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Europa se pertrecha para el posible cierre del grifo del gas ruso

El pulso con Rusia

El plan de emergencia europeo incluye medidas de racionamiento para el invierno

“Debemos prepararnos para un corte total del gas ruso”, avisa Ursula Von der Leyen

Si el Kremlin cierra el grifo totalmente, la UE deberá reducir un 15% su consumo, según los analistas de Bruegel

Provisiones para el invierno Los países europeos diversifican sus fuentes de energía y llaman al ahorro.- Alemania. Alemania depende actualmente de Rusia para el 35% de sus necesidades de gas, si bien al inicio de la guerra era aún más (55%). Objetivo: reducir al 30% a finales de año y llegar al 10% en verano del 2024. La situación ha empeorado desde que, a mediados de junio, Moscú redujo en un 60% las entregas por el gasoducto Nord Stream 1, lo que ha afectado en cadena a Austria, Francia, República Checa, Eslovaquia e Italia. Según Moscú, todo se debe a que las sanciones occidentales por Ucrania impiden el retorno de una turbina, de la empresa alemana Siemens, en revisión en Canadá. Tras conversaciones, la turbina podría volver la semana entrante. Sin embargo, llega un cierre total del Nord Stream 1 por puro calendario: del 11 (este lunes) al 21 de julio se hace la parada anual por mantenimiento. Alemania teme que Rusia la alargue más para presionar. Mientras tanto, la meta del Gobierno es el ahorro y almacenaje, pues el gas es clave para muchas industrias y la calefacción de la mitad de los hogares es a gas. A día 1 de noviembre, los depósitos –a llenar con gas ruso o de la procedencia que sea– deberían estar al 90% de su capacidad; ahora están al 63%. Para economizar el uso de gas en la producción de electricidad, el Ejecutivo anunció la posible reactivación provisional de centrales de carbón de las llamadas de reserva, una medida dolorosa pues la coalición de socialdemócratas, ecologistas y liberales pactó el adiós al carbón para el 2030. Se crea también un sistema de subastas para fomentar el ahorro en la industria, y el banco público KfW abrirá una línea de crédito para financiar la adquisición de gas. A muy largo plazo, Alemania espera poder surtirse con gas licuado qatarí –construirá dos terminales de recepción– e hidrógeno verde de Emiratos, además de gas estadounidense e hidrógeno noruego, entre otros. En el propio país, las energías renovables son el horizonte, pero no van rápido pese a los deseos de los ecologistas. Elaborado por: María-Paz lópez. Berlín. Corresponsal - Francia. Para conjurar el peligro de escasez energética derivado de la guerra en Ucrania, Francia dotará al Estado de poderes excepcionales. El Consejo de Ministros ha aprobado un proyecto de ley que incluye la posibilidad de requisar las centrales de gas que producen electricidad o de ordenar la interrupción temporal de su funcionamiento. Se decreta asimismo el llenado obligatorio, hasta el 100% , antes del 1 de noviembre, de las reservas estratégicas de gas, así como la aceleración de los trámites para poner en marcha una terminal provisional flotante para recibir gas licuado (GNL) en Le Havre. Otra medida altamente simbólica es preparar la reapertura de la central de carbón de Saint Avold, en el noreste del país, cerca de la frontera alemana, que fue cerrada en marzo pasado. Se establecerá también un sistema de aviso automático a las empresas que consumen gas, en caso de penuria coyuntural, para que puedan parar la actividad durante unas horas. Más a largo plazo, para asegurar la soberanía energética, la nueva primera ministra, Elisabeth Borne, confirmó los planes de construcción de nuevos reactores nucleares de última generación que sustituyan progresivamente a los actuales, obsoletos. Para afrontar este proyecto, que exige gigantescas inversiones, el Estado asumirá el control al 100% del gigante eléctrico EDF, hoy muy endeudado. La inquietud es tal ante el próximo invierno que los presidentes de tres grandes compañías del sector –Engie, EDF y Total-Energies– firmaron una tribuna en Le Journal du Dimanche, en la que hicieron un llamamiento individual y colectivo a reducir el consumo. “La mejor energía sigue siendo la que no consumimos”, escribieron. Elaborado por: Eusebio Val. París. Corresponsal - Italia. Italia es altamente dependiente del gas ruso, que representa un 40% del que importa. Por este motivo, desde que se inició el conflicto en Ucrania, el primer ministro, Mario Draghi, se ha concentrado en diversificar sus fuentes de energía. La estrategia pasa por sustituir al menos la mitad del gas que compra en Moscú (29.000 millones de metros cúbicos al año) por hidrocarburos de otros países en el 2023. El Gobierno ha logrado un acuerdo para aumentar un 40% las importaciones de gas argelino a partir de 2023 y 2024 y también ha alcanzado varios pactos en África para obtener más gas natural licuado. El problema es que, con los gasoductos existentes, es difícil que Italia supere los problemas que comportaría una total interrupción del gas ruso. El gas natural licuado podría ser la solución –hoy representa el 20% de las importaciones– pero Italia solo tiene tres regasificadores y ya están trabajando al máximo. Roma ha comprado una nueva nave regasificadora, pero no estará operativa hasta primavera del 2023. Otra solución en estudio pasa por construir un nuevo gasoducto entre Barcelona y la Toscana si fracasa el proyecto del Midcat. Los estudios técnicos están en marcha y deberían publicarse después de verano. La situación es peliaguda y en junio Italia sufrió una reducción imprevista de suministro de gas ruso. Ante las complicaciones que se prevén en invierno, el Gobierno planea llenar los depósitos de gas, que actualmente están sobre el 60% de capacidad, hasta al menos el 90%. La semana pasada Draghi se mostró confiado en que se cumplirá este objetivo y dijo que animará las reservas de gas mediante préstamos a las compañías del sector con una inversión de 4.000 millones de euros gestionados por la empresa estatal Gestora de Servicios Energéticos. Elaborado por: Anna Buj. Roma. Corresponsal - Reino Unido. En la política energética del Reino Unido, una cosa es la teoría y otra la práctica. La teoría elaborada por Boris Johnson, en respuesta a la agresividad de Putin y los precios desorbitados del petróleo y el gas natural, es obtener una mayor independencia, pero manteniendo los objetivos medioambientales, como que en el 2030 un 95% de la electricidad consumida sea baja en carbono. El Gobierno Johnson ha elaborado un plan estratégico para acelerar el desarrollo de energía nuclear, eólica (el potencial es enorme dado el clima ventoso del país), solar (más problemática) y de hidrógeno. Proyectos para la construcción de centrales nucleares, o para añadir reactores a las ya existentes, se van a acelerar, con la intención de que permitan cubrir un 25% de la demanda eléctrica. Pero todo ello en un futuro indefinido. El Reino Unido pretende explotar al máximo sus recursos de petróleo y gas en el mar del Norte, muy reducidos y de acceso costoso, instalar centenares de nuevas turbinas eólicas, e impulsar la undimotriz, generada por el oleaje. El fracking es más problemático, porque los habitantes de la campiña inglesa (la mayoría conservadores) se niegan a que su paisaje sea destrozado. “De esta manera –ha dicho John­son– reduciremos nuestra dependencia de unos mercados internacionales cada vez más volátiles, y desarrollaremos una energía más limpia y más barata, al tiempo que crearemos 40.000 puestos de trabajo”. En la práctica no está claro lo que va a pasar. El coste del gas y la electricidad ha hecho que un sector importante del Partido Conservador se plantee si no convendría modificar los objetivos medioambientales, de manera que sean menos ambiciosos y más a largo plazo, y se pregunta si tienen sentido en el actual contexto los sacrificios que serían necesarios para eliminar la huella de carbono en el año 2050. Elaborado por: Rafael Ramos. Lodres. Corresponsal


Es verano y, después de dos años de pandemia, las preocupaciones más inmediatas de los millones de europeos que estos días inician sus vacaciones son bien el caos aeroportuario o bien el precio de la gasolina si piensan viajar en coche. Bruselas y otras capitales europeas, sin embargo, tienen la vista puesta en lo que vendrá después, en la posibilidad de un invierno sin gas ruso que obligue a racionar el suministro y ponga a la ya tambaleante economía europea al borde de la recesión.

“Debemos prepararnos para más interrupciones del suministro de gas, incluido un corte completo del que llega de Rusia”, ha advertido esta semana la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. “Es obvio que el presidente Vladímir Putin sigue usando la energía como arma”, enfatizó en el Parlamento Europeo, donde confirmó que el próximo 20 de julio presentará un plan de contingencia europeo con medidas para hacer frente a posibles cortes en el suministro y tener claro cuáles son las prioridades en caso de escasez.

No se puede acusar a Von der Leyen de alarmismo. El presidente ruso ya ha cerrado el grifo total o parcialmente a un docena de países europeos y cunde el temor a que el gasoducto Nord Stream 1, que mañana se cerrará durante 10 días para llevar a cabo labores de mantenimiento teóricamente rutinarias, no retome su actividad el 21 de julio. Aunque las importaciones de gas ruso a la Unión Europea han pasado de representar el 40% del total al 20% en junio de este año, tal eventualidad la privaría de una de sus principales fuentes de aprovisionamiento en un momento clave.

Las empresas gasísticas europeas tienen orden de llenar sus reservas al 80% antes del invierno y normalmente aprovechan el verano, cuando hay menos demanda y los precios son más bajos, para preparar este colchón, necesario para afrontar con garantías la demanda de calefacción y energía durante el invierno. Actualmente están al 60% y, si no se alcanza el nivel requerido, los especialistas no descartan los racionamientos preventivos.

La tubería de Nord Stream 1, gestionada por Gazprom, que nutre directamente a Alemania, ya está funcionando por debajo de su capacidad con el argumento de que no puede operar sin una turbina que enviaron a Canadá para ser reparada y está afectada por las sanciones occidentales contra Moscú. Kyiv se ha dirigido a Otawa para pedir que no entregue la pieza. Berlín le pide lo contrario.

Con los precios en máximos históricos, Bruselas tilda de “chantaje” las maniobras rusas con la energía. La explicación de los problemas técnicos esgrimidos por Moscú suenan a mero pretexto para tratar de dividir al frente occidental y lanzar una guerra económica contra Europa. Aunque los analistas creen poco probable que Rusia cierre completamente el grifo, por el impacto que tendría en sus propias finanzas, un recorte en el suministro podría llevar a Alemania e Italia a la recesión y, de rebote, al conjunto de la zona euro, según los análisis de Goldman Sachs.

Los ministros de Economía de los Veintisiete celebrarán una reunión extraordinaria el 26 de julio para valorar la situación y pronunciarse sobre el plan de contingencia presentado días antes por la Comisión Europea, que incluirá medidas para reducir el consumo global, planes de racionamiento y asegurar el tránsito del gas entre los países. “Tenemos que asegurar que, en el caso de una disrupción total, el gas fluye hacia donde es más necesario. Debemos tener solidaridad europea y proteger el mercado único y las cadenas de valor de la industria”, dijo Von der Leyen, que llamó a no caer en “el egoísmo y el proteccionismo” que se vio al inicio de pandemia.

Bruselas ha pedido a los estados miembros que le envíen sus planes de emergencia nacionales. A partir de estos documentos determinará cuál es el grado de preparación a nivel europeo y diseñará pautas comunes sobre cómo actuar.

Los hogares e infraestructuras esenciales como los hospitales o las escuelas tendrían prioridad en caso de racionamiento del suministro, seguidos de la industria, donde ahora se abre una delicada conversación con los diferentes sectores para decidir cuáles podrían capear un corte con más facilidad. La Comisión está escuchando a los sectores afectados, empezando por las industrias de consumo intensivo de energía, para preparar su propuesta.

La legislación europea requiere a los estados miembros ser solidarios entre sí en caso de escasez pero solo han firmado seis acuerdos bilaterales para regular crisis de este tipo, entre ellos, los de Alemania con Austria y Dinamarca o los bálticos entre sí. “Esto no es suficiente”, recalcó la comisaria europea de Energía, Kadri Simson, en el último consejo de ministros europeos del ramo, en el que los animó a actualizar sus planes de contingencia y diversificar sus proveedores.

“Los países del este de Europa están muy expuestos a los cortes del gas ruso, en especial la ruta del Nord Stream 1, Alemania y Austria incluidas. Los acuerdos de solidaridad son esenciales para que el mercado europeo no se rompa durante el invierno. Trabajando juntos el coste de reducir su uso será menor para Europa”, afirma Ben McWilliams, uno de los autores del estudio publicado esta semana por el centro de investigaciones Bruegel, que calcula que si Rusia cierra el grifo del gas, la UE deberá reducir un 15% su consumo respecto al nivel previo a la guerra o más, en caso de un invierno especialmente frío.

No todos los países lo sufrirán de la misma manera: la reducción del gasto debería ser del 54% en el caso de los países bálticos y Finlandia, y el 29% en Alemania. Francia, por depender de la energía nuclear, y España y Portugal, por su situación de islas energéticas poco interconectadas con el resto del continente y dependientes de otros suministradores, son los países que menos lo sentirán directamente. Sin embargo, será necesario que todos hagan esfuerzos, afirma McWilliams.

“Un plan de eficiencia europea debería requerir solidaridad y una reducción del consumo mayor que el necesario a nivel nacional. No debe verse como caridad, es solidaridad europea”, recalca el analista de Bruegel. “A largo plazo, un enfoque europeo es lo que nos permitirá conseguir la independencia del gas ruso y alcanzar los objetivos climáticos”.

Los políticos, añade Mc Williams, “deben explicar claramente a la gente los riesgos que se avecinan y pedir a los hogares que hagan todo lo que puedan para reducir la demanda de gas, siendo sensatos con su consumo energético. Cada metro cúbico de gas que los hogares ahorren es uno más que puede ser empleado por la industria y ayuda por tanto a proteger la economía europea los próximos meses”.

(Beatriz Navarro, La Vanguardia, 10/07/22)