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Anguita y El País de las mentiras (José Iglesias Etxezarreta)

El autor recuerda los tiempos en que recorrió la geografía española con Julio Anguita y la esperanza de transformación política que se truncó con el acoso del poder y su enfermedad

"La «pinza» caló porque es un endiablado montaje muy inteligente pero para mentes perezosas" (Julio Anguita, 25/02/2014) [1]

On the road again. Las dramáticas circunstancias que rodean de nuevo el enorme corazón de Julio Anguita han hecho que los bienpensantes de la izquierda emocional rescaten aquel malhadado invento de las cloacas del PSOE y PP para frenarle con las peores argucias cuando estaba más lanzado en su proyecto transformador, primero de la izquierda y después del país: “la pinza”.

Más cuando uno de sus autores, el entonces omnipresente jefe de Prensa de Aznar, ha vuelto a la arena política como director de Gabinete de Ayuso tras unos años haciendo eses por las noches de las tertulias políticas extremo-patrias.

No tengo por costumbre explayarme sobre esos tiempos intensos, excepto con aquellos que ya conocen los acontecimientos por estar todos inmersos en ellos entonces. Y no lo haré ahora, pero no rompo ninguna promesa al explicar que como, al repasar la hemeroteca para matizar algunos extremos a personas queridas que no los vivieron, me he encontrado que algunas de las piezas más infames del rompecabezas siguen muy presentes, y sólo quiero llamar la atención sobre su mendacidad. En este caso, sobre un capítulo algo menor de la tragedia que dio en llamarse, con ese regusto por lo teatral que tenía Javier Pradera, “La conspiración de La Ancha”.
Siendo el primer jefe de prensa (empecé como Adjunto al Portavoz, ayudando a Isabelo Hereros, y acabé como dircom de hecho) que no era militante del PCE o parte de ninguna de las cuotas en las que se repartía el aparato, desde el primer día traté de impulsar una estructura profesional en la comunicación de Izquierda Unida. Y desde el primer día me estrellé con la actitud que podría resumirse en la frase “los medios, burgueses, no nos quieren”. Aunque esta aseveración era una obviedad, siempre respondí que, si bien es cierto que todos los medios hegemónicos estaban en nuestra contra, no debíamos dejar de disputarles el campo de las opiniones públicas, luchando cada batalla y cada parcela, con una estrategia decidida de políticas de comunicación, de las cuales una parte importante consistía en la transparencia y en la personalización.

Trabajar a cada peón de la información fue agotador, y más sabiendo que de entrada había una desconfianza justificada hacia la antigua propaganda y una asunción de los Principios Fundamentales del Capitalismo, un desclasamiento totalmente injustificado, pero habitual en este mi viejo oficio (el cual, a estas alturas, desconozco realmente si aún ejerzo). Mentalidad prosistema que se ha visto fructíferamente recompensada: muchas periodistas que nos seguían son hoy algunas de las más destacadas, y conservadoras, tertulianas de la Corte, aunque algunos de ellos cayeron bajo la apisonadora del “Roma no paga a traidores” de Pedro José y su orgullo malvive al frente de su propio minidigtal de encargo.

Pero nuestro –fui formando un entusiasta equipo de jóvenes audaces- continuo acoso y derribo en forma de oleada tras oleada de información, noche, madrugada y día, sin dejar jamás un cabo suelto, mentir o dejar contestada una pregunta, en muchos casos dio sus frutos (dándose incluso algunos divertidísimos, y sonrojantes para Juan Luís, Síndromes de Estocolmo que fueron rápidamente degradados a la sección de Deportes por connivencia con el enemigo).

Una de las misiones más importantes, hacia fuera, pero sobre todo hacia dentro de la formación, era la de acabar con el Síndrome Pravda, que en España podríamos llamar Síndrome Mundo Obrero (en Catalunya, no, porque ya se encargó el exquisito Rafael de acabar con Treball y su multitudinarias fiestas de clase obrera). Los partidos comunistas tienden a tener su órgano propio, y ante la falta de influencia de éste o el fracaso del entrismo (cuando han sido troskos), en otro, buscan un medio que cumpla ese papel, al que bañan en exclusivas y concesiones informativas esperando a cambio un trato privilegiado y comprensivo (que, obviamente, no obtienen porque ni siquiera se han molestado en estudiar previamente su accionariado y sus intereses). En aquel momento, acabándose ese distinguido papel para El Independiente de Pablo, el sol que cegaba los ojos de nuestros héroes era El Mundo.

Otro día tendré que adentrarme en el proyecto conocido por “la pinza” que diseñaron entre, y de la que se beneficiaron, MAR, PJ y un directivo entonces comunista y más adelante inexplicable experto internacional del PS [2]. Ahora quisiera volver a ese episodio pequeño, pero significativo de lo aberrante de lo que tuvo Anguita inmerecidamente que vivir, la demolición constante, y que creó que le acabó afectando. No es un secreto que la política que impulsé era totalmente la contraria, consistía en el “café para todos”, y en especial, si pecaba de algún sesgo, estaba en caso de duda favorecer a los grandes medios públicos [3], que están obligados funcionalmente a difundir a los demás, junto con los pequeños alternativos para llegar al mayor número de gente, y de la forma más crítica.

Contando además en que, depender de este “medio propio que no lo era, suponía que nuestra política y ritmo comunicativos, nuestra agenda y nuestra modulación de mensaje las delegábamos en manos de personajes de campos absolutamente contrarios al nuestro e intereses totalmente propios, incluyendo el capital, el aparato del Estado, y los partidos socialista y popular. Todo lo opuesto a la política de exclusivas de El Mundo, las que dábamos las hacíamos excepcionalmente (como la de la dimisión radiada de Anguita un tiempo antes, a un medio de Prisa curiosamente), en espiral, para compensar la calidad investigativa o porque quisiéramos obtener un punto de profundización o un control total de un tema en un momento dado.

El “café para todos” nos dio un resultado impresionantemente ajustado a los objetivos durante la visita de Nelson Mandela a España [4], durante la cual todos los medios, desde la cadena más internacional a la radio alternativa más pequeña, tuvieron oportunidad de encontrarse con el legendario líder africano, en una histórica rueda de ruedas de prensa en ruleta en un hotel de Madrid que pusimos patas arriba, pese a lo estrecho de su agenda y a todos los obstáculos que nos puso, al principio, una Winnie en declive.

Sin embargo, la intención de trasladar esta política informativa a IU, y dejar entrar la luz y explicarnos hasta al informador más reacio confiando en que ganaríamos un poco de terreno, nos llevó a uno de los más amargos fracasos: intenté que lleváramos el diálogo abierto que habíamos sostenido como personas adultas y profesionales “objetivos” con todos los demás e incluso con los escalones más bajos del propio grupo Prisa hasta la misma entrada de la caverna del Príncipe de las Tinieblas. Una comida de cúpulas para conocerse y ver que no éramos como nos habíamos retratado mutuamente (ellos bastante más que nosotros, todo hay que decirlo). Fue un auténtico y total desastre. Una trampa urdida por aprendices de mago a un Anguita estupefacto. El periódico que leían todos los progresistas como si fuera la Biblia y que jamás dedicó una reportaje de su producto más preciado, El País semanal, a quién ha sido posiblemente el político más honesto de la Transición, acusándolo abiertamente de mentir en su editorial (“Anguita miente”).

La intelligentsia nacional y todos los pesos pesados del grupo editorial salieron en tromba a por todos nosotros, pero sobre todo a por la pieza a batir: la credibilidad del único socialdemócrata de verdad del que ha gozado España desde 1975 [5]).

Pese a que nunca habían considerado al fenómeno Anguita digno de consideración, ese mismo domingo, en los despojos de la hemeroteca que reproduzco, le declararon casi loco y, el entonces considerado como el ala izquierda de El País, Carlos Yarnoz “se equivoca”, desde el principio al final del relato, pese a que, quién lo diría, él estaba presente: desde que La sombra de Caín de Javier Pradera (del día siguiente) no tuvo nada que ver con el encuentro, hasta la falsa alusión a una “autoexclusión de Nueva Izquierda” [6], pasando por que desde prensa le dijéramos a su dirección que no teníamos claro de quien partía la iniciativa (que, como he explicado, era parte de una ronda extensísima a nivel de toda la Península de encuentros “en la tercera fase” con profesionales de todo pelaje y formato que diseñamos expresamente dentro de un modelo de comunicación proactivo e integral tomado del mundo electoral anglosajón [7] que considerábamos más avanzado [8].

Tras esta fábula disfrazada de minuciosa y aquel editorial, indigno hasta para Cebrián, arreciaría la batería de tormentas que siempre lanzó Prisa contra el maestro de Córdoba, la consolidación de un ejército de mercenarios para verter opinión en espacios dedicados supuestamente a la información sin necesidad ni siquiera de desplazarse al lugar de la “noticia” [9], y un odio visceral descendería sobre cada una de las crónicas, editoriales, noticias o columnas (no que se diferencien mucho) del Emporio Polanco. No sigo mucho el día a día de mi mediático tocayo de apellido, no me provoca interés y sí mucha inquietud, pero uno de los motivos por los que escribo esta pequeña nota ha sido el advertir que aún colea ese estilo rufianesco [10].

Ya me he extendido demasiado, igual, como siempre hice entonces, he ido demasiado lejos jeje, pero es porque veo que aquello sigue presente e intoxicando el pensar y actuar de alguna buena gente. Como se puede ver en el gráfico (de lo poco preciso del reportaje), éramos 13 a la mesa. No soy supersticioso, pero dos semanas más tarde, el 28 de mayo de 1993, Anguita casi se nos iba, me inventé una silla vacía y no duré ni dos meses más en la mía [11] 😉 Pero esa es otra historia.

¿Continuará? Hay mucho, y muy divertido, que contar…

PD personal. Poniéndonos serios: todo esto sólo tiene sentido si aguantas. Peor que los deseos son los recuerdos, no se cumplen de nuevo nunca. Pero cuando uno se siente sólo, se pueden acariciar. Y mi favorito somos tú, yo y Luís Carlos atravesando los olivares de Jaén de noche y riéndonos como locos.

(Notas):

[1] Entrevista con Julio Anguita, La pinza que nunca existió https://www.youtube.com/watch?v=vgr8pBAVdAw

[2] Entrevista con Julio Anguita, La pinza que nunca existió https://www.youtube.com/watch?v=vgr8pBAVdAw

[3] Una pugna entre ofrecer una entrevista determinante a EFE o a El Mundo fue, por ejemplo, el detonante de mi caída.

[4] Como responsable de comunicación del Comité Nacional de Recepción Nelson Mandela (presidido por Marcelino Camacho) fui el jefe de prensa de Mandela durante su visita, pero fue “gracias” a Jorge Dezcallar, entonces director general para África y Oriente Medio del gobierno de González que me ví obligado a su asumir como su traductor. El posteriormente director del CNI con la el PP sintetizaba la miopía del Ejecutivo que, en sintonía con la posición de Thatcher, aún trataba al futuro presidente de Sudáfrica y esperanza de todo el continente como un exconvicto camino de Cuba y de su mentor Castro. Este enorme malentendido nos permitió a la sociedad civil organizar una gira en agradecimiento y d concienciación que nos hubiera sido hurtada por unos políticos más avispados.

[5] La pinza que nunca existió https://www.youtube.com/watch?v=vgr8pBAVdAw Sé que se enfadará ya que él es y se considera comunista, pero en aquellos tiempos hasta los más radicales estábamos dispuestos a estudiar cierta realpolitik para arrastrar al PSOE a cumplir con el cambio político que había prometido y que ya había desangrado.

[6] Esa operación fue una de las más complejas que recuerdo, comunicativamente hablando, y poco dada a ventilarse en público en aquella época. Algún día llevará supondrá mucho que contar.

[7] Un lugar donde Mary Catalin, asesora de Bush, y James Carville, de los Clinton, podían incluso llevar 20 años como pareja (y no contarse un secreto) y que teníamos como ejemplo de la profesionalidad, frente al temperamento de la política madrileña.

[8] Y con el beneplácito del responsable político de Comunicación, el secretario general de Izquierda republicana, Isabelo Herreros, y, sobre todo, del secretario de Organización, que era quien tenía mando en plaza en IU durante aquel período

[9] Rodolfo Serrano, el Boyero de IU, quine perseguiría a Anguita hasta la tumba si fuera necesario https://elpais.com/diario/1998/02/05/espana/886633217_850215.html ¿Quien diría que es padre de Ismael, el cantautor que ha apoyado a IU en múltiples ocasiones

[10] Juan Cruz, uno de los primigenios paladines polanquistas que veo que sigue impasible el ademán https://elpais.com/elpais/2017/06/14/mira_que_te_lo_tengo_dicho/1497462584_860143.html

[11] La pinza que nunca existió https://www.youtube.com/watch?v=vgr8pBAVdAw Como dice en el vídeo, todos los de la pinza acabaron en el PSOE, entre ellos, los que me defenestraron a mí.. alcaldesa, eurodiputado… 😉

(Kaos en la red)