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Perder las referencias históricas (Arantxa Triguero)

Miembro de la Junta Directiva de Andalucía Acoge y presidenta de Málaga Acoge

Olvidarnos de lo que en el pasado tuvieron que vivir miles de personas refugiadas nos hace cometer los mismos errores

Ya en 1951 la Convención de Ginebra definía como refugiado a aquella persona que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él.

Esta definición se hace en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, bajo el instrumento legal de proteger a millones de personas desplazadas en todo el mundo, la mayoría de ellas ciudadanos europeos en busca de protección.

En ese mismo panorama y con carácter temporal se creó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, conocido como ACNUR, con un mandato de tres años para, teóricamente, desaparecer transcurrido el mismo. Esto no solo no ha sido así, sino que ya llevan casi 70 años y su trabajo no cesa, al contrario, como ya hemos leído y visto en todas las noticias, Europa ha experimentado el mayor desplazamiento de personas desde la Segunda Guerra Mundial. El número de personas que se ha visto obligada a abandonar sus hogares a causa de las guerras, las violaciones de los derechos humanos, el subdesarrollo, el cambio climático, violencia de género u orientación sexual nunca ha sido mayor. Más de 60 millones de personas, de las cuales la mitad son niños, han huido de la violencia o la persecución y hoy son refugiados o desplazados internos. Otros 225 millones de personas son migrantes que han abandonado sus países en busca de mejores oportunidades o simplemente para sobrevivir.
No hace falta recurrir a personas como Nadia Comaneci, Sigmund Freud o Victor Hugo para tomar sensibilidad hacia los refugiados. No todos los refugiados son personas ilustres, pero todos ellos tienen el denominador común de aspirar a vivir en armonía y con las preocupaciones propias del día a día como cualquiera de nosotros y no temer que su vida o la de su familia corra peligro.

Que la historia es cíclica, es sobradamente conocido. Paul Preston ya decía que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir sus errores, pero aunque los anales de la Segunda Guerra Mundial están llenos de crónicas de huida de refugiados a los que se les negaba el derecho de asilo en determinados países, la memoria es frágil y selectiva y no nos puede hacer caer estos hechos en el olvido.

El pasado mes de diciembre tuve la oportunidad de estar en Lesbos, en el campo de refugiados de Moria, en el que una torre de Babel de más de 3.000 personas está a la espera de ser trasladada a la Europa continental. Personas que sólo aspiran llegar al continente de los derechos humanos y la democracia con el único objetivo de estar a salvo de la barbarie. Esta vez los que huyen no son europeos pero los motivos de su huida son igual de legítimos. No caigamos en los mismos errores.

(Novus Orbis, El Diario)