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Cumbre mundial en La Haya. Renzi planta a los socios y a los reyes de Holanda para volver a Roma

El impaciente ‘premier’ italiano ya se marchó antes del último Consejo Europeo

Matteo Renzi es un hombre impaciente. Tuvo mucha prisa por llegar al poder y no le importó descabalgar a un correligionario –Enrico Letta– para quemar etapas. Su ansia vital, su desasosiego ante la dilación, rozó el desplante diplomático cuando abandonó anticipadamente, el lunes, la cumbre de La Haya sobre seguridad nuclear con la excusa de que tenía mucho trabajo en Roma. Algo parecido ocurrió en el último Consejo Europeo de Bruselas.

Se nota que al joven primer ministro italiano –de 39 años–, pese a su alta autoestima, le impone la alta diplomacia. No está suelto. Se defiende en inglés –“lo parlotea”, escribió un diario– pero no lo domina. En las fotos hace muecas. A veces da la sensación de que es un brillante becario al que le han dado la oportunidad de codearse con los grandes. La Stampa publicó ayer una imagen de Renzi en La Haya, sentado en la amplia mesa circular de la reunión y girando la cabeza hacia el fotógrafo con la expresión de niño travieso que se ha colado.

Renzi tiene aún bula por el poco tiempo que lleva en el cargo, pero no pasó inadvertido su gesto en la capital holandesa. Exhibió desgana ante los protocolos y las lentitudes de un foro internacional. Llegó a media mañana y se largó a media tarde. Parece que su veloz paso por la conferencia sorprendió a sus propios colaboradores. De repente se presentó ante la prensa para anunciar su apresurada marcha. “Tengo muchos dossiers en los que trabajar en el palacio Chigi (la sede del Gobierno italiano) –dijo el premier–. Aquí se queda (Federica) Mogherini (la ministra de Asuntos Exteriores)”. Fue ella también la que sustituyó a Renzi en la cena de gala ofrecida por los reyes de Holanda, Guillermo y Máxima. Resultó un poco embarazoso que ante la presencia de los presidentes y jefes de Gobierno del G-7, desde Obama a Merkel, de Cameron a Abe, faltase sólo el primer ministro italiano.

Un desliz protocolario de esta envergadura hubiera sido impensable en Letta o en Monti. Renzi se está afirmando con un nuevo estilo, más informal. Le exasperan los ritos de estas reuniones internacionales. También anticipó su marcha en la última cumbre europea de Bruselas.

Renzi, hombre pragmático, sabe bien que su éxito no se medirá tanto en si hace bella figura en la escena internacional como en si pilota bien la salida de la crisis y saca adelante las reformas que ha prometido, entre ellas la fiscal, la electoral y la institucional.

No ha durado mucho, sin embargo, la habitual tregua mediática con un nuevo primer ministro. El diario Libero –de la órbita berlusconiana– sacó a la luz un asunto delicado que arroja ciertas sombras sobre el comportamiento ético de Renzi, hasta el punto de que la fiscalía de Florencia abrió diligencias. El hoy primer ministro disfrutó, durante varios años, de la hospitalidad de un íntimo amigo, el empresario Marco Carrai, que le cedió el uso esporádico de un piso muy cercano al Ayuntamiento de Florencia. Era Carrai, presidente de la sociedad gestora del aeropuerto de la ciudad, quien pagaba el alquiler de la vivienda. Renzi la usaba por comodidad, pues vive con su familia en una localidad a una veintena de kilómetros.

Ha complicado aún más las cosas que a la prometida de Carrai, una joven licenciada con poca experiencia, la nombraran coorganizadora de la exposición más relevante –y con mayor presupuesto– de la temporada en Florencia. Las suspicacias sobre los favores mutuos han sido inevitables.

(Eusebio Val, La Vanguardia)