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Escribir en verano (Iratxe Fresneda)

Docente e investigadora audiovisual

Escribir requiere vivir, pero leer lo que otras personas redactan puede disparar un comienzo que, en el mejor de los casos, acabe desapareciendo del texto final. Desgraciadamente, rodearse de libros no siempre es suficiente. El oficio se alcanza con constancia, cometiendo errores y sonrojándonos de lo escrito en otro tiempo, puede que cuando éramos otras personas, en otras circunstancias. Me acuerdo de la película “La invasión de los ladrones de cuerpos” cada vez que tengo que ponerme en la situación de algún personaje/persona con el que tengo que trabajar sobre el papel. Tengo que verlos desde fuera, desde distintos ángulos de visión al mismo tiempo, debo adentrarme en su forma de ver el mundo. La invasión es parte del ensayo. El verano, los periodos de descanso, a muchas personas nos permite dedicar más tiempo a la lectura y escritura “placenteras” y proceder a la invasión. “Shanghái baby”, de Wei Hui, es uno de esos libros que incluyo en esa lista. Sus páginas son estimulantes, cargadas de energía y, la escritura, forma parte de su estimulante trama: «En casa mantenía las hojas de papel blancas como la nieve y, de vez en cuando, me miraba en el espejo para ver si mi cara reflejaba sabiduría y la categoría de una escritora. Tiantian caminaba sigiloso por la casa, me servía refrescos de la marca Sandeli, me preparaba ensalada de frutas con aderezo Selección de Mamá y me revitalizaba con chocolate negro de la marca Dove. Ponía música que estimulaba un poco sin dispersar la concentración (...)». Contradictoriamente, pocas descripciones de los confinamientos para escribir me han resultado más estimulantes para dejar de escribir.

(Gara)