Director de estrategia digital de La Voz de Galicia
El bipartidismo murió en Galicia en 2012, aunque Feijóo coleccione mayorías desde 2009, cuando envió al bipartito de Touriño y Quintana al rincón de pensar. La cuarta, igualando a Fraga, es un respaldo a su gestión en Galicia y a su oposición tranquila, sensata y leal a Sánchez durante la covid. Frente a la adolescencia política de Casado y Ayuso, Feijóo ha vuelto a demostrar que al lado de toda esta tropa es Olof Palme.
Podemos nació en Galicia y ha muerto en esta noche gallega de julio. En el año 2012, con el nacionalismo implosionando, una joven concejala ferrolana de IU llamada Yolanda Díaz convenció a Beiras, el viejo león de Brión, para que se volviera a dejar la coleta y planteara una alternativa al vetusto BNG. Apenas hacía un año del 15-M y para aquella campaña Díaz se trajo de asistente a un desconocido profesor de la Universidad Complutense llamado Pablo Iglesias.
Lo que siguió es conocido. Feijóo obtuvo la segunda mayoría, pero Iglesias se sintió con fuerzas para lanzar el asalto a los cielos, con una primera escaramuza en las Europeas del 2013. Cuando en el resto de España no se había oído hablar de la casta y las puertas giratorias, el Parlamento de O Hórreo ya era un guirigay multicolor. Luego llegaron las municipales: Carmena, Colau y las Mareas gallegas, que corroboraron que es mucho más fácil predicar que dar trigo. No hicieron otra cosa que enfrentarse a todo el mundo, y cuatro años después se fueron a la oposición, iniciando la decadencia de Podemos.
También es conocida la trayectoria posterior de Díaz, la ministra de los ERTE y la concertación social. La cara más amable y menos política del ala podemita del Gobierno.
Tras Feijóo, la gran ganadora es Ana Pontón. Politóloga lucense de 43 años, madre en enero, desde la adolescencia programada en el laboratorio del BNG para presidir la Xunta. Podría ser la primera mujer en conseguirlo: tiene todo lo necesario para ser nacionalista pata negra. Pero no da el miedo que han dado otros dirigentes del Bloque en el pasdo.
Además de Iglesias, pierden Casado, Ayuso, Aznar e Iturgaiz. Aunque Galicia sigue siendo territorio libre de Vox, el poder está en el centro y en los extremos gana el original.
También pierden Sánchez y los dos Caballeros. El discurso ultralocalista de Abel, el alcalde navideño, no funciona al norte de la ría de Vigo. La pobre campaña de su sobrino Gonzalo, desasistido desde Ferraz, alimenta la teoría de que Sánchez prefiere a Feijóo en Santiago que en Madrid. Es probable que le salga el tiro por la culata, porque Feijóo se lo repiense, se regale una segunda oportunidad, y al final Sánchez se quede sin barcos en Galicia y sin honra en La Moncloa.
(Ideal)