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'El mentiroso', de Mikel Santiago. "Al lector hay que generarle adicción y darle satisfacciones como señuelo"

Escritor

Los relatos que había autopublicado en la red acapararon, hace ya años, la atención de un editor, que lo animó a escribir novelas en papel. Su debut, «La última noche en Tremore Beach», fue traducida a más de veinte idiomas y, desde entonces, Mikel Santiago (Portugalete, 1975) ha escrito cuatro títulos más, consolidando un estilo propio. Vuelve con «El mentiroso» y su habitual intención de jugar con el lector

"Si lo piensas, la mentira en sí misma es neutra, la puedes utilizar como quieras; es, sencillamente, no contar la verdad, o disimular la verdad"

"Planteo un camino de miguitas de pan. Se trata de reconstruir un puzzle hasta llegar al secreto del quién lo hizo por medio de una sorpresa final"

El primer golpe llega en la página inicial. ¿Para qué esperar? Un cadáver para atraparnos y enredarnos en una trama que no se resuelve prácticamente hasta cerrar el libro. Tensión y suspense, con muchas preguntas y otras tantas pistas para seguir engatusando al lector. Y que quiera más. Necesita más. El escritor Mikel Santiago (Portugalete, 1975) presenta “El mentiroso” (Ediciones B), su quinta y última novela. Antes ha publicado “La última noche en Tremore Beach”, “El mal camino”, “El extraño verano de Tom Harvey” y “La isla de las últimas voces”, además de “La huella. Primeros relatos”, donde recopiló lo mejor de lo publicado en la red. Pero hablemos de su última novela…

Álex, el protagonista, abre los ojos, no sabe dónde está ni cómo ha llegado hasta esa nave abandonada. Tampoco sabe quién es el hombre que yace a su lado. Sus ojos oscuros le miran fijamente, pero está muerto. Tiene un golpe. Y la primera decisión que toma marcará el resto de la novela. El joven no acude a la policía para denunciar los hechos porque decide no contárselo a nadie y reconstruir lo que pudo haber pasado en las últimas 48 horas… aunque para eso tenga que mentir. Y mucho. Es una carrera a contrarreloj, la Ertzaintza, que investiga el caso, en algún momento hallará el cadáver y sus huellas saldrán en aquel escenario. En ese reconstruir, Álex visitará al muerto en un par de ocasiones, y cuando descubra quién es…

- La novela comienza desde un punto muy álgido. ¿Qué dificultades entraña este planteamiento?

- Es prometer mucho de entrada, y hay que mantener la emoción y la sorpresa a la altura. Es cierto. Una de las primeras dificultades que entrañan estos comienzos, a nivel técnico, es que a los lectores les gusta conocer el mundo previo al suceso que da pie a la novela. Lo necesita, le genera mucha frustración no enmarcar qué está sucediendo, quiénes son las personas, el lugar… cuando comienzas tan fuerte, tienes que dosificar para que el lector vaya encuadrando la situación y vaya sabiendo qué tipo de novela tiene entre manos. La amnesia tiene otros retos técnicos también, como dosificar los recuerdos...

Sobre cómo mantener la tensión, siempre parto de crear esta gran pregunta en el inicio, este gran arco que solo se cierra al final. Y a través de este arco crear la adicción en el lector. ‘No te lo pienso desvelar hasta el final, pero mientras tanto te voy a generar otras acciones y preguntas para seguir juntos en este misterio’. Es un juego lo que planteo.
- ¿Dar caramelos como señuelo?

- Sí, hay que darle pequeñas satisfacciones. Creas una gran pregunta y tienes que controlar que le has generado una curiosidad, pero le tienes que dar algo más porque si no puede ser frustrante y puede perder la fe en ti si todo son interrogantes y no respondes a nada. Dentro de la intriga, una de las reglas es dar una de cal y una de arena, pequeños estímulos para que el lector sienta que progresa en la solución del misterio.

- La amnesia conlleva dificultades técnicas, pero también es complicada la mentira; hay que evitar los errores. Es decir, hay que saber mentir.

- Si, claro, y además en dos sentidos. Por un lado, en cuanto al personaje, que tiene que mantener su mentira. Álex es un joven de 27 años, jardinero, que esconde otras cosas, y ya está acostumbrado a mentir y a engañar a los demás. Se ha sacado las castañas el solo desde muy joven y es muy astuto, es un zorro, aunque con el tiempo acabará por ganarnos.

Por otro lado, como escritor, también tienes que acordarte de lo que has contado para no tener problemas de correlación. Es una dificultad que los escritores llevamos encima, y que apoyamos en cuadernos, fichas y mapas para poder acordarnos de nuestras propias mentiras para contarlas bien.

- ¿Influye este planteamiento en la forma de trabajar?

- El proceso siempre es una técnica mixta: al inicio escribo un poco porque ayuda a mover las ideas, pero me baso en un sistema de hacerme preguntas sobre la trama una y otra vez y que voy intentando responder yo mismo. Todo lo que se me ocurre lo voy apuntando, hago escaletas, dibujos… para intentar estimular la cabeza. Si hay días en que no escribo porque no lo tengo claro, intento estimular la imaginación de otra manera, intentar estar siempre metido en la historia de manera intensa y que se vaya desplegando. A veces es frustrante porque en dos semanas no logras escribir nada, pero un día, por ese no parar de pensar, se te ocurre algo. Y eso es producto del trabajo. Yo no me relajo.

- Intuyo que Álex no es el único que miente. ¿Plantea la mentira como una estrategia para sobrevivir ?

- La mentira es ambigua, como todo en la vida. La mentira piadosa, que nos evita el sufrimiento; el mentirnos a nosotros mismos, contarnos la vida de maneras diferentes para poder soportarla… Si lo piensas, la mentira en sí misma es neutra, la puedes utilizar como quieras, es, sencillamente, no contar la verdad, o disimular la verdad. En la trama, la mentira es una manera de sobrellevar ciertas cosas, de hacer justicia y una forma de tapar los secretos.

- Es decir, que cada cual tiene su propia verdad…

- Exactamente. En ese pequeño pueblo todo el mundo esconde algo. Estaban todos muy cómodos con sus respectivas mentiras bien organizadas hasta que Álex, necesitando conocer la verdad que rodea a este hombre muerto, comienza a levantar alfombras. Vive con su abuelo en un pequeño pueblo, donde es el recién llegado. Su madre ha fallecido y anda un poco perdido en la vida. Reconstruyendo los hechos reconstruirá también la vida de su madre…

- Es la primera vez que ambienta una de sus novelas en la costa vasca. ¿Qué aporta este paisaje a la trama?

- Después de ambientar mis anteriores historias fuera, aunque por razones justificadas, en este caso me parecía perfecto, y era un reto, porque traía la historia a casa. Muchos lectores de aquí reconocerán y apreciarán el paisaje, aunque es todo imaginario. El pueblo del que hablo, Ilunbe, no existe como tal.

Me atrae la costa de Bizkaia. He veraneado siempre en Urdaibai y es mi habitat. La mezcla de lo industrial con la costa verde que planteo, una vida más sofisticada de gente que vive en caseríos reformados cerca de acantilados, los barquitos y la calle mayor del pueblo y el mar intenso…

- Ubica «El mentiroso» en el subgénero del «Quién lo hizo». ¿En qué consiste?

- Tiene la mecánica del ‘quién lo hizo’ porque comienza con un muerto que nadie entiende qué hace allí, y hay un elenco de personas sospechosas. En este caso, el protagonista no solo ha de descubrir quién es la víctima, sino que ha de saber qué relación les une. Descubrirá una historia de su pasado; ese es el nexo entre ambos.

Digamos que planteo un camino de miguitas de pan: Álex de entrada va a tratar de reconstruir esa amnesia, ese recuerdo… tiene sueños de una fiesta, de la música de Chet Baker que suena… lo primero que intentará es encontrar esa casa. Es reconstruir un puzzle hasta llegar al secreto del quién lo hizo por medio de una sorpresa final.

En el formato del “quién lo hizo” también hay un sentido de la oportunidad, porque en cierta manera se basa en “quién pudo hacerlo”.

- ¿Hay algún denominador común entre sus cinco novelas?

- En primer lugar el protagonista, suele tener entre 27 y 44 años. Por otra parte, siempre son historias domésticas que ocurren en pequeñas comunidades. Mezclo un personaje principal, que es el narrador, un misterio un poco canónico o un “quién lo hizo” familiar. No me voy a novelas policiales y no estamos en comisarías; los asuntos se resuelven en el salón de casa.

(Oihane Larretxea, Gara)