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'Planimetría de una familia feliz' (editorial Seix Barral) de Lia Piano y 'Les closques' (editorial L'Altra) de Laia Viñas. Asuntos de familia

Las vivencias de la infancia siguen siendo una inagotable fuente literaria. Las relaciones con los padres y con los hermanos en la casa familiar dejan una impronta perdurable, que recogen novelas escritas en diferentes partes del mundo. Todas buscan claves en las raíces

La infancia y el hogar son coordenadas de ruta que han marcado, para bien o para mal, la existencia de los protagonistas

En América, Asia, África y Europa se repiten situaciones y conflictos que confirman de este modo su carácter universal

Recientemente hemos podido ver en el cine cuidadas adaptaciones de dos espléndidos libros, que nos muestran sendos universos familiares. 'El olvido que seremos' (Alfaguara), de Héctor Abad Faciolince, y 'Pequeño país / Un país petit' (Salamandra / Empúries), de Gaël Faye, surgen del testimonio personal de los autores, en Colombia y en Burundi. En ambas obras la mirada del niño predomina en el relato y el escenario es la casa familiar. Los vínculos que allí se establecen constituyen el eje central de estos volúmenes, marcados en cada paso por un acontecimiento excepcional -el asesinato y la guerra-.

El ámbito doméstico y familiar constituye un material literario tan particular como universal. Ya lo escribió Tolstoi: "Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera".

Las novelas que recogemos en estas páginas comparten secretos o asuntos familiares no resueltos. Sus protagonistas remiten a la infancia y al hogar como coordenadas de ruta que han marcado su existencia.

- Realismo mágico.

Desde Medellín la autora colombiana Sara Jaramillo Klinkert (1979) nos sumerge en 'Donde cantan las ballenas' (Lumen) en una aislada vivienda, rodeada de montañas e invadida por la vegetación. Allí, en Parruca, conoceremos a una excéntrica familia de la mano de Candelaria, la hija de doce años. Jaramillo, que publicó 'Cómo maté a mi padre' (Lumen) -obra autobiográfica que la hermana con Abad Faciolince por su temática y procedencia-, ha escrito en esta ocasión una solvente novela con muchos tintes de realismo mágico -la niña moja con agua salada las esculturas de ballenas que el padre hizo o llueve miel tras una invasión de abejas-.

La ausencia del padre también late aquí. 'Cómo maté...' era abiertamente una escritura de duelo. En esta ficción la protagonista necesita entender y aceptar la ausencia del padre que se ha ido. Candelaria hace frente a situaciones poco habituales. Vive con su madre, que permanece encerrada en su habitación y se relaciona con las piedras, con su hermanastro Tobías, que cultiva hongos alucinógenos, y con personajes excéntricos que recalan en esa vivienda selvática.

Ése es su mundo: "De hecho, tampoco sabía lo que significaba tener una familia normal, por la sencilla razón de que la suya nunca lo había sido".

Candelaria, como la Nana de Lia Piano, es una niña con los ojos muy abiertos que va comprendiendo que en la vida uno acaba encarando las cosas solo. Son personajes que transitan de la infancia a la vida adulta y que empiezan a ver detrás de lo aparente: "Hay cosas así: pesadas, incomprensibles, difíciles de digerir. Y son justo esas cosas las que las familias deciden callar".

Mágica aunque con otros tintes es la atmósfera de 'El libro del verano' (Minúscula), de la ilustradora y escritora Tove Jansson (Helsinki 1914-2001). La autora finlandesa nos sitúa en una remota isla en el Mar Báltico donde pasan los veranos una abuela, su nieta Sophia, y el padre de ésta, poco presente.

De nuevo, una protagonista infantil que bucea en el mundo de los adultos y que a través de la relación con la abuela va confrontando los descubrimientos de la vida de los mayores. El espacio en esta obra está también impregnado por la naturaleza, el bosque fantasma, la cueva, y las inclemencias del tiempo. Las conversaciones abuela-nieta son pintorescas, irónicas y poco convencionales. Cuando Sophia tiene una rabieta la abuela le espeta: "A callar, o te vomito encima". El libro incluye delicadas ilustraciones de Jansson que dan al volumen un toque de cuento de adultos.

- Entre dos continentes.

La escritora Yaa Gyasi (Mampong, Ghana, 1989) vive en Estados Unidos desde los dos años. De un viaje a su país de nacimiento surgió hace unos años 'Volver a casa / Tornar a casa' (Salamandra), un bello libro que nos acercó a la cultura y a las tradiciones africanas. En su nueva novela, 'Más allá de mi reino' (Salamandra), resuenan algunos episodios de aquel primer libro -el racismo, las diferencias culturales-.

Comparte también el ambiente reflejado en 'Americanah' (Literatura Random House), de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, donde se plasma la experiencia de inmigrantes en campus universitarios americanos.

La obra de Gyasi, que tiene elementos autobiográficos, se situá en Alabama, donde la madre de la protagonista, Gifty, decide instalarse con su hijo a la espera de que posteriormente se incorpore su marido. Se trata de una mujer muy religiosa que cree que en América su estatus será mejor, que alberga la idea "de una pobreza estadounidense refinada y superior que implicaba la existencia de un tercer mundo abyecto e infrahumano".

Gifty es una doctoranda que trabaja en la Universidad de Stanford. Realiza estudios con ratones para dilucidar los mecanismos neuronales que llevan a la depresión y a la adicción. El laboratorio es la vida a pequeña escala que cree controlar. Depresión y adicción son dos elementos presentes en su entorno familiar. "Antes miraba el mundo a través de la lente de dios y, cuando esa lente se empañó, me volqué en la ciencia", dice. La religión es otro aspecto en común en los libros mencionados en este reportaje. Aparece como una práctica asimilada en la infancia, de la que la voz adulta se distancia. Queda como un recurso automático, como una letanía que surge en momentos de crisis.

Igual que en el libro de Jaramillo, en 'Más allá...' la ausencia del padre conforma una realidad familiar en la que hay algunos episodios dolorosos que pesan sobre todos los miembros. Los vínculos entre hermanos tienen mucho peso en todos estos volúmenes. Hay en ellos imágenes similares de cómo la relación fraternal pasa por momentos de protección -el hermano mayor se lleva a la hermana a pintar para que no oiga discutir a sus padres-, de admiración y también de distanciamiento.

- Secretos innombrables.

'De pronto oigo la voz del agua' (Alfaguara) es un título de la japonesa Hiromi Kawakami (Tokio, 1958), autora premiada y prolífica. Se trata de una obra intimista. La vivienda familair es el espacio al que volverán dos hermanos al cabo de muchos años fuera para desvelarnos los secretos callados durante tiempo.

Las páginas destilan esa visión oriental, delicada, ausente de ruido, que viene marcada por el ciclo de los árboles en flor, los olores o el canto de un pájaro: "Regresé a esta casa cuando los pétalos de las flores de los cerezos empezaban a caer".

Lejos del bullicio de las casas de los libros de Piano o Jaramillo, la de Kawakami es un lugar minimalista y austero.

La escritora convierte la casa familiar recuperada en un espacio de grandes revelaciones donde cada uno mira al pasado de una manera y establece unos lazos nada convencionales y trasgresores. "No hay nadie en ninguna parte que tenga derecho a juzgarnos", clama la hermana. La casa es el refugio que da tranquilidad a los protagonistas. Han cumplido ya los cincuenta y se llevan un año de diferencia. Se protegen de la violencia y agitación exterior (del ataque con gas sarín en el metro de Tokio en 1995 del que huyó el hermano o del terremoto y del tsunami de 2011). Los objetos y estancias pesan sobre ellos como las personas que los habitaron. La hermana convive constantemente con el recuerdo de la madre, habla con ella y su presencia le entronca con la historia familiar, es la piedra angular: "Se es feliz cuando se tiene una buena relación con la madre". El hermano, callado e introvertido, rehúye la evocación.

En 'El hijo del padre' (Destino), Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) traza una historia familiar con dos viviendas en dos escenarios: El Pueblo, en Badajoz, y el barrio de Torre Baró, en Barcelona. La Casa Grande en Extremadura, propiedad de los Patriota, a los que la familia del protagonista, Diego Martín, ha servido a lo largo de los años, contrasta con la humilde vivienda en la ciudad.

Martín es un profesor universitario casado y con familia. Lo conocemos en las páginas iniciales ingresado en un psiquiátrico tras matar al enfermero de su hermana. El protagonista de esta novela, que tiene varios registros -suspense, bélica, costumbrista-, es un hombre que se ha construido dando la espalda a su pasado, huyendo de un padre con el que no se entendía. Repite un patrón: su progenitor tampoco tuvo el apoyo del suyo. La falta de afecto, la violencia doméstica, la dureza de la guerra y las diferencias sociales -aspecto muy importante en el libro- llevan a Martín a un callejón sin salida.

Estas páginas recogen también una relación entre hermanos, la de Diego con Liria a la que cuida y protege. "A la familia se la perdona", le espeta otro de sus hermanos a Diego en el entierro del patriarca. El personaje ha estado huyendo de sus orígenes pero estos actúan como una fuerza centrífuga difícil de eludir. La dureza de algunas existencias esconde mentiras y secretos.

- Sin ficción.

En 'Una família" (L'Altra Editorial), de Toni Sala (Sant Feliu de guíxols, 1969), encontramos las vivencias del autor durante su infancia y juventud, en los años ochenta y noventa del siglo pasado. Al retratar a sus progenitores y al abuelo resurge la mirada del niño, tamizada por el juicio del hombre en que se ha convertido ("llegim els nostres pares a través nostre"). La casa familiar es en este libro el hotel que los padres regentaban. Aparecen los veranos, la piscina, la hípica, los primeros amores y la llegada de los turistas... una nítida foto de una época. La madurez lleva al autor a la aceptación de lo vivido: "Una familia és un conglomerat de fantasies, de vegades doloroses fins a la mort, de vegades paradisíaques, sempre transcendents".

El de Sala, como 'Libro de familia' (Seix Barral) de Galder Reguera, es el testimonio de una época y de una experiencia vital que se lee como una novela.

- Lia Piano: "¿Qué es más importante, ser felices o ser normales?".

La obra recuerda a 'Mi familia y otros animales' de Gerald Durrell, uno de los títulos favoritos de la escritora italiana

La primera novela de Lia Piano (Génova, 1972), 'Planimetría de una familia feliz / Planimetria d'una familia feliç' (Seix Barral / Empúries), transcurre en una villa rodeada de naturaleza y animales en la colina de su ciudad natal. Allí se acaba de instalar una extravagante y entrañable familia. El padre trabaja en la construcción de un barco encerrado en el sótano, la madre pasea por la casa siempre con sus tacones. Los hijos son dos chicos y una hermana pequeña, Nana.

Les acompaña Maria, la niñera, una mujer sin cultura que habla en dialecto, que forma parte del universo doméstico. Su personaje recuerda a la cuidadora mexicana de la película 'Roma'. Nana, la voz narradora irá descubriendo el fin de la infancia y el mundo de los adultos. A través de su mirada conoceremos a esta peculiar familia cuya máxima es "prohibido prohibir".

- ¿Qué paralelismos hay entre su propia biografía familiar y la novela?

- Los hay, pero no en el argumento. En la novela, en cierto sentido, mi familia pasa por una especie de transformación, por un proceso alquímico. Maurizio Maggiani le ha dado una bonita definición: "Autobiografía mágica". No encuentro palabras mejores.

- Retrata una familia poco convencional, que tiene sus propias reglas, alejadas del mundo exterior. ¿Qué entiende por una familia feliz?

- Cuento la historia de una familia poco convencional que, sin embargo, intenta ser normal. Afortunadamente el intento será un completo fracaso. La pregunta en la que se basa toda la novela es: ¿qué separa la normalidad de la felicidad? ¿A cuánta libertad debemos renunciar para parecer "normales"? Y por último, ¿qué es más importante ser felices o ser normales? Esta novela es mi intento de responder a todas estas cuestiones.

- Usted crea un universo semifantástico, con toques surrealistas, donde una diversidad de animales -a todos les asigna un nombre a su medida- es parte también de la familia. ¿Responde a un estilo de vida a lo Gerald Durrell?

- 'Mi familia y otros animales', que leí durante mi infancia, ha sido uno de mis libros preferidos. Aún recuerdo el asombro al leer aquellas páginas y, el gran sentido de familia que encontré. Seguramente en mi novela hay un homenaje, quizá inconsciente, al mundo de Gerald Durrell. Como también está presente Italo Calvino, otro inolvidable maestro de la ligereza.

- El humor impregna las páginas. Lo aplica en diferentes situaciones para tratar aspectos como la religión, el amor o el dolor. ¿Buscaba estos tintes cómicos para aliviar las situaciones dramáticas?

- Ésta es una buena pregunta porque capta perfectamente un punto central. Esta novela narra, en el fondo, un fracaso. Así que hay poco de lo que reírse. Es un fracaso contado a través de los ojos de una niña, sin ningún prejuicio, sin superestructuras. Un fracaso contado a sólo un metro de altura -lo que mide Nana-. Lo que surge de todo ello es que fracasar puede ser a veces una experiencia muy, muy feliz. Y una gran suerte.

- Su padre es el prestigioso arquitecto Renzo Piano -la autora se ocupa de su fundación-. La descripción de los espacios de la casa tiene mucho peso en la novela y permite al lector adentrarse en el particular mundo doméstico. ¿Cómo le ha influido el mundo paterno?

- Toda la vida mi padre ha tenido casa y estudio a poca distancia. Yo he crecido literalmente entre arquitectos, entre dibujos, usando las maquetas de edificios como casa para mis muñecas. Mi mirada sobre los espacios no es neutra, es fruto de esta larguísima experiencia. Por eso en mi novela, la casa es el único personaje que realmente ha existido. No he tenido ningún problema en inventar a mis hermanos o a la niñera Concepita Maria. Pero de ninguna manera podía traicionar la planimetría de la casa donde nací.

- Laia Viñas: "Ser campesino también es cultura".

"En los años cincuenta era inimaginable que una mujer decidiera no tener descendencia, y que fuera una decisión respetada"

Para la autora de 'Les closques', ser originario del delta de l'Ebre implica un arraigo especial a la tierra

La joven periodista Laia Viñas (Xerta, 1997) ganó el Premio Documenta 2020 -ex aequo con Irene Pujadas- con su primera novela, 'Les closques' (L'Altra Editorial). El protagonista, Arnau, originario del delta de l'Ebre, vive en Barcelona donde se reencuentra con su hija pequeña. En la obra, donde resuenan Mercè Rodoreda o Víctor Català, encontramos el latido de las voces y del paisaje de origen.

- ¿De qué manera las relaciones familiares y las vivencias de la infancia determinan la vida adulta de los personajes?

- Son el motor de la historia, entender por qué Arnau es como es y hace lo que hace a partir de lo que vamos descubriendo sobre su vida. Tiene unos padres peculiares, que no entrarían dentro de los cánones. La madre mantiene una relación con la maternidad muy conflictiva, que no sabe cómo llevar. Hoy en día podemos hablar y escoger si ser madres o no, pero en los años cincuenta y sesenta, donde tiene lugar la historia, era inimaginable que alguien decidiera no tener descendencia y fuera una decisión respetada. De hecho, ella ni se lo planeta, sino que se tira a la piscina porque es lo que hace todo el mundo y sólo se da cuenta de que la maternidad no es para ella cuando es demasiado tarde. Crecer rodeado de esta situación y de un padre que también tiene poca educación emocional, como era usual en la época, afecta a Arnau.

- Los libros y la creación artística están presentes en el relato. ¿Ha querido huir del estereotipo de un mundo rural distante de la cultura?

- Mis personajes rurales son gente culta. Ser de una zona tan cerrada como el delta de l'Ebre en los años cincuenta, ciertamente, tenía que limitar los conocimientos de la gente que lo habitaba, pero no eran ignorantes. La familia de Arnau tiene una biblioteca en casa. Su madre es una gran lectora, es inteligente, pero al mismo tiempo domina la tierra y aprovecha lo que le da. El padre, igual. Es artista, dibuja y se gana la vida haciendo de ilustrador durante un tiempo, pero es un experto en la plantación del arroz o en el cuidado de los animales. Son personas con inquietudes artísticas, pero la cultura también pasa por respetar la naturaleza, conocerla, tratarla con respeto y ser capaz de vivir de ella. Ser campesino es dificilísimo, tienes que tener unos conocimientos muy arraigados y, sobre todo, se tiene que tener una gran sensibilidad. Eso también es cultura.

- Los personajes originarios del delta ven Barcelona como un espacio de oportunidades pero al mismo tiempo siempre está la añoranza de la tierra de nacimiento. ¿Esta dinámica se repite de generación en generación? ¿La ha vivido?

- Creo que la nostalgia o la añoranza está presente en todo movimiento migratorio. En los años cincuenta, si eras del delta y te marchabas a Barcelona era como ir a vivir a Japón. Las infraestructuras eran deplorables (eso sigue pasando) y volver a casa cada dos o tres semanas se hacía muy complicado. Por lo tanto, quien se iba no volvía muy a menudo, y la añoranza era muy grande. Ahora pasa un poco lo mismo. La gente del sur nos tenemos que marchar a vivir fuera si queremos estudiar ciertas carreras o queremos trabajar en ciertos sectores. Yo había días que me añoraba igualmente. Creo que la gente de aquí somos mucho de aquí, estamos muy arraigados a nuestra tierra.

- Aparecen muchos temas en el libro. ¿Dónde ha querido poner el foco?

- Hay muchos que han ido saliendo de manera muy natural. 'Les closques' es la vida de Arnau, simplemente eso, y como en todas las vidas hay muchos momentos interesantes que a mí me han servido de excusa para hablar de ciertos temas. Pero creo que el motor de la historia es esta mochila emocional que carga desde pequeño, cómo va dejándola caer y de qué manera tiene que escoger si repetir los mismos patrones que su familia. Es la investigación de la identidad y del lugar en el mundo.

(Mey Zamora, Cultura|s, La Vanguardia, 14/08/14)