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Julio descansa, pero nunca se irá (Enrique Santiago)

Enrique Santiago es secretario general del PCE

"No se puede comprender la historia reciente de España sin la figura y las ideas que defendió Julio Anguita"

"Julio fue la diana de ataques furibundos de algunos medios de comunicación al servicio de quienes dirigían al Estado y que quisieron caricaturizar su posición"

"Julio fue, sobre todo, ante todo, un comunista. Por cultivar una forma de vida siguiendo unos principios éticos de compromiso, honestidad, integridad y sobriedad"

La noticia del fallecimiento de Julio Anguita nos ha golpeado a todos y todas cuando, después de varios días de incertidumbre, esperábamos que su fuerza vital se impusiera, una vez más, a la “mala salud de hierro” que tenía. Esta vez no pudo ser y nos deja una de las figuras políticas más importantes de las últimas décadas en nuestro país. No se puede comprender la historia reciente de España sin la figura y las ideas que defendió Julio Anguita desde el servicio público que cumplió como alcalde, diputado o al frente del Partido Comunista de España e Izquierda Unida, siempre anteponiendo el bien común como línea roja a la hora de tomar partido, de situarse a un lado de la barrera, de mancharse, al fin y al cabo, porque Julio era de tomar partido.

La memoria política de varias generaciones está impregnada de las intervenciones y los discursos de Julio Anguita. Siempre impecable en el trato, era duro en la defensa de unos principios laicos, republicanos, socialistas como los verdaderos ejes para un mundo que tenía que cambiar de base. Su defensa de la separación del Estado y la Iglesia, de la no entrada en la OTAN, de las terribles consecuencias que tendría la Europa de Maastricht siguen todavía hoy de una actualidad escandalosa, pues nuestro país arrastra desde hace décadas los mismos problemas. En 1996, en un mitin en las fiestas del PCE que pasaría a la historia, proclamó que los contenidos del “Estado Social y Democrático de Derecho recogidos en nuestra Constitución ni están siendo desarrollados, ni se están cumpliendo y, lo que es peor, se están haciendo políticas económicas y sociales propias del neoliberalismo y, por tanto, incompatibles con dicha Constitución”. Su discurso lúcido, certero y sin concesiones sigue vigente casi 25 años más tarde.

Pero por decir las verdades incómodas, por desvelar las consecuencias que las políticas que las élites económicas y del bipartidismo de nuestro país iban a tener para el pueblo español, Julio fue la diana de ataques furibundos de algunos medios de comunicación al servicio de quienes dirigían al Estado y que quisieron caricaturizar la posición de quien veía los gigantes detrás de los molinos. Sin embargo, a pesar de acusar los golpes y de sufrir, también físicamente, las campañas de acoso y derribo, Julio se mantuvo firme, desde la ética de la convicción, señalando a los lobos con piel de cordero que terminarían hipotecando, a base de desmantelamiento de la soberanía económica de nuestro país, el futuro de los españoles.
Julio fue, sobre todo, ante todo, un comunista. En primer lugar, por cultivar una forma de vida siguiendo unos principios éticos de compromiso, honestidad, integridad y sobriedad que le llevaron a ser el contrapunto moral de una sociedad cada vez más impregnada de consumismo e individualismo. Era, además, un líder incómodo con su liderazgo, poco amigo de las fotos o de los autógrafos porque entendía que él era sino uno más en una sociedad en la que había que desterrar los dioses, reyes y tribunos. Julio era aquel licenciado en historia y maestro de profesión que desde cualquier tribuna hacía pedagogía histórica para explicar el presente, el mismo que una vez dejó la primera línea de la política volvió a su trabajo en un instituto y, ya jubilado, vivía de su pensión en su piso de su querida Córdoba.

En segundo lugar, Julio Anguita era comunista como una forma de vivir la experiencia política desde el compromiso y la pasión por la unidad, esa misma unidad que hizo grande al PCE bajo el liderazgo de Pepe Díaz en los años de la II República y que le llevó a impulsar, con muchos otros y otras, la fundación de Izquierda Unida. Su compromiso con la necesidad de dialogar y trabajar en frentes amplios para la construcción de un horizonte más democrático y un país más habitable para nuestro pueblo le acompañó hasta el final, cuando en nombre del PCE lideraba una propuesta de organización de un espacio amplio de discusión de la izquierda ante la disyuntiva histórica en la que nos encontramos.

Todo ello hacía que cuando Julio Anguita salía en la televisión, las conversaciones se paraban y se escuchaba a alguien que tenía legitimidad para seguir diciendo las verdades del barquero. En un momento en el que son más necesarias que nunca esas verdades, la muerte de Julio deja un inmenso vacío en el panorama político. El mejor homenaje que le podemos hacer es seguir su ejemplo, vivir según los principios éticos de los que hacía gala y seguir organizándonos para construir una España republicana, en el sentido más amplio del término.

El pasado mes de febrero, en un acto convocado en el marco de la iniciativa “La Disyuntiva”, que Julio junto con otros comunistas llevaba meses impulsando, nos decía que “cuando la gente del pueblo abandona un puesto, ese lo ocupa inmediatamente gente de la derecha, quitarse de en medio no sirve para nada, porque cuando venga esa gente de la derecha te van a subir los alquileres, te van a bajar los salarios y, sobre todo, te van a aumentar la jornada de trabajo o las horas extraordinarias que después no te las van a pagar. Lamento tener que decir esto, pero esta es la situación, y en ella tenemos que vivir y trabajar, y encima con ilusión, para intentar conseguir al menos una España que mañana sea más habitable que la que hoy tenemos”. En el PCE continuamos donde él lo deja.

(Cuarto Poder)