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Justina de Miguel, Franciscana Misionera de María en 'La Pouponnière' de Dakar (Senegal). Ser madres de 5.000 niños

Justina de Miguel ha dirigido durante 12 años 'La Pouponnière', un centro de acogida de bebés huérfanos o abandonados, por el que han pasado 5.000 pequeños. Día a día, las Franciscanas Misioneras de María cuidan y alimentan a 80 bebés -muchos de ellos prematuros- que han perdido a sus madres. Los niños de todo el mundo apoyan el trabajo de este centro con 6.000 euros, a través de Infancia Misionera, cuya Jornada se celebra en España el próximo 26 de enero

- ¿Qué es 'La Pouponnière'?

- Viene de 'poupon', que significa niño pequeño, en sentido cariñoso. Es una casa de acogida de niños que han perdido a su madre en el parto. En su mayoría tienen padre y familia. También acogemos a niños abandonados por sus madres, que los dan en adopción.

Acogemos a niños en su primer año de vida (a veces un poco más, si son prematuros o tienen alguna enfermedad). Después, vuelven a sus casas con su padre o su tía, y continuamos ayudándoles ya de forma externa. Un niño de un año desestabiliza la familia, si no existe la madre, por eso le cuidamos.

En cuanto a los niños abandonados, la policía y bomberos nos los traen, si se los encuentran en la calle. Gracias a Dios cada vez sucede menos, porque las madres nos los traen directamente a raíz de un programa de televisión, en el que se informaba de que podían hacerlo sin penalización. Los abandonan por causas económicas, o porque nacen fuera del matrimonio.

- ¿Cuántos niños atienden?

- Normalmente tenemos 80 cunitas. Nunca he rechazado a un niño prematuro, así que a veces los ponemos de dos en dos, o incluso usamos como cuna las bañeras de plástico. Si aun así no hay sitio, mandamos a los niños más mayores con sus familias, para dejar hueco para los más pequeños. Un recién nacido sin madre sobrevive con más dificultad que un niño de un año.

Nos llegan con mucha frecuencia niños prematuros de 1,200 kg. Una de ellas fue Absa. Su madre estaba embarazada de gemelos, y falleció en el parto. A los dos días falleció también su hermano gemelo. Su padre me trajo a la niña desde unos 500 km.; tardaron mucho en llegar a Dakar. Gracias a Dios la niña sobrevivió y ya está incorporada en su familia. Ahora el padre me llama de vez en cuando porque está muy agradecido.
- ¿Por qué mueren tantas mujeres en el parto?

- En Dakar mueren de cinco a seis mujeres al día en el parto. Las que fallecen suelen ser pobres. No tienen medios económicos para hacer un seguimiento de la gestación y el parto. En muchas ocasiones esconden su embarazo hasta los cuatro meses. Les asisten las matronas que no son comadronas; buscan un sitio, no tienen posibilidad de pagar hospital... Finalmente, mueren. A veces sucede porque tienen partos muy seguidos. La mujer no se ha repuesto, y viene un segundo embarazo. Además, todas las mujeres sufren anemia.

- ¿Por qué se creó 'La Pouponnière'?

- El centro es de las Franciscanas Misioneras de María y fue fundado en 1958. Las hermanas que trabajaban en los hospitales vieron la realidad de la mortalidad de las mujeres y la dificultad de los niños prematuros. La Iglesia y el Gobierno decidieron que se creara el centro, por el que han pasado más de 5.000 niños. No he contado cuántos de ellos han pasado por mis brazos.

En la actualidad tenemos 13 monitoras trabajando en el centro, que han sido formadas por nosotras en nuestro centro de formación. Yo he tenido que volver a España, pero mi tranquilidad es que los niños se quedan con ellas, que están muy bien formadas y motivadas.

- ¿Cómo subsiste un centro así?

- El centro cuesta mucho dinero. Tenemos una subvención del Gobierno senegalés y contamos con donativos particulares, especialmente de la Asociación "Amigos de 'La Pouponnière'", que, entre otras cosas, están facilitando la presencia de una pediatra dos veces por semana.

Además, contamos con la ayuda anual de Infancia Misionera de 6.000 euros. De hecho, el año pasado el obispo de Dakar nos pidió escribir una carta al director nacional de Obras Misionales Pontificias (OMP) de España, porque es uno de los países que más nos ayuda. Con 6.000 euros se puede hacer mucho. ¡Imagina la cantidad de biberones que hay que hacer para 80 niños! Por la mañana se hacen todos los biberones, y se llenan dos neveras. Lo llamamos la "biberonería".

- Es curioso que una religiosa, que ha renunciado a la maternidad, haya sido madre de miles de niños.

- Cuando estaba en bachiller, escuché a un misionero padre blanco que nos hablaba de Burundi, y me entusiasmé. Después de un retiro de seis días, decidí dar el paso. Leí en un libro sobre Santa María Goretti que tenía una hermana Franciscana Misionera de María. Las busqué en la guía de teléfonos y me vine con ellas. Estudié Enfermería y después serví a enfermos en un hospital en Roma. Allí estudié para comadrona y, aunque era muy feliz como enfermera, después de asistir el primer parto, descubrí mi pasión.

Seguir a Cristo llena tu vida plenamente. La maternidad la he vivido a tope. Cuidamos a niños recién nacidos sin madre, y es imposible reemplazarla, pero he podido darles todo mi cariño. la mirada de un niño y su abrazo no tiene precio. Si volviese a mis tiempos de adolescente, haría el mismo camino que he hecho. He sido muy feliz y sigo siéndolo.

- ¿Has visto a Cristo en la misión? ¿Cómo lo has anunciado en circunstancias tan complicadas?

- He visto a Cristo en los enfermos y en los niños. Cada uno de ellos me ha hecho renovar la presencia de Dios. En un momento en el que se muere una mujer, o un bebé, no puedes decirle al familiar que Dios lo ha querido, sino que debes estar compartiendo el dolor con la gente. Se trata de vivir pensando: si estuviera Jesús, ¿qué haría con esta gente?

Una vez en Níger (antes de mi misión en Senegal), en el hospital, un enfermo le preguntó a otro: "¿Qué hace esta mujer aquí?". Y el otro le contestó: "Es una mujer que conoce a Dios". Estamos dando a Cristo sin palabras. Hay momentos en los que no puedes hablar. Cuando se vive tanta pobreza, tantas necesidades... Poco a poco el Señor va dando la gracia. Pensaba: no podré resistir aquí. Pero si puedo consolar a alguien, pues aquí estoy.

(Paula Rivas, Supergesto, enero-febrero 2020)