, después de liderar», tras un fin de mandato. Y «un pésimo presidente como Carter puede ser un gran ex presidente».
Quien ha trabajado en mediación, sabe que toda injerencia exterior es tan mal acogida como a veces puramente simbólica o necesaria, «siempre que sea pedida y tenga un mandato», subraya el embajador Antonio Pedauyé, ex vicesecretario general de la ONU y jefe de Operaciones de Mantenimiento de la Paz: «Me pregunto quién convoca a Annan y por qué a él», recordando que mediación internacional solo puede darse entre estados. «Aquí no hay petición, ni resolución» y paralelos con Timor Oriental serían imposibles —anotan otros— pues «el País Vasco no está en la carta de descolonización de la ONU».
Pese a las luces y sombras de los genocidios y corrupciones que salpicaron su mandato, Pedauyé tiene un concepto muy profesional de Annan, con quien coincidió en lo más duro de los Balcanes: «Estudia los asuntos, tiene una buena cabeza y es elocuente». Westendorp reconoce su «carisma, inteligencia y gestión» y que a través de su fundación benéfica siga prestando su tiempo al mundo.
- "Es una coartada".
De la injerencia exterior de voluntariosos paracaidistas saben Westendorp o Pedauyé, con importante pasado de mediación; España, en Balcanes, Haití o en Tadyikistán, tiene un récord mediador: «Pero Ayete es sólo un simulacro de mediación», dice el ex ministro, «es un modo de presentar algo de difícil venta» pues todo resulta más tragable si parece venir de fuera: «Es una coartada».
Menos tragable es que parezca «avalar un lenguaje reconocible», pero el grupo de Annan «no traía una varita mágica… es el resultado de un proceso muy largo. Es la derrota del terrorismo y el éxito del estado y de las fuerzas de seguridad». Cierto que Annan y los de la foto «podrían estar mejor informados», reconoce Moncloa, pues los vascos y los españoles median a diario en sus instituciones, «no necesitan mesas de diálogo», dice Westendorp. Otros funcionarios recuerdan que la violencia vasca «nunca ha sido tratada por la ONU, ningún estado ha aludido a la necesidad de colaboración exterior». Ayete es un caso que resulta «único». Moncloa subraya la necesidad de «símbolos»; los pasos requieren sus rituales y fotos, «todos cumplen su papel en la función. Pero lo importante es el final de la función».
- Un modernizador con un negro pasado.
Canas y perfil caprino le dan aire venerable y un rostro amable y corriente, la impresión de no esconder nada: se define «simple», como las personas complejas, pero puede estar «intensamente presente y curiosamente desapegado»: una postura de realeza, nada gastada políticamente, que trasluce aristocracia de origen, hijo del jefe de los Fante y heredero materno del mando supremo de los Akwamu. Nació en Ghana, estudió en Boston y Ginebra y está casado con una hija de los magnates suecos Wallenberg, nieta del heroico protector de judíos en Hungría. Suma cuatro décadas en la ONU y fue elegido secretario general hace 15 años. El enviado de EEUU en los Balcanes, Holbrooke, lo vio «futuro jefe de la ONU» cuando interinamente autorizó la intervención de la OTAN, parando en seco la tragedia: inauguraba el derecho de injerencia por motivo de derechos humanos. El mismo que le enfrentó a Washington después por Irak. Pero tiene pesadillas negras sobre Srebrenica y Ruanda. Y un hijo corrupto.
Ramiro Villapadierna, ABC