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Exiguo contraste en el PSOE (Valentí Puig)

Los dos rasgos más destacados del proceso sucesorio en el PSOE son la carencia general de un debate de ideas –de modelos y fines– y la extremada territorialización del voto. El asomo de una transición generacional que hubiese puesto el partido en manos de alguien como Eduardo Madina fue atajado en sus inicios, aunque contaba con respaldos en el grupo parlamentario, quizás por temor a otro fiasco como fue la elección de Zapatero. Calculadora en mano, los observadores aventuran que Rubalcaba va por delante, pero también es cierto que en el año 2000 el favorito era Bono y salió elegido Zapatero. La elección muy ajustada de un nuevo secretario general en el 38.º congreso federal podría coincidir con una derrota socialista en Andalucía: según las encuestas, el PP ahora mismo está a dos escaños de la mayoría absoluta, con lo que la expansión del poder político de Rajoy no tendría precedentes en la España democrática contemporánea. El poder político es el producto –dice Fukuyama– no sólo de los recursos y número de ciudadanos que una sociedad abarca, sino también del grado en que se reconoce la legitimidad de los líderes y las instituciones. Esa es una de las cuestiones que parecerían prioritarias y que suelen implicar un debate de ideas previo a la elección de las personas. ¿Es bueno para el PSOE limitar la confrontación Chacón-Rubalcaba a los elementos de la commedia dell'arte? ¿Es positivo para la sociedad española? Una convocatoria congresual a la que los delegados acuden con la papeleta de voto en la boca contrasta con el flujo de ideas, no muy abundante pero constatable, que interesa hoy a la socialdemocracia europea, muy deteriorada por la crisis del 2008 y por inercias procedentes de la globalización y el estado de las clases medias.

En La Vanguardia, Juan Carlos Merino ha cartografiado el voto de los 956 delegados, subrayando la división territorial del PSOE. Y, en realidad, no es disparatado suponer que tanto el electorado socialista como la ciudadanía en general esperan cierta homogeneidad del partido que hoy está en la oposición, precisamente para diferenciarlo de la fragmentación que representan los partidos nacionalistas y que ha quedado reflejada en el nuevo hemiciclo de las Cortes. Toda la confusión semántica sobre el federalismo del PSOE y la ambivalencia con la que inserta al PSC desconciertan al ciudadano de a pie, del mismo modo que no logra distinguir cuál es el diferencia estratégica entre Rubalcaba y Chacón, salvo el poder y el control del partido, ese viejo partido que logró ir adaptándose a los cambios sociales y tuvo sus fases de hegemonía nacional.

Por lo demás, el PSOE lleva semanas sin formular iniciativa alguna, sin diagnosticar el estado de las cosas, sin trazar horizontes, sin dar sus opciones para el equilibrio adecuado entre el rigor fiscal y la necesidad de crecer. Es lógico que los dos candidatos estén dedicando tanto tiempo al recuento de fidelidades provincia a provincia, pero sería de agradecer que de vez en cuando dijeran algo que concierna a toda España.

- Vice-Hillary.

Se supondría que Romney gana en Florida y que el ala conservadora del republicanismo cae con Gingrich. Un grave desconcierto republicano es el choque entre el Tea Party y el club de campo. Gingrich perdería frente a Obama y, si el candidato fuese Romney, algunos estrategas demócratas sugieren que Hillary Clinton acompañe a Obama para la vicepresidencia. Como secretaria de Estado, ha madurado y limado aristas radicales.

- Palacio de San Telmo.

Entre los muros de la presidencia de la Junta de Andalucía, los secretos de tantos años de poder socialista dependen de leves desplazamientos electorales: un escaño en Jaén, otro en Málaga. También contará UPyD. Son factores que pueden dar la victoria al PP pero sin la mayoría absoluta que significaría un cambio de régimen.

- Hamas busca sede.

Los islamistas radicales de Hamas, con sus tentáculos de terror operativo, van a dejar su sede en Damasco para alejarse de una Siria convulsa. Les favorece la cara menos democrática de la primavera árabe. Hamas liquida su patrimonio en Damasco y reinvierte en lo que pretende que sean sólidas zonas de influencia –Gaza, por supuesto, o Egipto– para su rama política y para su brazo armado.

La Vanguardia