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El PSOE: un gigante dormido

Los partidos políticos que tienen una larga trayectoria experimentan a lo largo del tiempo lógicos procesos de ascenso y declive, atravesando etapas de mayor o menor pujanza y capacidad de sintonía con los ciudadanos. Y nada de esto es gratuito o aleatorio, sino que responde a errores, abandonos y factores muy concretos. El PSOE se encuentra actualmente en una etapa de regresión que tiene que remontar con un proyecto atractivo para las sociedades del siglo XXI.

El PSOE es en estos momentos como un gran gigante dormido. ¿Cómo despertarlo? Esa es la cuestión.

En la dilatada historia del PSOE (133 años) no todo ha sido fácil, pudiéndose identificar al menos tres grandes períodos de especial ascenso y protagonismo, después de una larga etapa inicial de organización y lento crecimiento, que estuvo condicionada por la endeblez del proceso de industrialización en España, con la correspondiente falta de potencialidad numérica de la clase obrera, en la que el PSOE tenía originariamente sus raíces y su razón de ser.

- Etapas de ascenso.

Las tres principales etapas de ascenso del PSOE se corresponden con momentos en los que este partido, sobre la base de sus firmes raíces obreras y socialdemócratas, se comprometió con tres procesos políticos de gran alcance en la historia de España. El primer ciclo arrancó con la conjunción republicano-socialista y las elecciones municipales que trajeron la II República, en cuyas primeras etapas el PSOE desempeñó un papel destacado, tanto en las Cortes que redactaron la Constitución republicana, con Julián Besteiro como Presidente, así como en los primeros Gobiernos del nuevo régimen.

La estrategia político-social del PSOE en aquellos años le permitió ganar apoyos en nuevos sectores del electorado español, al tiempo que consolidó su credibilidad política como partido que hasta entonces se había manifestado bastante renuente a los compromisos políticos.

La segunda etapa durante la que el PSOE consolidó su credibilidad y su fortaleza política coincidió con los años de la Transición Democrática, en los que este partido contribuyó decisivamente al asentamiento y consolidación de la democracia.

En estos dos períodos, el PSOE, sin renunciar a los propósitos propios de un partido socialdemócrata y de izquierdas, supo dotarse de un relato de amplia proyección sobre su contribución al desarrollo de la democracia, incorporando a este proyecto político a amplios sectores de las clases trabajadoras. Lo cual permitió que el PSOE adquiriera una importante proyección nacional e internacional.

De alguna manera, al desempeñar este papel, el PSOE confirmaba los anhelos y previsiones de Ortega y Gasset, cuando sostenía que el PSOE podía –y tenía que– ser el partido democratizador, modernizador y europeizador de España.

Precisamente estos dos últimos aspectos forman parte del tercer gran relato-proyecto que el PSOE presenta al pueblo español en las elecciones de 1982, en las que existe un clamor en la opinión pública sobre la necesidad de emprender una nueva etapa de modernización y europeización de España. Con este proyecto el PSOE obtiene el respaldo electoral más amplio que se ha conocido en el actual ciclo democrático.

Con 202 diputados y un relato-proyecto tan creíble como potente, el PSOE emprendió un período especialmente fructífero de gobierno, consolidando y profundizando la dinámica de democratización, europeización y modernización de España, al tiempo que se impulsaban diversas políticas sociales propias del Estado de Bienestar, que terminaron aproximando la sociedad española a los parámetros de los países europeos más avanzados.

En buena medida, estos avances sociales y modernizadores implicaban el cumplimiento del programa mínimo que el PSOE había venido defendiendo prácticamente desde su fundación, en el marco de los enfoques propios de la Internacional Socialista, recorriendo con bastante rapidez una senda por la que otros países y otros partidos socialdemócratas llevaban avanzando desde hacía años.

- Nueva etapa.

En los últimos años de la primera década de Gobiernos socialistas en España, resultaba evidente que el PSOE tenía que empezar a pensar en una nueva etapa, si no quería quedarse dormido en los laureles y si pretendía continuar siendo un partido con capacidad de innovación, de cambio y de protagonismo político.

Precisamente, para buscar un nuevo relato reformista de futuro, el PSOE puso en marcha un ambicioso debate sobre el Programa 2000, en unos años difíciles en los que predominaba internacionalmente un potente proyecto-relato neoconservador, con pretensiones de penetración en todos los ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales (incluso progresistas). La capacidad hegemonizadora de este proyecto, junto a las divisiones y renuncias que se vivieron a partir de entonces en los círculos socialdemócratas, acabaron dejando a la izquierda (no sólo en España) prácticamente sin proyecto ni relato propio con el que hacer frente a la profunda crisis económica y política que se fue incubando durante este período de predomino neoconservador.

La ausencia de un proyecto-relato propio, y la indefinición del propio papel que podía y debía desempeñar la socialdemocracia de cara al futuro, acabó dando lugar a que los Gobiernos socialdemócratas salidos de las urnas en este período se convirtieran en meros gestores de la crisis económica, no pudientdo evitar que se diluyera su retórica social y sus buenas intenciones en un conjunto de políticas restrictivas de fondo, impuestas desde fuera del mundo de la socialdemocracia. Y esto se ha realizado con unos efectos erosivos de enorme calado, que pueden llevar a algunos partidos socialdemócratas al borde de una crisis sistémica que, si no se reacciona adecuadamente, puede terminar por ser una auténtica crisis vital.

- ¿Cómo salir del túnel?

Para salir del túnel en el que nos ha metido la crisis y las claudicaciones ideológicas, y para lograr que grandes gigantes dormidos, o en letargo, como el PSOE, puedan despertar y volver a convertirse en partidos centrales, con voluntad de protagonismo y con capacidad para cumplir un papel equilibrador en lo social y en lo económico, lo primero que se necesita es comprender lo que está ocurriendo, sin ambigüedades ni ocultamientos. Y lo segundo es definir con claridad el papel específico que los grandes partidos socialdemócratas pueden –y deben– cumplir en un mundo como el actual, tan penetrado de injusticias, fracturas sociales, deterioros laborales, desigualdades y falta de horizontes positivos de futuro.

Una de las paradojas del momento actual es que son muchos los datos y los hechos que indican que ahora resulta especialmente necesario que se hagan presentes grandes partidos políticos, con visión de futuro y con proyectos solidarios ilusionantes, que sean capaces de luchar sin complejos por la igualdad y la justicia social, estableciendo los equilibrios sociales necesarios y el mismo sentido de la equidad y la correcta funcionalidad democrática, con una clara primacía del poder político.

Si no aparecen en escena –y pronto– grandes partidos políticos capaces de interiorizar y cumplir este papel, sintonizando con las demandas sociales y políticas en ascenso, es muy probable que los climas inflamables que se están extendiendo por doquier acaben estallando de manera imprevista y descontrolada, conduciendo a bipolarizaciones sociales y políticas extremas que no auguran nada bueno para el futuro.

Por lo tanto, lo fundamental es entender que de la situación actual no se sale con ocurrencias, chapuzas, simulaciones y apaños de ocasión, sino que partidos como el PSOE necesitan emprender cambios muy profundos. Cambios en los ámbitos programáticos, ideológicos y organizativos. Cambios que en el fondo y en la forma tienen que dejar claro que el PSOE está dispuesto a ser un partido del siglo XXI, y para los ciudadanos del siglo XXI, de manera auténtica y con todas las consecuencias.

- Del siglo XIX al XXI.

Aunque a veces se insiste en que el PSOE es todavía en gran parte un partido del siglo XIX –como lo son también los partidos conservadores y liberales–, las profundas raíces históricas del PSOE no son –no debieran ser– un obstáculo para acometer una actualización y revigorización decidida y con visión de futuro, en la medida en que las raíces pueden ser entendidas como una garantía de solidez en la base, en los cimientos; siempre que esté clara la voluntad de completar y actualizar el proyecto en todo lo que sea necesario.

Y resulta obvio que para completar y desarrollar el proyecto y para articular un nuevo relato regulador que sea adecuado para momentos como los actuales, que sea fiable y que tenga suficiente capacidad de proyección y de impregnación social, se requiere una tarea muy seria y de fondo, y no un simple Congreso de trámite, cargado de nominalismos y de inercias y realizado deprisa y corriendo.

Por eso, si se quiere que el PSOE vuelva a ser un partido potente y que cuente en el futuro, lo prioritario es debatir y definir lo que tendría que ser un gran proyecto-relato socialdemócrata para el siglo XXI. Y para que este debate sea creíble y eficaz, la opinión pública tiene que entender que se trata de algo planteado con mucha seriedad y profundidad. Este debate debe ser algo similar a lo que fue el Programa 2000, que el PSOE impulsó a finales de los años ochenta y de cuya experiencia –y también de sus fallos– se puede aprender mucho.

- El Proyecto PSOE-Siglo XXI.

El debate sobre el Proyecto PSOE–Siglo XXI debería realizarse durante el tiempo necesario (no menos de un año), estructurándose mediante métodos rigurosos de trabajo (empezando por fijar las principales tendencias y retos ante los que es preciso proporcionar respuestas y soluciones) y ser verdaderamente implicativo y participativo. Es decir, en un debate de este tipo deben tener su papel los especialistas, los afiliados y los ciudadanos progresistas interesados en participar, aunque al final su aprobación e implementación deberá corresponder, lógicamente, a los máximos órganos de representación del Partido, cuyo papel y entidad no deben diluirse con nuevas ocurrencias desarticuladoras y difusas. La claridad y el rigor deben ser, en este sentido, señas de identidad inequívocas del socialismo.

La entidad de los problemas a los que debe enfrentarse la socialdemocracia del siglo XXI no pueden ventilarse con simulaciones y debates encorsetados y acelerados ni con simples mecanismos pseudo-participativos del tipo de “envíe usted sus sugerencias por Internet”, para terminar todo con una puesta en escena de cara a la galería, en una de esas conferencias típicas que, por repetitivas y anodinas, suelen dejar a la opinión pública tan fría e indiferente como estaba al principio.

Para que un debate como el que se necesita sea creíble tiene que implicar de verdad a cientos de miles de afiliados y simpatizantes, que tienen que poder contrastar y analizar diferentes propuestas y alternativas –en la Red y también cara a cara– en un proceso suficientemente rico y abierto de reuniones y asambleas, en las que puedan debatirse cuestiones importantes y de fondo, sobre el qué hacer y cómo hacerlo y no simples generalidades conceptuales y declaraciones de literatura inespecífica. Y todo ello tiene que concluir en un Congreso de verdad, con contrastes de posiciones y con las necesarias dosis de dramatización, que permitan entender a la opinión pública que allí se están debatiendo de verdad cosas importantes, como ocurrió en otros Congresos decisivos en la historia del PSOE, entre ellos el Congreso Extraordinario de 1979.

De la autenticidad y correcta realización de un Congreso-debate de esta naturaleza dependerá también que el PSOE pueda recuperar la credibilidad democrática y la buena funcionalidad organizativa que será necesaria para hacer frente a los grandes retos de la socialdemocracia del siglo XXI. En este sentido, la operatividad del nuevo relatoproyecto que se necesita y las posibilidades de despertar al gran gigante dormido, derrotado y apagado, que es el PSOE en estos momentos, depende de la capacidad que se tenga para sintonizar con los nuevos sectores sociales que están padeciendo los procesos de exclusión social, precarización y postergación que impone el actual modelo socio-económico establecido. Y esto sólo se podrá lograr con veracidad y claridad política y con más y mejor democracia interna. Con democracia organizativa de verdad, bien estructurada y perfectamente clara y contrastada, al nivel de las posibilidades y exigencias de los ciudadanos y de las sociedades del siglo XXI.

José Félix Tezanos, Catedrático de Sociología (UNED), Temas para el debate