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Olga Rodríguez: “Ningún partido árabe ha recogido el espíritu de las calles”

Su trabajo periodístico le ha permitido conocer la primavera árabe desde dentro, codo a codo con los activistas. Lo cuenta en ‘Yo muero hoy’, su último libro.

Olga Rodríguez (León, 1975), periodista, ha trabajado en la cadena SER, Cuatro, Canal + y ‘Público’, como enviada especial a Egipto, Yemen, Afganistán, Irak, Irán, Israel, Jordania, Kosovo, México y los Territorios Palestinos.

A través de la radio, la televisión o la prensa, la voz de Olga Rodríguez nos llega desde las regiones más convulsas del planeta, donde informa y denuncia. “Esta profesión, bien hecha, puede ayudar a tener un mundo mejor, a defender los derechos humanos. Hay que tomar partido”. Experta en Oriente Próximo, su último libro sobre las revueltas árabes es lectura imprescindible para entender la actualidad en la zona.

- En ‘Yo muero hoy’ relata la represión posterior a las revueltas. ¿Ha cambiado algo la vida de la gente o sigue igual?

- En Egipto se cortó la cabeza de Mubarak, pero buena parte de las estructuras del régimen permanecen intactas. Aun así se ha logrado mucho; de entrada, que hayan caído tres dictadores. En Túnez hay más libertad de expresión. Vuelve a haber manifestaciones y huelgas en Yemen y Egipto, donde hay más de 150 sindicatos independientes cuando hace años había tres. Los trabajadores de fábricas han logrado que dimitan directores designados a dedo por el régimen de Mubarak; hay iniciativas periodísticas y culturales muy vinculadas a las reivindicaciones. A través de los sindicatos se exigen sueldos y condiciones laborales dignas, así como el fin de la gerencia de los corruptos. Hay un antes y un después. En Egipto, Túnez y Yemen, vamos a seguir viendo más protestas. Se ha creado cultura política y se han tejido redes sociales sólidas con capacidad de presión. La situación económica y política va a empujar a seguir protestando.

- De su libro se desprende que el periodismo ciudadano, a través de blogs, fotos, vídeos y redes sociales, jugó un papel fundamental en la movilización popular. ¿Habría sido posible sin estas herramientas?

- El papel de internet ha sido mitificado. Sí, fue importantísimo, porque dio velocidad a las revueltas, fue foro de reunión y organización virtual de los activistas, rompió la censura de los medios convencionales de esos países y difundió imágenes de la represión del régimen, pero internet no fue la clave. Detrás había personas que organizaron las protestas. En Egipto sólo un 20% de la población tiene acceso a la red. Además dos días después del estallido, Mubarak cortó internet y la telefonía móvil y la gente siguió movilizada. En las fábricas había un movimiento obrero, muy potente en Egipto desde 2006. Los líderes de los sindicatos clandestinos de cada fábrica coordinaron las protestas. En fin, hubo un trabajo previo muy de hormiguitas sin el cual nada habría ocurrido.

- ¿Cree que hubo una correcta cobertura mediática en los días y meses posteriores al estallido revolucionario?

- No. Nos dejamos llevar por el ruido inicial, el espectáculo. La segunda fase de las revueltas, menos mediática, fue más importante. En Egipto, una vez que cae Mubarak, se van los periodistas y nos quedamos allí cuatro gatos. La actualidad de Libia requería ir allí; mientras, en Egipto, empezó la impunidad del ejército, que mató a manifestantes, torturó y abusó sexualmente de mujeres. Las revueltas pasaron a otra fase trascendente.

- ¿Ha habido en las elecciones en Egipto y Túnez algún partido que canalizara el espíritu revolucionario y laico?

- Ésa es la clave de todo. Desde mi punto de vista no. Ha habido partidos muy minoritarios, formados por jóvenes activistas que habían acampado en la cairota plaza Tahrir o en la casba de Túnez, que decidieron organizarse desde la nada, sin apoyo financiero. Pero es difícil montar una campaña electoral sin apoyo regional ni internacional. Ciertas organizaciones islámicas, reconvertidas en partidos, como los Hermanos Musulmanes en Egipto o El Nahda en Túnez, reciben apoyo económico de los países del Golfo, que quieren aumentar su influencia en la zona y son aliados de Occidente. Los grandes partidos de primera línea no representan las demandas de la ciudadanía. Por un lado está el poder de la calle y por otro, el que mana de las urnas. Es el grave problema.

- En Egipto es paradójico que los islamistas, que no apoyaron las revueltas, y el candidato del régimen hayan tenido buenos resultados electorales.

- Los Hermanos Musulmanes de Egipto son una organización con mucho arraigo social. En los años noventa, las medidas impuestas por el FMI supusieron el recorte drástico de servicios públicos, y la sanidad menguó de forma dramática. Los Hermanos Musulmanes, con sus clínicas privadas financiadas por los países del Golfo, sustituyeron el vacío del Estado. Por su parte, el ejército recibe al año 1.300 millones de dólares de Estados Unidos. Cuando se celebran las elecciones legislativas, ambas opciones son lo único que la gente conoce.

- En Oriente Próximo siguen rivalizando las grandes potencias. En eso la situación no ha cambiado. Y Siria es el ejemplo más dramático.

- Sí, la represión es terrible, pero los consejos locales de la oposición son contrarios a la intervención militar extranjera. Sí, Oriente Próximo es una de las zonas más intervenidas, por actores regionales (Arabia Saudí, Catar, Irán, Turquía e Israel) e internacionales (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia), que se juegan mucho. Es un tablero complicado, pero yo defiendo la lectura positiva de las revueltas. He conocido a cientos de personas que han dejado toda su vida anterior para luchar por un cambio real.

- Testimonios. Días y horas cruciales para seis países.

En ‘Yo muero hoy, las revueltas en el mundo árabe’ (Debate, 19,90 €), la periodista Olga Rodríguez pone nombre y apellido a los activistas que impulsaron las revueltas en Túnez, Egipto, Libia, Siria, Bahréin y Yemen: Alla y Manal Seif, Gigi Ibrahim, Adnan Hajji, Mohamed al-Shahim, Nora Shalaby, Nabil Rajab, Tawaki Karman… Entre ellos y muchos más canalizaron el descontento y la ira popular hacia las revueltas que cambiaron estas sociedades. Además de un relato apasionante de lo acontecido durante los días clave –hora a hora, minuto a minuto-, a través de los testimonios de sus protagonistas, el texto ofrece un interesante análisis tanto de los prolegómenos y el contexto social en el que surgieron como de los meses posteriores al estallido, cuando la atención mediática se alejó y los regímenes intensificaron la represión.

María Luisa Fuentes, Geo