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Llega ‘la hora de la verdad’ a la lucha por la Casa Blanca

Faltan solo 8 semanas para las elecciones norteamericanas y la lucha ha entrado ya en su fase máxima, tanto entre los candidatos presidenciales como para los legisladores que son un elemento clave para la gestión del futuro presidente.

La campaña electoral norteamericana, que se va haciendo más y más larga, pues los candidatos van tomando posiciones ya con más de un año de antelación, entró en su etapa aguda este pasado lunes, cuando Estados Unidos se despide del verano al celebrar el Día del Trabajo el primer lunes de septiembre. Y este mismo día ambos aspirantes a la Casa Blanca recibieron una sorpresa con las encuestas de intención de voto. Hillary Clinton, que gozaba de una cómoda mayoría desde que el Partido Demócrata celebró su convención el pasado mes de agosto, ha visto cómo su ventaja se reducía al margen estadístico de error e incluso se desvanecía en uno de los sondeos. Su rival republicano Donald Trump tuvo el acierto de no lanzar las campanas al vuelo, pues ha de saber que esta ventaja en posibles votos totales no se ha de reflejar necesariamente en resultados electorales.

Al contrario, si la tendencia se mantiene, Trump podría convertirse en un caso extremo del candidato que pierde a pesar de recibir la mayoría de los votos, a causa de la peculiaridad del sistema electoral norteamericano, basado en una constitución que trata de mantener la relativa independencia de los 50 estados federados. Algo semejante ocurrió en las elecciones del año 2000, cuando George Bush llegó a la Casa Blanca a pesar de haber cosechado menos votos que su rival demócrata Al Gore, gracias a la ventaja en el sistema de cómputo conocido como el colegio electoral.
Con escasas excepciones, los estados entregan la totalidad de los votos al ganador, de forma que la victoria de un 51, un 60 o cualquier otro porcentaje de su victoria, se convierte en un 100%. Además, lo que cuenta no es el número de sufragios sino de votos electorales, que es el equivalente del número de escaños que cada estado tiene en el Congreso, de forma que una victoria mínima en un estado como Texas o California, con muchos legisladores, cuenta mucho más que varias derrotas amplias en estados pequeños, pues al tener menos legisladores aportan también menos votos electorales. Aún así, a pesar de la opinión negativa que grandes porcentajes del electorado tienen de Trump, si su popularidad sigue en aumento -o si los problemas legales de su rival Hillary Clinton siguen creciendo- podría romper todos los pronósticos y ganar las elecciones a pesar de elevado número de norteamericanos que tienen una opinión negativa de él.

Los zigzagueos de las encuestas en este momento todavía no tienen un carácter decisivo, pero dentro de tan solo dos semanas, tras el primer debate televisivo ambos candidatos presidenciales el 26 de septiembre, los sondeos de opinión ya indicarán con gran probabilidad de acierto quién será el próximo ocupante de la Casa Blanca.

Estos debates presidenciales son la primera oportunidad que el país tiene de medir a los dos candidatos que acuden a los mismos de forma muy distinta: mientras Clinton se prepara con un estudio intenso de las cuestiones y los matices, parece ser que Trump lo aborda más bien como una competición de estilo.

- El acierto de Trump.

Es algo que más bien produce sorna entre los expertos y los medios informativos, pero el magnate neoyorquino tal vez no vaya tan errado, pues hasta ahora su talento de apelar a los impulsos y sentimientos básicos de la población le ha dado muy buen resultado: con mucho menos dinero que sus rivales republicanos y sin el apoyo de las clases políticas, derrotó a 16 aspirantes a la nominación republicana.

Por otra parte, Trump tiene la ventaja de que la mayoría de la población cree que Clinton está más preparada y saldrá mejor de los debates, algo que juega a favor del contrincante con peores expectativas, pues tiene más probabilidades de causar una impresión mucho más favorable de la prevista.

A partir del primer debate, la carrera quedaría decidida, pero en esta ocasión hay un factor que pesa sobre Clinton, que es la amenaza de Wikileaks de divulgar más datos negativos acerca de ella. Si esto ocurre, y ocurre en la segunda mitad de octubre, es posible que el daño sea irreparable pues no tendría tiempo de contrarrestar su efecto negativo en la opinión pública.

De ser así, Donald Trump se convertiría en el primer presidente-empresario del país, lo que traería consigo una nueva serie de acusaciones de conflictos de interés. Pero no sería el primero en beneficiare económicamente: Para los Clinton y los Obama, el paso por la Casa Blanca significó convertir sus modestos patrimonios en respetables fortunas.

(Diana Negre, Deia)