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Trump logra lo que parecía imposible y reúne a un partido hostil en torno a su figura

Se unen para frenar a Hillary

Después de las tensiones de la sesión inaugural, el magnate neoyorquino Donald Trump entra en la segunda mitad de la convención electoral con la baza que hasta ahora le ha faltado y que pocos creían que iba a ganar la unidad del partido republicano, donde grandes sectores han acabado rindiéndose ante un personaje que les ha parecido un candidato repulsivo e intolerable hasta ahora.

Todavía no puede haber encuestas fiables, pero Trump tiene ahora el apoyo, aunque sea a regañadientes, de casi el 90% de los republicanos cuando, hace pocas semanas, la facción Jamás Trump llevaba trazas de paralizar su candidatura.

No es que sus principales enemigos hayan cambiado de opinión, pero muchos otros, que son personajes de peso y cuyas acciones tienen trascendencia, han decidido enterrar el hacha y sumarse a la campaña en favor de Trump, aunque no sea más que para frenar a Hillary Clinton.
Trump se ha dirigido ya por dos veces a la convención de Cleveland y, a través de ella, al resto del país porque las sesiones se transmiten en directo. Después de que el lunes acudiera a presentar a su mujer, Melania, que habló para dar una imagen personal y humana del candidato, este martes envió un mensaje por satélite desde Nueva York, en cuanto los delegados confirmaron con sus votos la nominación y lo convirtieron así, oficialmente, en el aspirante republicano a la presidencia de Estados Unidos.

Lo que había faltado hasta ahora surgió en la Convención de la mano del presidente de la Cámara de Representantes, el congresista Paul Ryan, quien durante meses no trató de ocultar sus desavenencias con Trump. En un discurso vibrante apeló a todos a unirse tras el candidato, pues, recordó que la alternativa era simplemente poner el poder en manos demócratas, y no solo en la Casa Blanca, sino en las instituciones a través de los magistrados que irán accediendo al Tribunal Supremo, e incluso en el Congreso donde la debilidad del candidato presidencial puede perjudicar a los legisladores del Partido Republicano, que correría incluso el riesgo de perder la mayoría.

A pesar del entusiasmo que proyectaba, Ryan apenas hizo menciones personales a Trump y casi ni lo nombró, sino que se dirigió a sus correligionarios en nombre de los ideales del partido.

Le secundó el líder del Senado, Mitch McConnell, quien también se había opuesto anteriormente a Trump y al sumarse la intervención de dos ex candidatos derrotados por Trump, Ben Carson y Chris Christie, que ya estaban claramente en su campo desde hace tiempo, dieron a la sesión del martes un tono de apoteosis trumpista.

Igual que el lunes -y se esperaba que otro tanto ocurriera este miércoles- algunas intervenciones parecían oposiciones a carteras ministeriales: el lunes le tocó al exalcalde de Nueva York hacer méritos para la cartera de Seguridad Interior, mientras que el general retirado Michael Flynn parecía hacerlos para dirigir el Pentágono. El martes fue el turno del gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, quien convirtió al público enardecido -que coreaba a la cárcel en un tribunal para condenar a Hillary Clinton por toda su gestión al frente de la cancillería, una carrera a la Secretaría de Justicia, mientras que el también excandidato Ben Carson, neurocirujano retirado, hacía méritos para Sanidad.

El desfile seguía ayer miércoles con el expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, de quien se rumorea que le gustaría la cartera de exteriores o la secretaría de la presidencia y tiene buenas esperanzas de conseguir algo importante. Era uno de las finalistas a la vicepresidencia y Trump dijo repetidamente que tendría un lugar importante en su equipo.

Los organizadores incluso encontraron a un musulmán dispuesto a dirigirse a la convención, en su intento de compensar la imagen negativa creada por las promesas de Trump de prohibir la entrada a visitantes de países islámicos.

Pero la gran atracción de la noche, igual que el primer día, fue la familia de Trump. Esta vez le tocó el turno a su hijo mayor, Donald Trump Jr, de 38 años, quien literalmente electrizó a la audiencia con su discurso entusiasta y los argumentos en favor de su padre. Su elocuencia era tal que todos los comentarios lo señalaban como mucho mejor que su padre, algunos le recomendaban que le diera clases para pulir sus aristas y todos le vaticinan un futuro brillante en la política. Antes había hablado Tiffany Trump, hija del segundo matrimonio y que, si bien creció y ha vivido la mayor parte del tiempo en California, habló del cariño y el apoyo que siempre ha recibido de un padre solícito a pesar de la distancia.

Ayer, el único miembro de la familia en el programa era su segundo hijo, Eric Trump, pero pendía una gran incógnita con la intervención de otros candidatos derrotados, los senadores Ted Cruz y Marco Rubio. Rubio asegura que participa en la convención porque hará lo que sea con tal impedir una victoria demócrata, pero nadie tenía muy claro cuál sería la posición de Cruz, un hombre que no liberó a sus delegados para que pudieran votar por Trump, a pesar de que su nombre ya no figuraba en las listas y, si bien acudió por invitación expresa de Trump, su principal motivo es prepararse para luchar de nuevo en 2020… aunque sea a costa del candidato de este año.

La apoteosis de la convención es hoy, jueves, el último día, que está dedicado a la coronación, cuando Trump acepte oficialmente la candidatura. Lo habitual es que la campaña salga fortalecida de la convención, algo que se refleja en un espaldarazo en las encuestas, para lo que habremos de esperar un par de días. A pesar de lo imprevisible que es cuanto rodea a Trump, es probable que los sondeos indiquen un aumento en favor suyo, pero es casi seguro que durará poco: el lunes próximo empieza la Convención Demócrata y la atención del país estará en Filadelfia y en Hillary Clinton.

La maquinaria de Trump está ya preparando la contraofensiva y no será hasta un par de semanas cuando las encuestas podrán indicar cuál de los dos ha hecho más mella entre la población. Pero es probable que su mejor apoyo venga de Ryan, el presidente de la Cámara tan reacio en patrocinarlo: por mucho que a Trump se le hinche la boca hablando de los votos que consigue entre demócratas o gente que nunca vota, no puede ganar sin el voto de su propio partido y este ha pasado del 1% en marzo del año pasado, al 44% en abril al 88% ahora. A quienes les horroriza el discurso populista de Trump, Ryan les habla como un compañero de fatigas que comparte su desazón, pero mira más allá y no permite que la irritante retórica del candidato perjudique a los objetivos del partido.

(Diana Negre, Deia)