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La líder en busca del momento (Francesc-Marc Álvaro)

El reformismo que propugna Díaz tiene el tono pragmático de la vieja escuela eurocomunista

El rechazo a los partidos y la desconfianza hacia los aparatos. Este es el dato principal que anima la puesta en marcha de la plataforma Sumar, que Yolanda Díaz presentó el viernes en Madrid. La operación es tan complicada como interesante: intentar reagrupar todo lo que está a la izquierda del PSOE bajo un paraguas y superando, a la vez, las constantes luchas cainitas que –como ha sucedido en las elecciones andaluzas– echan a perder muchos votos. Por ello, la vicepresidenta segunda rehúye hablar –por ahora– de acuerdos entre formaciones. Está buscando el momento.

De la experiencia de Podemos, Díaz aprovecha la disolución del concepto “izquierda” para subrayar una aspiración transversal que no es más que el anhelo de una nueva centralidad desde un progresismo que elude sistemáticamente esta etiqueta, con la pretensión de llegar a un electorado amplio (penetrando incluso en la parroquia socialista), poco o nada ideológico. En cambio, y como ella misma ha contado en El País , mientras lo que puso en marcha Pablo Iglesias “nació de la impugnación” ella parte de “la construcción” y propone “un país a favor, en el que dialoguemos”. Es fácil ver en esta posición el mejor legado del PCE (que ya estaba por “la reconciliación nacional” en 1956), organización de la que Díaz proviene.

El reformismo que propugna Díaz tiene el tono pragmático e institucional de la vieja escuela eurocomunista sin sus ribetes doctrinales y con el suplemento de un feminismo sin sobreactuaciones. Lo más interesante de su discurso es que pone en primer término la agenda socioeconómica y esquiva (sin negarlas) las batallas culturales que han restado expectativas electorales a varias izquierdas europeas, incluida Podemos. Es una agenda pensada para conectar con una nueva mayoría y, de paso, desmontar ciertos mensajes “sociales” de Vox.

Con los partidos que quieran venir, pero sin que manden abusivamente los aparatos. Esta alquimia le será muy difícil a Díaz, que insiste en la idea de “movimiento ciudadano”. Lo que ofrece es un macronismo menos pijo y más izquierdista que el original, en manos de una líder potente que necesita el impulso de unas bases (“proceso de escucha”) para lograr no ser solo candidata a la Moncloa. Su reto es ser la primus inter pares de este espacio, sobreviviendo a la sombra de Iglesias y a unas cúpulas que llegan al poder sin haber pensado lo bastante en ello o habiendo olvidado las lecciones de Los Verdes alemanes (divididos entre fundis o fundamentalistas y realos o realistas), cuya supervivencia se debe a la capacidad de adaptación.

La invasión rusa de Ucrania ha permitido a Díaz dibujar un perímetro propio, alejado de cierto dogmatismo podemita, actitud que se añade a su capacidad de interlocución con todos los agentes sociales. En Catalunya, Ada Colau y los comunes están por la labor, pero hay muchos mimbres todavía sueltos y muchas prevenciones ante un eventual exceso de personalismo, entre barones y grupúsculos de una izquierda que se pretende muy coherente y tiene tendencia a la autodestrucción.

(La Vanguardia, 11/07/22)