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'Mi hermano' (editorial Acantilado) de Afonso Reis Cabral. La sangre, que une y separa

Afonso Reis Cabral aborda en la muy madura novela 'Mi hermano' la presencia del síndrome de Down en las relaciones intrafamiliares

"Transformar la realidad del síndrome de Down en algo agradable es una traición", dice

Eça de Queiroz es su tatarabuelo... "Me tengo que proteger de Eça; yo no tengo la culpa", bromea

Cuando tenía nueve años, falleció Amália Rodrigues y el gran chal negro de la fadista cubrió Portugal de luto. "Junto a la voz de mi madre, era la voz femenina que más conocía", explica Afonso Reis Cabral (1990). Durante días, sus fados se convirtieron en la banda sonora de un país que lloraba su pérdida. "Ella cantaba Camoes, era algo casi sobrenatural", rememora. Y también a otros poetas. El niño Afonso escuchaba, y nació en él un fuerte deseo de expresar lo que sentía. Tanto, que empezó a escribir poemas en ese momento y a los quince ya publicaba un libro de poesía, 'Condensaçao'.

Reis Cabral, en apenas siete años, ha pasado de ser una joven promesa a una joven realidad literaria de Portugal, una de las voces más significativas de la nueva narrativa lusa. En España acaba de llegar traducido por primera vez con su novela debut, 'Mi hermano' (Acantilado), que empezó a escribir a los 21 y que tres años después ganaba el prestigioso premio LeYa. No es una novela amable. Trata con una sorprendente madurez y una prosa ágil y llena de imágenes poéticas un tema tan delicado como el síndrome de Down en el seno de la familia y sobre todo en las relaciones fraternales. Y lo hace sin caer en el sentimentalismo que tanto aborrece. "Transformar esta realidad tan compleja en algo bonito y socialmente agradable es una traición y no sería literatura", manifiesta. Reis Cabral sabe de lo que habla. Su hermano, un año menor, tiene esta alteración genética. Aunque la novela no es autobiográfica, reconoce que hay cierta parte de "exorcismo" en ella. La sensación de carga y el sentimiento de culpa conviven en un "difícil equilibrio".

El narrador, que no tiene nombre, un hombre de unos cuarenta largos o cincuenta años, decide hacerse cargo de su hermano tras la muerte de los padres. "Lo tiene todo para ser feliz, pero se siente vacío, desamparado, mientras que Miguel (el hermano, que sí tiene nombre), quien realmente tiene una vida desamparada en la cabeza, es feliz e incluso vive una historia de amor", detalla el autor. "El narrador no acoge sólo al hermano para seguir ofreciéndole una vida buena, sino para que le dé un propósito vital, un objetivo, algo que lo rescate", prosigue.

Con este telón de fondo, ambos se dirigen a la casa familiar en una aldea del interior del país, Tojal, "uno de aquellos lugares que Portugal ha dejado morir", define en la novela, que no pasa por alto la problemática del despoblamiento rural. "Existe una visión tópica, muy de ciudad, de pensar qué bonito que era antiguamente vivir en una aldea, y no, no era bonito. Era muy duro. Y naturalmente las personas se fueron de allí. No hay crítica en esto, pero las consecuencias aquí están". El Portugal vacío y abandonado. Como los dos hermanos. "Somos parecidos de modos diferentes y, dadas las circunstancias, esta semejanza es sorprendente. La sangre, cómo nos une y separa en un mismo flujo", reflexiona el narrador.

Y por la sangre de Reis Cabral circula el genio creativo de Eça de Queiroz, su tatarabuelo, del que intenta mantener la máxima distancia para que su trayectoria literaria no quede demasiado condicionada. "Me tengo que proteger de Eça", reconoce, y divertido añade: "Yo no tengo la culpa, sólo me responsabilizo de mi obra". La novela, cómo no, hace algún guiño a la reina del fado, pero también, muy sutil, a Eça, concretamente al personaje Eusebiozinho de su obra más célebre, 'Os Maias'. Pequeños homenajes junto a otras referencias literarias que el autor considera inevitables en una ópera prima.

(Sílvia Colomé, La Vanguardia, 14/08/21)