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La mesa cojea (Lorenzo Silva)

Las elecciones vascas y gallegas aportan poca novedad en las comunidades autónomas afectadas. Que la mayoría absoluta de Feijóo en Galicia varíe ligeramente o que PNV y PSE puedan sostener ahora sin apuros el Gobierno vasco son cuestiones de matiz: en definitiva, en ambas se seguirán aplicando las mismas políticas que veían rigiendo sus respectivas sociedades, con las diferencias a las que obliga ese cisne negro gigantesco llamado COVID-19, pero sin que se modifique su sesgo ideológico.

El impacto es mucho mayor en el prestigio y la solidez de una fuerza política de ámbito nacional, que está para más señas en el Gobierno. Por lo que se ve, entre la idea que ha demostrado tener su líder de lo que significaba "asaltar los cielos" y la que se habían hecho sus votantes hay alguna diferencia relevante. El descalabro sufrido por la marca gallega de Podemos, a pesar del derroche de energía de la ministra estrella de la formación, y el fracaso de la maniobra envolvente vasca, ese tripartido al que se quería empujar al PSE a punta de Bildu, arrojan una derrota sin palitativos.

Más allá del fallo de los candidatos locales, planea sobre este revés la sombra de un liderazgo nacional mucho más volcado en los últimos tiempos en la autopreservación que en ofertar un proyecto capaz de seducir y motivar al electorado.
El tropiezo del socio morado supone de rebote una debildiad para el Gobierno central, cuya mesa cojea por su lado izquierdo. El consuelo para el PSOE es ser indispensable para la mayoría en Euskadi, lo que no dejará de tener algún rendimiento en la carrera de san Jerónimo, y haber sufrido en Galicia una derrota ya descontada frente a un candidato imbatible. Un Feijóo cuya victoria, a nadie se le oculta, tiene un marcado sello personal.

Y es que no sólo es la mesa gubernamental la que cojea tras esta doble elección autonómica. Al líder del PP le toca comerse la catástrofe de su candiato impuesto en las elecciones vascas, con la guinda amarga del escaño para VOX, sin poder apenas reclamar el triunfo de un líder gallego que casi no se ha hecho fotos con él, que representa una línea moderada y alejada de la que Casado ha convertido en su apuesta a escala nacional y en cuyo cartel electoral costaba leer las siglas de su partido.

Con ese resultado, y vendido todo el pescado en Vitoria y Santiago, la paradoja es que estas elecciones gallegas y vascas vayan a inagurar, sobre todo, un periodo de profunda reflexión en multitud de despachos de Madrid.

(Ideal)