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La crisis de Stormont (Declan Kearney)

Existe una expectativa popular sobre el modo en el que las instituciones políticas del norte de Irlanda deberían servir a toda la ciudadanía. Las y los votantes de Sinn Féin no consentirán ser gobernados durante más tiempo según los términos establecidos o dictados por el DUP. Esa era ha terminado

Martin McGuinness dimitió como primer ministro adjunto el 9 de enero debido a las serias sospechas de corrupción que apuntaban al corazón del Gobierno del norte de Irlanda relacionadas con la gestión del DUP, así como por la negación de la igualdad y los derechos. Dicha realidad continúa eclipsando el proceso político y como consecuencia la Asamblea y el Ejecutivo del norte de Irlanda siguen en suspenso.

Desde la celebración el 2 de marzo de elecciones a la Asamblea del norte de Irlanda se han llevado a cabo tres rondas de diálogo con el objetivo de reestablecer las instituciones políticas. La segunda ronda fue suspendida debido a la decisión de la primera ministra británica de adelantar las elecciones generales al Parlamento de Westminster. El 4 de julio pasado finalizó sin acuerdo la última ronda de negociaciones celebrada después de las elecciones a Westminster.

Sinn Féin comparte la amplia desilusión y la frustración pública generada por la falta de progreso. La realidad es que los primeros 17 días tras las elecciones al Parlamento de Westminster fueron derrochados por el DUP y el Partido Conservador británico. Ambos partidos decidieron llevar a cabo unas negociaciones paralelas con el ánimo de acordar el apoyo del DUP a la formación de un Gobierno británico en minoría y de orientación Tory. Dicho acuerdo influyó directamente en las conversaciones celebradas en el Castillo de Stormont cuyo objetivo era restablecer las instituciones de poder compartido.
Durante las otras dos fases previas de diálogo, en marzo y abril, el DUP se negó a entablar un diálogo sustancial sobre los temas que habían generado la crisis política. Su intransigencia ha sido posteriormente recompensada e incentivada mediante su alianza política formal con el Gobierno conservador británico.

Como consecuencia de todo ello, en las dos últimas semanas el DUP no ha tenido ninguna necesidad de abordar el fracaso de la implementación de los anteriores acuerdos –que tienen como fundamento el Acuerdo de Viernes Santo– y están relacionados con la lengua gaélica, la carta de los derechos humanos, los mecanismos para tratar los temas vinculados con el legado del pasado y otros aspectos relacionados con los derechos, como los relativos al matrimonio igualitario y medidas anti-sectarias.

Su oposición a avanzar en dichos temas ha sido oxigenada e inducida por el Gobierno británico. Este mismo Gobierno británico que ha generado un daño incalculable al proceso político desde su llegada al poder en 2010.

La actitud del Gobierno hacia el Brexit y la alianza con el DUP está marcando un rumbo que lleva hacia la colisión con los principios del Acuerdo de Viernes Santo. El eje anti-igualdad entre el DUP y el Gobierno británico ha quedado formalizado.

A cambio del apoyo del DUP para imponer nuevos recortes y políticas de austeridad en servicios de emergencia y otros sectores públicos, como los aplicados a los funcionarios que atendieron el infierno de la torre Grenfell (edificio que fue consumido por las llamas con decenas de personas en su interior), el Gobierno conservador apoyará la posición del DUP a la hora de negar políticas lingüísticas, matrimoniales y otros derechos sociales disfrutados por el pueblo en Inglaterra, Escocia, Gales y el sur de Irlanda.

Maliciosamente el DUP ha tratado de sacar de contexto el apoyo de Sinn Féin a la Ley de la Lengua Irlandesa (gaélico), intentando venderlo de cara al público como una cuestión de «superioridad cultural». El DUP ha ridiculizado y politizado la lengua irlandesa. La realidad es que la Ley de la Lengua Irlandesa es algo más que un mero reconocimiento del irlandés (gaélico). Básicamente trata de la igualdad de la identidad irlandesa en el norte de Irlanda y se ha convertido en un tema totémico dentro de la amplia agenda relacionada con la igualdad y los derechos.

Durante las últimas semanas se han llevado a cabo en Belfast manifestaciones sin precedentes en defensa de la lengua irlandesa y el derechos al matrimonio igualitario. Hace cincuenta años fue presentada en el norte de Irlanda la campaña por los derechos civiles y sus modestas demandas se toparon con una fuerte resistencia y violencia.

La «revolución por la igualdad» ha comenzado a andar y está siendo conducida por las nuevas generaciones inspiradas por una visión de cambio. Mientras tanto el DUP sigue enquistado en visiones y dogmas que son la antítesis de una sociedad moderna basada en los derechos. El Acuerdo de Viernes Santo estableció las bases para la igualdad, la paridad y el respeto mutuo, y desde ese mismo momento, el DUP ha pretendido vaciar de contenido el reparto de poder, la colaboración y la igualdad.

Las actuales negociaciones han estado enfocadas a la implementación de los acuerdos previos, los cuales no han sido adoptados ni por el DUP, ni los gobiernos británico e irlandés. Sin embargo, la cuestión sustancial que surge ahora es si el Estado del norte de Irlanda y el unionismo político pueden aceptar la paridad para la identidad irlandesa y la igualdad para toda la ciudadanía, sin importar el credo, la clase, el color o la cultura.

Las elecciones de marzo a la asamblea del norte de Irlanda conllevaron la pérdida de la mayoría que el unionismo disfrutaba en las instituciones políticas. Las elecciones a Westminster en junio redujeron la parte unionista del voto total por debajo del 50%. ¡Nunca había ocurrido algo parecido! El re-alineamiento político es un hecho de gran transcendencia en el norte de Irlanda y el potencial de cambio desatado por la dimisión de Martin McGuinness no puede ser devuelto al armario.

La política en el norte nunca será igual de nuevo. Ninguna ciudadana o ciudadano, ninguna parte de la sociedad será enviada de nuevo a los asientos traseros del autobús.

La revolución por la igualdad que incluye los derechos lingüísticos, de matrimonio, los derechos democráticos y la diversidad son la expresión del trabajo que dejó sin terminar la campaña por los derechos civiles y el Acuerdo de Viernes Santo.

El mandato electoral logrado por Sinn Féin en marzo y junio no es de chiripa. En la actualidad existe una expectativa popular sobre el modo en el que las instituciones políticas del norte de Irlanda deberían servir a toda la ciudadanía. Las y los votantes de Sinn Féin no consentirán ser gobernados durante más tiempo según los términos establecidos o dictados por el DUP. Esa era ha terminado.

El DUP solo podrá volver a gobernar cuando acepte el fundamento de los principios del Acuerdo de Viernes Santo, esto es, la creación de una sociedad anti-sectaria, inclusiva y basada en los derechos en el norte de Irlanda.

El Sinn Féin quiere que las instituciones políticas sean restablecidas con urgencia, pero no a costa de continuar con una intolerancia institucionalizada o con la corrupción política. Se ha establecido un nuevo estándar y no es negociable. Los derechos y la igualdad son una necesidad objetiva a la hora de regir la política y, por lo tanto, deben de ser la base de cualquier ejecutivo o asamblea que se cree en el futuro. Los sectores de la opinión publica progresista actualmente activados y movilizados en el norte de Irlanda no aceptarán menos que eso.

La única manera de avanzar conjuntamente es como una comunidad basada en un reparto de poder correcto y en el respeto mutuo. No se va a volver al status quo anterior al 9 de enero. ¡El DUP y el Gobierno británico tienen mucho sobre lo que reflexionar en los dos próximos meses!

(Gara)