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Liderazgos agotados (Josep Ramoneda)

Hay sensación de marasmo en la política española, que en buena parte viene de la cuestión catalana que ha polarizado tanto el debate que ha convertido en intrascendentes los demás temas de la agenda. Se ha dicho que Cataluña no puede salir de España pero sí puede erosionarla considerablemente. En política, ya estamos en este punto. No hay espacio para un debate serio sobre cuestiones esenciales: una agenda española para el próximo ciclo europeo, la extensión de los beneficios de la recuperación económica, las políticas de igualdad entre hombres y mujeres, el futuro del trabajo y de las pensiones, la prioridad a la investigación y al desarrollo técnico, la supresión de las leyes sobre las que se sustenta la deriva autoritaria propiciada por el PP, el fortalecimiento político de las ciudades, la reforma del Estado y, por supuesto, la recuperación de la relación institucional en el conflicto catalán.

Pero creo que la mala pinta viene también de la crisis de liderazgo. Tres protagonistas están en vía muerta, aunque se nieguen a reconocerlo, y dos, en período de definición. Rajoy, Iglesias y Puigdemont son líderes que han perdido autoridad y confianza, sin posibilidad de recuperarla. Lo que les convierte en verdaderos obstáculos para sus organizaciones.

El proceso catalán puede llevarse por delante a Rajoy, porque haberlo parado en el último momento no le libera de la irresponsabilidad acumulada durante cinco años de inacción política, que es lo que en Europa nadie entiende. Pablo Iglesias se forjó en la creación permanente de golpes de efecto. Una estrategia que si no consigue el objetivo pronto se agota con rapidez. Ganó Vista Alegre II en una pelea defensiva, propia del que ya ha perdido la seguridad en sí mismo, y su estancamiento engrandece a quien perdió entonces, Íñigo Errejón, que había leído mucho mejor la realidad. No haber facilitado la formación de un Gobierno del PSOE en 2016 ha colocado a Podemos en la pendiente. Carles Puigdemont, que empezó a arruinar su autoridad al no convocar elecciones en octubre, tiene al independentismo empantanado, incapaz de asumir la derrota, de la que su fuga levantó acta, y de dejar paso para que el soberanismo reconstruya su estrategia en un nuevo contexto. De lo que tarden los tres en salir de la escena dependerá que la política recupere pulso y reconocimiento.
Mientras, Pedro Sánchez atrapado por la cuestión soberanista, sigue siendo transparente. Nadie percibe su presencia. Y Albert Rivera, con el viento de cola, tiene que traducir en autoridad y proyecto un éxito favorecido por la debilidad de Rajoy.

(El País)