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Porca oposición (Juan Carlos Viloria)

En Euskadi votar en tiempos de virus equivale al refuerzo de las dos grandes tribus: PNV y Bildu; a una abstención en proporciones razonables. Y, sobre todo, a castigo a la oposición. Retorciendo el sobado aforismo italiano: llueve virus, porca oposición. El electorado vasco ha buscado el voto refugio en las dos grandes fuerzas nacionalsitas vascas donde entiende que estarán más protegidos sus intereses ante las nubes negras del inmediato futuro que van a afectar al santa santorum de cada hogar: la salud y el bolsillo. El PP, que no ha estado en el gobierno, ni en Madrid ni en el País Vasco, recibe un duro castigo por razones difíciles de entender políticamente.

Es complicado explicar que un partido como el PNV, responsable de la caída de Rajoy, reciba votos, precisamente, de parte de las bases populares en Euskadi.

Lo evidente es que mientras el voto nacionalista cada vez es más fiel a sus siglas, olvida los casos de corrupción, episodios trágicos como el vertedero de Zaldíbar, la no condena del terrorismo o el incumplimiento de las promesas del nuevo estatuto, el voto constitucionalista, vasco-español, es cada vez más inestable. Iturgaiz, perdiendo cuatro escaños pese a la entrada de Vox, puede darse con un canto en los dientes.
El núcleo duro de la sociedad vasca ha decidido seguir el camino del nacionalismo flexible. Que en tiempos de virus hace la goma y amortigua sus afanes secesionistas para recuperar el discurso duro cuando pasa la tormenta. Más de dos tercios de los electores vascos apuestan por ese nacionalismo de dos velocidades.

El del PNV fuertemente especulativo y el de Bildu surfeando la ola de un independentismo que a la hora de la verdad muere en la orilla de los sueños imposibles. Paradójicamente, el País Vasco cada vez se parece más a la sociedad catalana de la etapa de Convergencia y Unió y la catalana a la sociedad vasca del pacto de Estella y el plan Ibarretxe.

El nacionalismo vasco ha ganado las eleciones con un discurso que si no es tan transversal como lo fue el de Jordi Pujol, se le parece. EH bildu cada vez se asemeja más a una ERC de discurso radical y antisistema pero practica política parlamentarista y convencional.

Eso, mientras los partidos que coquetean con el nacionalismo sufren una suerte divergente. Podemos pincha el globo de los indignados pagando su errática política en medio de luchas fratricidas por el poder. Y el PSOE, mantiene su hueco pero condenado a seguir jugando ese papel sin soñar con repetir en el futuro aquel Patxi lehendakari.

(Ideal)