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Enculturación y educación como trayectorias divergentes en la construcción de la identidad de género en el patriarcado gitano (María Esther López Rodríguez, Alexia Sanz Hernàndez)

María Esther López Rodríguez, Universidad de Zaragoza, estherlo@unizar.es - Es Doctora en Sociología y Politóloga. Es profesora de Sociología en la Universidad de Zaragoza, Técnica Intervención Sociolaboral y Agente de Igualdad. También ha realizado actividades en la Fundación Secretariado Gitano y en la Valencia International University

Alexia Sanz Hernàndez, Universidad de Zaragoza, alexsanz@unizar.es - Es Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universitat de València. Estudi General (1989) y Doctora en Sociología por la Universidad de Zaragoza. Profesora Titular de Sociología de la Universidad de Zaragoza, imparte clases de Recursos Humanos, Sociología del Trabajo y Técnicas de Investigación Social en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Teruel, donde además ocupa el cargo de Vicerrectora del Campus de Teruel

En el presente artículo se plantea una reflexión en torno a una divergencia detectada en trayectorias vitales de mujeres gitanas, situada en la intersección entre enculturación-educación, cuando cruzan una línea desde la cotidianidad a la socialidad, mientras «escriben y reescriben sus historias dentro de ciertos límites» señalados por la dimensión contextual. A ambos lados de la línea y entre paradigmas, acumulan aprendizajes informales y formales que constituyen el sentido de identidad. Los primeros durante la enculturación, con el grupo de referencia que define su identidad como mujer gitana en el paradigma tradicional. Los segundos durante la socialización, mientras se alejan de la línea de cruce y permanecen en el sistema educativo y laboral en el paradigma de la modernidad, compartiendo significados con coetáneos y congéneres. El resultado es una identidad compleja, moldeada en la doble dimensión individual y social en espacios culturales y marcos sociales diversos.

Profundizamos en perfiles de trayectorias relatadas en primera persona y construidas como un puzle de configurado por hitos y mandatos en correlato con la estructura patriarcal de referencia, elaborados con la metodología cualitativa (entrevistas biográficas, narración, conversación y observación) y analizados con la teoría fundamentada en dos dimensiones claves, la psicológica y la contextual.

- 1. Introducción.

En este artículo (1) incorporamos reflexiones en torno a trayectorias divergentes de mujeres gitanas con recorridos sinuosos hacia su objetivo final: ser lo que se espera de ellas. Esta divergencia, la hemos conceptualizado como identidad de género, en fase de emergencia y construcción, que surge de las entrañas de una estructura relacional de corte patriarcal y perfil androcéntrica. Las biografías que se encarnan en estas trayectorias cruzan diariamente el umbral de la cotidianidad, desde aprendizajes informales que en la enculturación definen su ser mujer gitana en los marcos de la tradición. Al salir, alejándose lo máximo que aspiren o alcancen, atraviesan aprendizajes formales, interactuando por zonas de contacto intercultural e integrando valores enmarcados en la modernidad. El resultado de esta acumulación, adhesión e integración da paso a una identidad compleja, que se moldea en una doble dimensión de la vida cotidiana y de contextos, espacios culturales y marcos sociales diversos (Alheit y Dausien, 2009). Es una complejidad que se nutre de la dialéctica individualidad-socialidad, revelando una tensión alojada en la intersección enculturación-socialización, o entre aprendizajes informales y formales.

Las trayectorias divergentes que hemos identificado recrean un conflicto alojado en la relación entre sujeto y grupo: la mujer gitana y su contexto social intra y exo grupal. La divergencia, al cruzar la línea de la cotidianidad, produce biografías como principios constituyentes más que como construcciones construidas, ahondando la reflexividad antes que la auto poiesis (Luhman, 1997) que aleja del grupo referencial. Cuando la mujer gitana prioriza anhelos individuales por encima de solidaridades grupales, crece la incertidumbre del self (Mead, 1934; Goffman, 1957) y la perplejidad ante el resultado de las decisiones y las acciones. Un riesgo que requiere convergencia en la fase constructiva que no aleje al sujeto muy lejos del punto de partida; pero que no le devuelva a la antesala del umbral sin haber conseguido su ser para sí o la identidad de género.

Mediante la metodología cualitativa hemos podido captar narraciones y percepciones que hacen a la esencia de las representaciones sociales de las biografías y las prácticas efectivas en el contexto de la cotidianidad. Se elaboraron 18 entrevistas biográficas, se observó e interactuó con mujeres gitanas de distinta condición y en distintos contextos sociales a lo largo de 14 años. El análisis de resultados se estructuró en perspectiva de la Teoría Fundamentada (Crabtree y Miller, 1999; Andreu y Pérez, 2009; Trinidad et al., 2005) produciendo un relato coral que permitió identificar trayectorias en distintas fases de construcción identitaria. Incorporando el concepto de biograficidad, hemos focalizado en el resultado de las acciones biográficas para aproximarnos a los efectos sociales que producen y a su vez, a las estructuras sociales y modelos culturales que subyacen a dichas acciones. (Alheit y Dausien, 2009: 2).
- 2. El contexto social: la ciudad.

La mirada a mujeres urbanas, despojadas de un contexto particular –barrio, apellido, filiación–, y rodeadas de los estímulos disponibles en los espacios de intercambio de la ciudad, refleja la imagen de un sujeto invisible y oculto en los entresijos de la cultura y valores de la modernidad; un sujeto que, merodeando el disfrute de los derechos de ciudadanía plena, se aleja del control social inherente a los entornos tradicionales donde prima la grupalidad, el consenso colectivo y donde hay poco margen a la individualidad. La reflexión en torno a biografías de mujeres gitanas urbanas que cruzan una línea diariamente, desde y hacia la cotidianidad, transitando entre dos paradigmas relacionales –tradicional intra grupal y moderno exo grupal–, revela una incertidumbre sobre el resultado del intercambio y la integración de estímulos recibidos durante el proceso de socialización –educativo, laboral, social–, acrecentada cuanto más tiempo dure el intercambio.

Nuestro análisis se centra en biografías de mujeres gitanas en Zaragoza (2) cuyas narraciones vitales nos han permitido elaborar un relato coral que fue construyendo perfiles muy definidos de mujeres en distintas fases de maduración de la identidad individual y también de género (3). Partimos de la identidad étnica con la que se identifican, atravesando un correlato de hitos, dudas, cuestionamientos personales y grupales, para acercarnos a sinuosas trayectorias plagadas de dudas, altas dosis de reflexividad, y en algunos casos autopoiesis. Trayectorias divergentes que viven una doble tensión paralela pero acumulativa: dentro del grupo con lo que se espera de ellas y fuera de él por la misma razón; que en analogía de cohortes, permite observar hasta dónde y cuánto han avanzado, resignado, desechado o integrado conforme avanzaban en maduración como sujetos. Desde esta mirada se puede captar cómo es entendido el proceso de toma de decisiones individual a un lado y otro de la línea de cruce.

En este contexto, entendemos que la divergencia de trayectorias constituye la antesala del cambio y agudiza la dialéctica socialidad-individualidad; a la vez que constituye un acto de alejamiento reflexivo del sujeto. En primera instancia las trayectorias están condicionadas por el contacto intercultural y la institucionalización de la socialidad en el entorno educativo formal reglado y obligatorio; conforme el sujeto permanece en el tiempo e interactúa en ese entorno y lo extiende a lo laboral y a las relaciones sociales, se produce una brecha evidente entre el marco valorativo y cultural del grupo y el punto de llegada del sujeto en trayecto. Aquí se sistematiza la divergencia a partir de un punto de partida cimentado de valores y mandatos que vertebran la identidad étnica y cultural de referencia.

En este contexto, las trayectorias divergentes son biografías constituyentes de sujetos que a base de reflexividad y decisiones, actúan e integran estímulos informacionales que acrecientan sus posibilidades de elección conforme interactúan y se alejan del punto de partida y asumen como inevitable el choque entre aprendizajes y también el «proceso de cambio que cuestiona la estructura patriarcal» (Dausien, 2009: 3).

- 3. Las herramientas de análisis: las trayectorias biográficas divergentes como factor de cambio cultural.

La estructura metodológica fue construida desde el paradigma de la investigación acción y la perspectiva de la teoría fundamentada (Crabtree y Miller, 1999; Strauss y Corbin, 2002; Carrero y Soriano, 2005; Andreu y Pérez, 2009). La combinación de narración (Bamberg, 2012; García-Huidobro, 2016) y observación, permitió identificar mandatos que fundamentan el sistema de valores, a través de hitos personales que condicionan la minoría o mayoría social (Mair, 1998) a un lado y otro de la línea.

En las entrevistas biográficas, las mujeres refieren un momento de cambio que se oye en los entresijos de la conversación (San Martín, 2014). Los relatos y entrevistas biográficas han permitido oír significados (Vallés, 2014) y reflejan una tensión entre dimensiones, transitando entre paradigmas, mientras se construye el relato de identidad, de cambio, de trayectorias y perspectivas de adaptación a los estímulos a ambos lados de la línea.

El relato coral, producido desde la propia voz, fue guiando por caminos que revelaban dilemas y conflictos internos planteados al afirmarse la identidad de género en perspectiva del patriarcado que cosía el interior del sistema relacional. La interacción continuada con las mujeres gitanas (Sanz Hernández, 2005) ofreció un símil de estudio etnográfico antropológico donde se produjo la conversación, la observación y la escucha que permitieron diseñar el andamiaje de hipótesis, categorías de análisis, variables y sustentarlas en la perspectiva constructivista de la teoría fundamentada.

Desde los conceptos se visualizaron las trayectorias, identificando el punto en el que se encontraba cada una de las mujeres para de manera comparada y sintética relatar los dilemas emergidos de la triada reflexión-decisión-acción, dando nuevas categorías de análisis como han sido las culpas, las dudas, las renuncias, los abandonos, las rupturas, la frustración, el apayamiento (4).

Al incorporar la teoría de la biograficidad (Alheit y Dausien, 2007) a la interpretación del relato coral, hemos podido ampliar la mirada a las relaciones del sujeto con su entorno, favoreciendo la interpretación de los dilemas y conflictos internos en la fase de afirmación individual y durante el proceso de construcción de la identidad de género. La confrontación enculturación-socialización es una resultante de la convergencia de la biografía tanto como experiencia personal, como vivencia social e integradora de los estímulos captados en los ámbitos de interacción. La biograficidad nos permite interpretar la divergencia en las trayectorias como confrontación entre el ser para sí y el ser para otros. Por ello, nos servimos de la identificación de los distintos ámbitos de aprendizaje en los que se desarrolla la mujer gitana, para al fin converger en los perfiles biográficos de trayectorias que no cumplen con lo que se espera de ellas.

- 4. Modelos culturales subyacentes a las biografías.

En su trabajo «En el curso de la vida: textos sobre educación, formación, biograficidad y género» Peter Alheit y Bettina Dausien (2007) reflexionan sobre aprendizajes formales e informales, su influencia en la construcción identitaria y lo que importa a nuestra reflexión: la trastienda de decisiones y acciones en los aprendizajes biográficos particulares durante la integración de saberes acumulados durante las interacciones y en el contexto social: «Frecuentemente no nos damos cuenta de los elementos de nuestro trasfondo de saber biográfico más que cuando damos un paso en falso, llegamos a un cruce o tenemos la sensación de que el suelo se hunde bajo nuestros pies». (Alheit y Dausien, 2007: 54).

Desde esta perspectiva, podemos fijar un eje de conflicto que rodea las trayectorias divergentes de mujeres gitanas que en perspectiva del grupo parecen dar un «paso en falso» en lo que les pertenece en los parámetros intragrupales. En un símil de abismo generacional o momento de cambio, emociones como penalización y culpabilidad, cargan al sujeto de dudas frente a la acción y de reflexividad en el punto de cruce en los espacios de intercambio a ambos lados de la línea. Es cuando perciben que se quedan sin suelo donde pisar o lo que algunas entrevistadas han referido como temor en la fase de alejamiento de una recta de referencia durante el cruce de línea. Durante la maduración del yo, los propios muestran perplejidad y hasta rechazo por las decisiones de autorrealización (Giddens, 1997: 101). Frente a esto las mujeres gitanas decididas a mudar de piel, ganan espacios de libertad a fuerza de disimulo y auto gestión del tiempo de cambio propio.

El complejo identitario de la comunidad gitana, resiste en su estructura, viviendo con perplejidad el cambio y la tensión esgrimida a los sujetos que transitan entre los paradigmas tradicional y moderno, en espacios donde prima la individualidad en la grupalidad, y el egoísmo racional frente a solidaridades comunitarias: Ante ello, perciben que la enculturación referencial que vertebra la identidad y el sistema de valores, está sometida a una revisión y como un virus de autonomías y libertades emerge la individualidad en toda su expresión. La respuesta de resistencia es cuestionar y deslegitimar al sujeto, abriendo abismos bajo sus pies, extremando la reflexividad individual para decidir y actuar conforme a lo que se espera de ella:

«Si el individuo decide claramente y está seguro de sus metas al emprender acciones puramente egoístas, la masa lo hace cara a todas sus metas; no conoce el dualismo entre impulsos egoístas y altruistas en el que el individuo se encuentra a menudo sin poder resolverlo y que tantas veces hace que, a través de ambos, se quede palpando el vacío». (Simmel, 2002: 59).

- 4.1. La enculturación o los aprendizajes informales entre paradigmas. El suelo donde pisa una mujer gitana.

La mujer gitana aprende a situarse en la estructura social durante la enculturación, mediante valores y ritualidades inculcados por las generaciones precedentes –siendo la madre el referente principal–. Desde pequeña incorpora a su deber ser mandatos con arreglo a valores que definen la identidad cultural y con arreglo a fines que vertebran la familia patriarcal gitana. Conforme madura socialmente, la mujer gitana, integra y desarrolla acciones que responden a un principio de solidaridad orgánica para garantizar la pervivencia grupal (San Román, 1997; Amorós,1985; Durkheim, 1987). La mayoría social se alcanza con el cumplimiento de hitos que conforman la identidad como gitana (ser esposa, madre, ser formal, ser respetada), por lo que hacer lo que le pertenece, afirma su sentido de pertenencia y auto identificación étnica. La identidad cultural es aprendida y ejercida como factor de cohesión grupal.

El proceso de enculturación es el artífice de la identidad cultural y necesita de la narración como legítima portadora de los significados subyacentes a los mandatos a cumplir para alcanzar el ser y deber ser de una mujer gitana. Con la réplica de estos valores de generación en generación, se garantiza la supervivencia. Por tanto, las acciones y decisiones individuales, serán en función del grupo y deberán demostrar que no ha habido ni merma ni pérdida de identidad durante la permanencia en las zonas de intercambio intercultural, en los exteriores de la línea de la cotidianidad y del umbral de la puerta intragrupal. Es decir, las mujeres gitanas caminarán por una senda donde deberán conjugar deseos individuales con el beneficio colectivo, manteniendo la identificación individual integrada con la mirada del otro, y configurando un dilema existencial de difícil solución en el que espera reconocimiento en la mayor o aceptación en la menor (Pateman, 1987; Beauvoir, 1949, 2016). De no ser así, su figura será deslegitimada, y sus decisiones y actos cuestionados por las estructuras de poder que la culpabilizarán de contravenir los principios de solidaridad orgánica intrínsecos a la identidad cultural.

La estructura social gitana alberga dinámicas relacionales análogas a las de contextos donde los individuos son ‘constructores’ activos de su identidad personal conforme a lo establecido (Castells, 2001; San Román, 1997) y donde «cualquier otra persona puede ‘manipular’ en sus biografías como mujer o como hombre» (Dausien, 2007: 65) para organizar los roles dentro de la familia patriarcal. En este estudio, las mujeres gitanas participantes refieren que quien sabe lo que le pertenece debe cumplir cuatro mandatos clave como sentido identitario y como medida de reconocimiento intragrupal: Cuidar, Respetar, Obedecer y Servir. Del análisis de mandatos, hemos construido un marco CROS de interpretación de las decisiones y las acciones y de cuyo cumplimiento deriva un decálogo que hemos sistematizado conforme a la reflexividad exigible para llegar a ser lo que se espera de las mujeres gitanas para alcanzar la madurez social en los términos de su estructura social. Este decálogo está vinculado además a «manipulaciones» en sus biografías por decisiones tomadas por otros (sus padres, sus maridos, sus mayores). Al mismo tiempo, de este decálogo surgen dos elementos clave de la identidad como gitanas: sentido identitario y reconocimiento intragrupal.

En los relatos hemos detectado una serie de decisiones sustanciadas en injerencias «de otros» y decisiones propias con arreglo a fines y sujetas a valores:

1. Dejarás de estudiar por cuidar a tus hermanos.

2. Dejarás de estudiar por cuidar al esposo y la casa.

3. Dejarás de disfrutar del ocio por cuidar o acompañar a un enfermo.

4. Dejarás de buscar un empleo normalizado por no poder conciliar.

5. Padecerás la mirada condescendiente de la sociedad mayoritaria.

6. Permitirás que se te coloque en posición desigual.

7. Permitirás que se te presuma una menor social.

8. Permitirás que se te considere incapaz de tomar decisiones y asumir riesgos.

9. Cancelarás tu individualidad.

10. Censurarás tu egoísmo racional.

«Yo no tenía carnet de conducir, que es la base, que si no tienes carnet no puedes salir a los mercados ni nada (…) Con que me costó muchísimo sacármelo (…) Lo pasé muy mal. Mis hermanos me decían: carnet ¿para qué?». (EM.3).

«Cuando te casas, sabes que pasas a un segundo plano, la prioridad es la casa, el marido, los niños cuando vienen (…) Juntar el dinerito para salir adelante». (EM.1).

«Ahora no toca estudiar, toca trabajar y llevar dinero a casa, la cosa está muy mal». (EM.2).

«(…) los padres han confiado en mí, me han confiado a sus hijas (…) porque saben que están trabajando con una persona que sabe lo que le corresponde por ser gitana». (EM.4).

Estas y muchas otras decisiones narradas en primera persona, dan cuenta de funciones de rol y de género, que es el ser para otros. Son el trasfondo de unas biografías maduradas en una identidad étnica que las ha posicionado bajo el ámbito de la heteronorma, demandando una adhesión voluntaria y comprometida de generaciones de mujeres y jóvenes que entienden que cumplir con lo que se les ha enseñado en la antesala del cruce de la línea imaginaria que conduce al afuera de la socialidad exogrupal, es la manera de obtener reconocimiento y experimentar un sentido de pertenencia reforzado en proporción a los hitos cumplidos conforme manda la tradición.

Para poder entender la divergencia que da paso a la individualidad, construimos una trayectoria biográfica modélica con arreglo a valores y fines determinados por la identidad étnico-cultural (ver Gráfico 1). Un esquema de hitos y mandatos (5) enculturados con el aprendizaje narrativo coherente con el sistema estructural auto referencial. Para ello se ha observado durante más de cinco años a una mujer que compartió la socialización educativa mientras fue obligatorio (hasta los 16 años) y dio cumplimiento a un mandato de rol: pedimiento y compromiso. Se incorporó al entorno laboral por deber de solidaridad orgánica y se mantuvo en él, en espera de cumplir un hito mayor con el matrimonio. La adultez social progresa desde ese momento y se profundiza durante la convivencia en casa de la suegra, bajo su observancia y enculturación generacional y de rol. Afianza su trayectoria con la maternidad, aunque de momento no ha fructificado en hijo varón (necesario para continuar la raíz patrilineal). Cada uno de estos pasos en su trayectoria son hitos hacia la adultez social donde el cumplimiento de mandatos es un eje de legitimidad y reconocimiento.


- 4.2. Los aprendizajes formales: el sistema educativo constructor de individualidades y ciudadanía.

Los aprendizajes formales, dentro del sistema educativo, son elementos esenciales en la construcción de la identidad. Las trayectorias divergentes, que no cumplen con lo que se espera de ellas en tiempo yforma, representan un símil de abismo generacional convergente en la tríada luhmaniana de reflexión-decisión-acción. Al alejarse del punto de partida, la mujer gitana- en fase autorreflexiva o autopoiética acusa o es acusada de crisis de adhesión o (des)identificación en idénticas dosis y delinea trayectorias impregnadas de rebeldía juvenil, en la periferia del grupo, con un sentido de identidad cultural propio y cercano a la identidad de género.

En estas trayectorias se percibe una incipiente autonomía y autogestión del trabajo biográfico, que, primero fija un principio de determinación análogo a la conciencia de género y como paso evolutivo de la identidad cultural; y, segundo, cuestiona el sistema relacional, la distribución del poder intergéneros e intergeneracional y el reconocimiento y legitimidad de la individualidad dentro del grupo.

Las mujeres en esta fase refieren trazar caminos propios, llegando a romper un vínculo que han sentido estancado y del que han logrado salir, viendo caer las vendas o escudos de protección. Una voz ha referido alienación autopoiética, en una especie de destierro emocional: «He vivido sometida desde pequeña por un lado a una rigidez bastante fuerte ¿no? Por un lado, la evangélica, y por otro lado la gitana. Son dos metas pues bastante complicadas que te hacen tener como muchas vendas y no te hacen ver más allá. Esa era la sensación que yo tenía». (EM.5).

Sin llegar al extremo, en la dimensión personal, la reflexividad sobre la permanencia cuanto más tiempo en la socialización formal del entorno educativo y laboral, ha dado lugar a posiciones favorables a la modernización convergente con la permeabilidad positiva al contacto intercultural. Han aceptado la «manipulación» de otros y sitúan en los aprendizajes formales los elementos que propician la superación del déficit de reconocimiento que acarrea el grupo de referencia. Al hacerlo, aceptan cargar sus mochilas de identidad con productos acumulados a ambos lados de la línea; en el trayecto de vuelta refieren sentirse observadas con desconfianza por los suyos que bareman su gitaneidad en base al cumplimiento de mandatos y a riesgo de ser acusadas de apayadas (López y Sanz Hernández, 2017).

«En un contexto de esquizofrenia estructural entre función y significado, las pautas de comunicación se rompen cuando deja de existir, ni siquiera en forma de comunicación conflictiva (como sería el caso de las luchas sociales o la oposición política), los grupos sociales y los individuos se alienan unos de otros y ven al otro como un extraño, y al final como una amenaza. En este proceso, la fragmentación social se extiende ya que las identidades se vuelven más específicas y aumenta la dificultad de compartirlas». (Castells, 2001: 29).

En esta fase, las mujeres pretenden neutralizar las herramientas de la identidad de resistencia para alcanzar un ser para sí, asumiendo un doble riesgo: a) perder el sentido de pertenencia; b) crear artificios emocionales bajo simulaciones.

Las trayectorias que atraviesan el umbral muestran sujetos que han llegado más lejos atravesando el estigma alienante, alienándose ellas mismas, manteniendo un hilo conductor con la raíz; produciendo biografías reflexivas que no han conseguido legitimarse como identidad proyecto, que muestran elementos convergentes con la identidad de género: autonomía, revisión de valores, igualdad o subversión del poder. Estos sujetos han neutralizado el control social y trabajan por mantenerse así, capitalizando la alienación como margen para reinterpretar significados y valores. Luchan por alcanzar la individualidad en un ámbito de socialidad negociada, pretendiendo desterrar la cultura de la obligatoriedad que les ha sometido a máxima tensión e incomprensión a ambos lados de la línea.

«Siempre he tenido un genio muy fuerte y a lo mejor me han dicho: no, no hagas esto, no vayas a este lado y yo he hecho lo que he hecho y luego les he hecho entender: es lo que quiero y es lo que voy a hacer. Eso, siempre, mira, me gustaría que la gente tuviera ese empeño en hacer las cosas. Que te equivocas, siempre aprendes una lección que te sirve para más adelante (…)». (EM.4).

- 5. «Efectos» sociales de las biografías como principios constituyentes.

Siguiendo la mirada de Alheit y Dausien respecto del valor del aprendizaje biográfico como eje constructivo de identidad, en este caso y atendiendo al valor prioritario que se da a la enculturación en el contexto gitano, la preponderancia de los aprendizajes informales que definen al sujeto, condicionan su capacidad autopoiética por la amenaza que representa la emergencia de la individualidad. De ahí que, en los relatos, la divergencia detectada es todo aquello que contraviene lo que se espera de las mujeres gitanas en los parámetros de la gitanidad.

La capacidad del sujeto para organizar esos aprendizajes y construir una trayectoria coherente con sus anhelos personales frente a los deberes grupales, contraviene el sentido de lo que le es dado como valor de vida. En estos casos, si la pretensión es no alejarse demasiado del punto de partida, la primacía del contexto social sujetará la acción, limitando la gestión de la identidad y la biografía ya no será un principio constituyente sino una construcción construida por los marcos del patriarcado gitano (Alheit y Dausien, 2000: 57). De ahí, que la tensión acumulada se alojará en la intersección entre la definición de la identidad del sujeto con los aprendizajes acumulados a un lado y al otro de una línea imaginaria entre lo cotidiano de lo propio y de los otros: «Entender la gitaneidad desde tu mirada, no es apayarse. Yo soy gitana digan lo que digan». (EM.6).

Como decíamos, la cultura de la obligatoriedad es la herramienta de injerencia de la que se vale el grupo para manipular las trayectorias biográficas. Frente a ello, las mujeres gitanas acumulan efectos emocionales que guardan en la mochila de identidad al regresar cruzando la línea: culpas, renuncias o simulaciones frente al acatamiento de mandatos, «todo por no romper» o «por no salir de la manada».

La culpabilización por no ser lo que se espera de sí como mujer gitana ha añadido angustia a la relación entre individuo y grupo, agudizando el dilema entre ser y deber ser. Frente a ellos, las mujeres proponen una convergencia con el discurso autolegitimante de valores y mandatos. En este perfil hemos identificado varias posiciones definidas: a) la de quien merodea la línea, se aleja un poco con bajo riesgo de salida o ruptura con el grupo. «(…) lo que tengo que trabajarme es una cultura que tiene unos valores muy bonitos, a los que no quisiera renunciar nunca como es el respeto a los mayores, como es la unidad familiar, el cuidado de los niños pequeños, la sobreprotección con la mujer» (EM.8). b) La de quien ha construido su línea personal entre su propio adentro-fuera adhiriendo a la esencia de los valores y con mayor riesgo de alienación en fase de ruptura inminente: «Yo sé lo que soy, no voy a cambiar por la presión familiar (…) Soy fan del progreso, la igualdad de género y las personas que luchan por lo que quieren» (EM.6). Por último, la posición c) la de quien puede salir, volver y merodear una recta que no dejará como referencia de lo que son sus valores y su identidad étnica, cultural y personal: «(…) la cultura gitana es una recta, ¿vale? y yo sin desprenderme de la recta, he dado alguna curvita, pero he vuelto a la recta (…) [yo] no quiero perder esa recta, quiero seguir en esa recta. Haciendo cosas a los lados, pero sin salirme del camino» (EM.7).

- 5.1. Trayectorias que se alejan del umbral: divergencias extremas.

Durante la escucha de voces emergentes de género se han detectado señales de esa tensión, mientras tejen trayectorias de promoción personal con arreglo a los valores de una modernidad urbana, que intentan compatibilizar con valores identitarios y culturales auto referenciales. Mientras el conflicto se sitúa en el cuestionamiento interno, la revisión de esquemas mentales con arreglo a fines y mandatos de rol con arreglo a valores, el cambio de paradigma que permita reestructurar el sistema patriarcal dominante que condiciona la identidad de género.

La aprobación de los suyos es lo que desvela a buena parte de las mujeres gitanas que saben lo que les pertenece y que negocian y se esfuerzan por demostrarlo. Al mismo tiempo, el reconocimiento desde el exterior aleja al individuo al otro lado del umbral, al exterior y ralentiza la vuelta a casa o al espacio de la tradición. En el afuera es donde radica la percepción de una imagen distorsionada y exigente al sujeto en construcción, acelerando el proceso de auto reflexión y autopoiesis que se localiza en la intersección de la gitaneidad, la femineidad, la modernidad y la tradición.

La capacidad de organizar sus experiencias es un punto de conflicto donde la gestión del tiempo es clave para la construcción de la identidad y en la mujer gitana se produce una dicotomía existencial entre la convivencia en un sistema sexo-género más modernizante del exogrupo y el sistema sexo-género del patriarcado tradicional en el intragrupo. Ahí surge el conflicto por la decisión a seguir, fruto de las velocidades del cambio en los distintos ambientes de desarrollo.

En la gestión de los tiempos es donde se ha localizado la variable control social que mantiene al sujeto ligado a la estructura a través del sistema de valores. En este foco es donde emerge la conciencia emic de que el retraso de los mandatos, la negociación para su cumplimiento, dejar pasar el tiempo sin decidir nada o elegir no cumplir con lo que se espera de ti, va dejando intersticios de subjetividad para la autoconstrucción individual dentro del grupo, apurando la modificación de habitus mientras se introduce la concepción de género durante el proceso. Es una tarea ardua y que requiere de mucha «mano izquierda», pero es donde más se han detectado avances, retrocesos, abandonos y renuncias.

Un factor crucial en la toma de decisiones es el retraso del cumplimiento de mandatos y la gestión del tiempo es clave en la toma de decisiones: estudiar más allá de lo obligatorio; trabajar con fines profesionales; autonomía personal. Es clave el propio empeño y la voluntad de continuar avanzando, en un entorno que somete al sujeto a la minusvaloración y al estigma de «apayamiento»: «si hablas mejor: hala, apayada. Si te vistes mejor: mira la apayada. Si piensas más: apayada» (EM.6).

Hemos esquematizado estas trayectorias en fase reflexiva y divergente, que muestran una toma decisiones más vinculada al ser para sí. Partiendo del gráfico «Representación de una trayectoria modélica hacia la adultez social en entorno tradicional» (p.8). Se han fijado cuatro variables: 1) punto de la trayectoria, análogo a la choice de Luhman (1997); 2) mandatos a cumplir; 3) efectos del proceso de decisión individual y la acción emprendida y, finalmente,4) la dimensión tiempo con la conjunción decisión-riesgo, vinculada al paradigma de la sociedad moderna.


La capacidad para desarrollar estrategias de negociación –o explicar las decisiones– no aleja del todo de los mandatos y posiciona su mejora personal en beneficio del grupo. Es decir, al tiempo que ganan espacio para un egoísmo racional a su propio ritmo, ofrecen una solidaridad orgánica modernizada y modernizante en favor de una imagen grupal positiva en el afuera.

Las mujeres han verbalizado cotas de sacrificio personal durante la auto gestión biográfica, con demostraciones de adhesión a valores en prevención del juicio de los suyos. Esto ha significado, muchas veces, interrupciones en las trayectorias por no anteponer intereses individuales a los grupales: «(…) cuando me casé mi marido al principio veía bien que estudiara. Pero yo estudiaba en adultos y volvía a casa a las 10 de la noche a casa, me dijo:¡ah, no! y lo dejé, por amor lo dejé» (EM.5).

En la fase más crítica, superada la reflexividad y cercana a la autopoiesis, se dirimen las decisiones entre alejarse de la manada o neutralizar las manipulaciones biográficas por parte de los otros. En esta fase, las decisiones son más drásticas a nivel personal y a nivel contextual.

Son mujeres que no han podido cumplir con lo que se esperaba de ellas:

a) No han tenido hijos, gestionando su autonomía y el control de la natalidad: «(…) no tuvimos hijos, no, no lo veía, la verdad, no quise que tuviéramos hijos» (EM.6). Esta mujer divorciada sin hijos, fue consciente de la afectación de su decisión en el valor familia. Decidir no ser madre, contraviene el mandato de rol y su misión de género como enculturadora y garante de la continuidad étnica.

b) No se han casado por sentimiento de autoestima y con esta decisión proponen una alternativa no prevista, una anomalía sistémica que genera conflicto interno y dudas sobre la gitaneidad, aunque se mantiene el pulso por respeto a la autonomía y la libertad de pensamiento: «al principio tienes conflictos, pero luego se pasan» (EM.4).

«Cuando no dices ¡hola tengo una buena idea! y simplemente dices ¡hola! llevas el café y te vuelves a retirar a tu habitación o a la cocina, mmmm, nunca van a saber que eres una mente pensante y también unas manos sobrantes que en un momento dado puedes llegar a decir: ¡mira, que es que tengo esta idea y con esta otra idea podemos llegar a hacer este proyecto súper bonito y que puede salir adelante! o podemos estar en algo un poco más abierto para que nosotras también podamos entrar». (EM.8).

c) No han honrado al varón (eludiendo la boda gitana escapándose con su novio gitano antes de la aprobación familiar; se ha casado con un payo; o se ha divorciado de un marido gitano por respeto a sí misma). Lo vemos en el relato de quien se escapó con su novio antes de casarse por el rito del pañuelo: «(…) bueno, aunque en la familia no se tenían merecido que yo me sacara el pañuelo, porque ellos no me ayudaron en nada, pero por mi padre me lo sacaba (…) Y ya como mi padre dijo eso, pues no [se sacó el pañuelo] A la semana estaba yo comiendo en casa de mi padre tan tranquilamente». (EM.6).


No pudieron resistir la presión de los mandatos, y se han alejado hasta el punto de convertirse en islas autopoiéticas, aunque conservan la referencia cultural en el origen. La solución a la tensión interna a la encrucijada ha sido «ir en solitario», una respuesta defensiva a la estigmatización alienante de apayamiento. La mujer que lo ha verbalizado, ha aceptado la soledad como solución a la crisis identitaria cultural, pero con firmeza en la identidad de género:

«Acusarnos de apayadas es súper injusto. Es como que te excluyen. Te quieren decir que estás excluida totalmente. Es como decir: No perteneces. Te aceptamos, pero no cuadras. Y, sí que a veces te puedes llegar a sentir mal. Pero, lo que pasa es que tienes que ser fuerte y un poco pesar en balanza: qué es lo que más me compensa. En mi caso lo que más me compensa a veces es estar en soledad, el poder verlos en navidad, sé que están ahí, sé que si me pasara algo sé que yo puedo contar con ellos. Pero, ya me ha acostumbrado durante estos diez años a sobrevivir yo sola a la adversidad, ¿no? por lo cual me he hecho súper independiente (…)». (EM.5).

- 6. A modo de conclusión.

En este proceso de construcción de la identidad de género desde las entrañas de la familia patriarcal, la gestión biográfica como agente constituyente es una herramienta de revisión de valores. Para ello, las mujeres luego de cruzar la línea y permanecer alejadas del punto de cruce inmersas en las zonas de intercambio intercultural, han asumido riesgos frente a los suyos por la percepción de merma en la identificación y adhesión a los valores. Son inculpadas por apayamiento, para lo que construyen un contra relato deslegitimador de la individualidad emergente. Con la neutralización de su voz se eclipsa la desestabilización sistémica y el efecto contagio, y con esta acusación, los aprendizajes formales se constituyen en agentes ajenos y perjudiciales para la cohesión intragrupal. Estos aprendizajes subvierten los valores bajo la mirada del grupo y representan una carga añadida de culpabilidad en la mochila que arrastran las mujeres diariamente al cruzar la línea.

En este contexto, las mujeres en fase reflexiva y previa a la autopoiesis que las pone en riesgo de alienación, se reafirman en su hipótesis de que continuar los estudios más allá de lo obligatorio; trabajar fuera del entorno propio o como objetivo profesional; establecer y mantener contacto intercultural; saber moverse en el medio exterior, en definitiva cruzar la línea diariamente e intercambiar estímulos interculturales en distintos marcos sociales, no pone supone riesgo, ni merma a la gitaneidad. Es la percepción como amenaza por parte de los suyos de que estos aprendizajes socializantes captados en el entorno exogrupal lo que acrecienta la sospecha sobre los individuos en tránsito y el riesgo de aislamiento o alejamiento del sujeto.

Es frente a la posición de quienes optan por el alejamiento del grupo para preservar su individualidad o la deriva autopoiética que representa ir en solitario, donde las mujeres proponen a esas divergencias extremas una necesaria adaptación intragrupal a los discursos modernizantes, desterrando enjuiciamientos de los sujetos que deciden actuar en sus biografías de forma autónoma. Desde la mirada de Castells (2001) estas posiciones podrían conformar un perfil del mapa identitario como identidad proyecto, en proceso de adaptación, integración y legitimación por ambos espacios: el afuera y el adentro. Estas biografías constituyentes, reportarían un beneficio al grupo en tanto y en cuanto la representación de la modernidad en tono femenino es bien valorado y recibido por el afuera, al dar señales de cambio en el interior de la estructura patriarcal. Por tanto, los aprendizajes formales integrados adecuadamente pueden contribuir a construir nuevas biografías que darían nuevos sentidos a la gitaneidad en fase de revisión.

Para dar sentido al debate entre enculturación y socialización como ámbito de un conflicto, este no tendría razón de ser si no partiéramos de la idea de que es durante el proceso de socialización que emerge y se refuerza la identidad individual y por tanto la de género. Todo el tiempo hablamos de cruces de líneas e intersecciones entre paradigmas, dado que la comunidad gitana se encuentra aún dentro del paradigma tradicional por estructuración y dinámica relacional con una marcada tendencia a la desigualdad entre géneros y generaciones. En este marco, los aprendizajes narrativos constitutivos de la identidad autorreferencial étnica introducen al sujeto –mujer gitana– en la lógica de la desigualdad, de manera progresiva y natural, aceptando que el acatamiento de los mecanismos de dominación androcéntrica forma parte de la lógica natural relacional en todos los ámbitos sociales y por tanto esperar un cambio de roles o una subversión del poder es algo no esperado por ellas y tampoco planteado por ellos.

El trabajo biográfico de las mujeres gitanas durante la enculturación primaria, conforme va avanzando en tiempo y maduración la trayectoria individual en la socialización, agita el conflicto en tanto en cuanto la mujer toma conciencia de sí y pone en tela de juicio la distribución del poder y la carga de la mochila de identidad que lleva sobre los hombros diariamente al cruzar la línea, al salir de su casa. A la vuelta de la socialización educativa y de haber experimentado los aprendizajes significativos de la sociedad de la información, de la ciudadanía y el proceso de construcción de la identidad de género encontrará que debe identificar muy bien aquellos valores a los que adherir que no entren en colisión con los aprendidos en la infancia y que definen su gitaneidad antes que su feminidad, es decir su sentido colectivo antes que su sentido individual.

Tomar la enculturación y la educación como atributos de individualidad no tendría razón de ser si no se detectara una divergencia en la acumulación de los aprendizajes importantes que construyen el sentido y su resultado como identidad de género emergente en las mujeres gitanas participantes en esta investigación. La divergencia de desarrollo de la individualidad femenina se ve más acusada conforme la socialización educativa avanza más tiempo y más lejos desde la línea de cruce del umbral del intra al exogrupo. Allí se agudiza la brecha entre aprendizajes importantes durante la enculturación definitoria de la identidad étnica como mujer gitana; frente a la acumulada en los aprendizajes en la modernidad que construyen ciudadanía, en tono de género hacia la identidad como mujer. La divergencia se detecta en la resistencia por parte de los narradores culturales dentro del grupo que imponen baremos o listones de gitaneidad a quienes más avanzan en la construcción biográfica individual; ante una eventual pérdida del sujeto, se cargan responsabilidades por las decisiones y las acciones frente a los mandatos no cumplidos.

Por su parte, los narradores culturales del exo grupo, que ostentan la identidad legitimadora, definen los valores de una época, miran con lupa las divergencias que componen el puzle identitario de género y de generación, y valida los abismos generacionales como hitos de tránsito de la minoría social a la adultez social.

Hoy por hoy y a la luz del relato, las mujeres gitanas que hemos entrevistado definen trayectorias que son una síntesis no muy definida de biografías como principios constituyentes de la identidad de género. Por lo que durante la orientación autónoma de la acción y en la búsqueda de la convergencia entre aprendizajes trazan recorridos divergentes con la identidad de referencia. La reflexividad les permite tejer alianzas de distinto nivel: institucional, para superar el déficit de reconocimiento; personal, buscando el consenso de los suyos; individual, afirmándse en la decisión consensuada para superar la divergencia; social, captando adhesiones para validar la acción. Todo, para continuar navegando entre dos aguas y en corrientes a veces adversas, para legitimar el esfuerzo modernizante como identidad proyecto. Proponiendo una nueva gitaneidad en femenino para bien de los suyos.

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(Notas):

(1) Las reflexiones aquí presentadas son una mirada a los resultados del análisis cualitativo del estudio de campo elaborado para una tesis doctoral de sociología donde se abordaron conceptos clave como género e identidad; el abordaje de estos conceptos fue realizado desde tres perspectivas: sociológica, histórico-jurídica y antropológica. Desde ellas se consideraron conceptos complementarios como sistema de valores, sistema sexo-género, interseccionalidad, identidad de resistencia, identidad legitimadora, identidad proyecto, identidad cultural o déficit de reconocimiento, entre otros.

(2) Los gitanos y las gitanas residen en Zaragoza desde el siglo xv, tiempo del que se tiene registro de su primera entrada y asentamiento formal en la Península Ibérica. Desde aquellos tiempos, hasta la democracia a finales de los 70, han estado sujetos a políticas de alejamiento y exclusión sistemática de la construcción cultural de la ciudad, estigmatizados y condenados por pertenencia étnica e incriminados por asociación a la delincuencia, minusvalorados y al mismo tiempo manipulados con idénticas dosis de persecución y exaltación de sus virtudes artísticas de forma maniquea y perversa. La relación de desconfianza mutua, resquemor y recelo se fue cimentando en la mayoría y también, de forma homogeneizante en la minoría que a mayor exclusión más se fue fortaleciendo su identidad, sus valores y su diferencia.

(3) En este artículo se incorporan los perfiles de las siguientes mujeres:

EM.1: 67 años, casada, sin estudios, madre, suegra y abuela, vendedora ambulante, activista local.

EM.2: 26 años, casada, con estudios básicos de secundaria, ama de casa, madre.

EM.3: 45 años, casada, estudios secundarios, activista local, vendedora ambulante.

EM.4: 39 años, casada, estudios medios, madre, autónoma.

EM.5: 43 años, divorciada, estudios medios, madre, autónoma, alejada del entorno social de referencia.

EM.6: 36 años, divorciada, estudios medios, sin hijos, empleada, cercana a su entorno de referencia próximo.

EM.7: 40 años, casada, estudios básicos, madre, sin empleo.

EM.8: 33 años; soltera, estudios medios, empleada.

(4) Apayamiento: sentimiento que refieren las mujeres entrevistadas y que representa una culpabilización máxima que reciben por parte del grupo de referencia cuanto más integren estímulos, rasgos o habitus exo grupales.

(5) Mandatos sistematizado en dos grupos: 1) De género y rol del Valor Familia: sumisión al varón; obediencia; respeto; cumplimiento de ritos de paso: pedimiento, boda, maternidad. 2) De género y rol del Valor de la Solidaridad Orgánica: cuidado de los propios; soportar la economía familiar; capitalizar beneficios individuales en pos del grupo; y finalmente el sentido instrumental de la convivencia intercultural.

(Revista de Sociología de la Educación, RASE, 2018, vol. 11, nº 2, págs. 335-350)