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Julio Casas Regueiro. La estatura de un ejemplo (Lissy Rodríguez Guerrero)

Hacen falta grandes adjetivos para calificar a hombres de su estatura humana, pero casi siempre suelen parecer huecas las palabras. Porque cuando se milita en el bando de los impacientes; cuando se entrega la vida en nombre de una causa, no se encuentra nunca la expresión precisa. Y son los hechos los que hacen justicia, los que ubican a los héroes en su dimensión justa, los que revelan que son como él los hijos que necesita la Patria.

Cuentan que fue en una reunión de análisis de temas de agricultura, cuando el general de cuerpo de ejército Julio Casas Regueiro, mi­nistro de las Fuerzas Armadas Revo­lucio­narias (FAR), criticó al dirigente provincial que se mostró titubeante al desconocer las afectaciones sensibles que sufrían las personas en su radio de acción. Dicen que —en otra ocasión— no le faltó dulzura para estimular a un compañero que se sintió avergonzado por ser requerido, y le aconsejó que aquello debía convertirse en un reto para ser mejor. No te amilanes, sigue combatiendo, le dijo.

Así era el jefe militar, exigente para el trabajo, amigo con quien lo necesitara, padre y abuelo consecuente, como lo demostró su nieto Emilio, al declarar a Granma hace hoy justamente cinco años, el día de su muerte: “Siempre estaba en el momento correcto para dar un consejo, y sobre todo para dejarnos claro que las cosas había que ganárselas por uno mismo y con mucho esfuerzo”.
Por eso el general Julio Casas tiene un espacio en el corazón de los cubanos que lo recuerdan, por las “cifras” que se acumulan en su historial de valores, por el amor que profesó a su familia, y también por los triunfos que prodigó a la “madre mayor”, y que se registran desde el temprano 10 de marzo de 1952, con el inicio de sus actividades revolucionarias, tras el golpe de Estado de Fulgencio Batista.

El miembro del Buró Político y vicepresidente del Consejo de Estado, había colaborado desde su juventud con el Movimiento 26 de Julio y fue fundador del Segundo Frente Oriental Frank País. Con una estirpe oriental que —aseguran quienes lo conocieron— nun­ca abandonó, protagonizó múltiples combates y la ocupación de la ciudad de Guan­tánamo el primero de enero de 1959, como parte de la Columna 6.

El triunfo de la Revolución significó el inicio de responsabilidades en la jefatura de la Policía Nacional Revolucionaria, fuerzas con las cuales batallaría en Playa Girón. Luego, ocupó diferentes cargos en el Ministerio de las FAR, desde la atención de la Logística hasta ser viceministro; y más adelante jefe del Ejército Orien­tal, jefe de las Tropas de la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea Revolucionaria, sustituto del mi­nistro para la actividad económica y viceministro primero.

Méritos en su hoja de servicios constituyen también su participación como sustituto del jefe de la Misión Militar en la ayuda internacionalista de Cuba a Etiopía en 1978; su labor como fundador del Partido Comunista de Cuba y delegado a todos sus congresos, y diputado a la Asam­blea Nacional del Poder Popular; así como las múltiples condecoraciones y órdenes nacionales e internacionales recibidas —entre ellas el título honorífico de Héroe de la Repú­blica de Cuba y la Orden Playa Girón—, y su participación en el proceso de elaboración e im­ple­men­tación de los Lineamientos de la Política Econó­mica y Social del Partido y la Revolución, aprobados por el VI Congreso.

En líneas como estas, fustigadas por la tiranía del espacio, no pueden faltar las palabras del General de Ejército Raúl Castro Ruz, ante la Asamblea Nacional el 24 de febrero del 2008, al proponerlo ministro de las FAR: “No recuerdo haberle hecho durante estos últimos 50 años ninguna crítica de consideración”. Y más adelante, como muestra de su confianza en el político y estratega, comentó ante los presentes que era el único a quien daba facultades para vetar sus decisiones económicas, por sus probadas muestras de eficiencia y racionalidad.

En tiempos donde el imperativo de la economía demanda la optimización en el manejo de los recursos y el ahorro como premisas ineludibles, el ejemplo del general Julio Casas, ese hombre al que le sobran adjetivos, es fuente de donde beber algunas de las claves para emprender el futuro desde el presente, y la certeza de que son hijos como él los que necesita la Patria.

(Granma)