Diego Doncel. La fragilidad. Visor. 96 páginas. 14 euros
Poesía
Diego Doncel rinde homenaje a su padre en coma durante ocho meses en una obra, premio Loewe, que reflexiona sobre la fragilidad de la vida
Un texto de poemas y de versos largos a modo de conversación, muy narrativa, que no rechaza lo prosaico
Docente, crítico, narrador y poeta, Diego Doncel (Malpartida de Cáceres, 1964) en 1990 obtuvo el premio Adonais con 'El único umbral', en el 2012 el premio Café Gijón de novela con 'Amantes en tiempos de infamia', y ahora el Loewe con 'La fragilidad'. Ha sido cofundador con Ángel Campos Pámpano y Álvaro Valverde de la revista hispano-lusa 'Espaço / Espacio escrito'. En 2011 publicó 'Porno ficción', un libro audaz en el que están presentes los temas dominantes de su poesía: la vida de las calles, la tecnología o la televisión. Se le ha considerado el creador de una nueva vanguardia, palabra que cada vez dice menos. En Doncel no hay voluntad de romper con nada sino de renovar, crear nuevos registros: "Me gusta que el poema tenga riesgos", ha declarado. El lector los encontrará de forma consistente en 'La fragilidad', un homenaje a su padre que estuvo en coma ocho meses, aunque aparecen muchos otros niveles. Una poesía de poemas y de versos largos a modo de conversación o meditación, muy narrativa, que no rechaza lo prosaico, la ciudad con sus polígonos industriales, los extrarradios, las teles de los bares vacíos, el óxido del alumbrado público, el asfalto o las luces de los semáforos. Pero, de pronto, el poema se eleva, como ocurre en 'Visión nocturna', "la historia de un hombre sin historia" que "se expande al compás del universo".
La intensidad se alcanza sobre todo al hablar de la muerte del padre, de la dimensión de su ausencia. Parece inevitable pensar en uno de los poemas más grandes de nuestra poesía, las 'Coplas a la muerte de su padre', de Jorge Manrique, pero Manrique ensalza las virtudes, el heroísmo, "dejonos harto consuelo su memoria", mientras que el padre de Doncel "sólo construyó fracasos". Lo que duele es la cercanía de su agonía, el intento del hijo por comunicarse con él. Pero no es solamente el padre sino "la epidemia de la muerte", que "ensucia lo que más quiere", "el rito que anunciaba la muerte era siemrpe siniestro".
Todo esto nos lleva a reflexionar sobre la vida, sobre su fragilidad, sufrir "la furia de la melancolía" y sentir así la huella de todos sus fracasos, donde los sueños desaparecen "hasta llenarnos los ojos de barro y silencio". Y si "sólo somos sombras entre el tiempo y el sueño", por otro lado "la eternidad debe resultarle amarga: / sin viajes, sin amigos, sin periódicos". Entramos en otra dimensión de la realidad, porque el mundo tiene la densidad de lo fantasmagórico, lo que explica la presencia de Shakespeare: de Ofelia y de Hamlet: "En sus radios se oyen retransmisiones deportivas, / noticias deportivas, emisoras musicales, / lo demás es silencio". El silencio de la muerte y del más allá.En esta anábasis de lo cotidiano, a la fuerza lírica contribuyen los símiles, que aparecen como sorpresa, de forma que el conjunto "es tan inmenso que ni siquiera tiene horizonte, / tan azul que ni siquiera resulta real". Este azul que nos remite a los versos que dejó Machado como testamento. Y escribe Doncel: "Fue entonces cuando me decidí a salir solo, cuando vi / esos días azules y este sol de la infancia / y supe que nada había muerto". Porque frente al dolor está la búsqueda de la felicidad, de la plenitud, que nos conduce al último poema del libro titulado precisamente 'Hacia la felicidad', que resume el recorrido que ha sido la fragilidad, con las cosas de la vida y de la muerte que nos acompañan: "La brisa empieza a quitarle ya el polvo al océano / para que pronto luzcan las estrellas". Una lectura que es sobre todo la de una voz original, arriesgada, poderosa y auténtica. 
(J. A. Masoliver Ródenas, Cultura|s, La Vanguardia, 14/08/14)