Entrevista
Imanol Uribe es cineasta
Tras licenciarse en periodismo, Imanol Uribe (San Salvador, 1950) comenzó a ejercer de productor y director logrando prestigio con filmes como “El proceso de Burgos” (1979) o “La fuga de Segovia” (1981). Acaba de estrenar, “Llegaron de noche”, donde recrea la matanza de los jesuitas de la UCA en noviembre de 1989
Implicación.- «Muchas cosas me tocaban de cerca. Se trata de una historia que llevaba años dentro de mi»
Realidad.- «Esta es una película que deja constancia de unos hechos y queda como testimonio de una realidad»
«Mientras pueda y me dejen, pienso seguir al pie del cañón»Aunque no le gusta analizar su evolución como cineasta, Uribe asume que “Llegaron de noche” representa, en cierto modo, un regreso a sus orígenes tras más de cuatro décadas de carrera. Un caso anómalo dentro de una industria donde los directores de su generación cada vez lo tienen más difícil para seguir en activo.
- En su película hay una frase atribuida al personaje de Ignacio Ellacuría donde este insta a sus estudiantes a entender los motivos del otro. ¿Hasta qué punto esa necesidad guía, también, su mirada como cineasta?
- Las historias que cuento en mis películas responden a pulsiones muy íntimas y, a partir de ahí, voy armando el relato de lo que quiero contar. Pero me cuesta hablar de mis motivaciones, de mis virtudes y de mis defectos como cineasta, aunque puedo suscribir lo que dices dado que esa necesidad de comprender al otro siempre ha estado ahí.
- ¿Esas pulsiones íntimas fueron las que le llevaron hasta una historia como la de «Llegaron de noche»?
- Sí, había muchas cosas que me tocaban de cerca en esta historia. Yo nací en El Salvador y viví ahí parte de mi infancia. Luego se da también el caso de que estudié con los jesuitas, primero en Indautxu y luego en Tudela, donde curiosamente también estudió Ellacuría, al que conocí personalmente algunos años después. Su asesinato y el de sus compañeros me pilló en Sudamérica localizando para una serie que después no se hizo, pero me acuerdo del fuerte impacto que me causó la noticia de su muerte. Se trata de una historia que llevaba años dentro de mí.
- ¿Por qué ha tardado tanto en contarla?
- Porque tampoco tenía muy claro cómo hacerlo. Fue tras un encuentro con el escritor salvadoreño Jorge Galán, en 2015, a raíz de la publicación de su novela “Noviembre”, cuando retomé la idea de hacer la película. El libro de Galán no se centra en el asesinato de los jesuitas de la UCA, pero sí que lo aborda y, sobre todo, introduce un personaje, como el de Lucía Cerna, que fue la única testigo de la matanza, que me dio la pauta para saber desde dónde quería contar esta historia. Me puse en contacto con Daniel Cebrián, mi guionista, y decidimos que el eje del relato tenía que ser el interrogatorio al que sometieron a Lucía los agentes del FBI una vez ella pudo escapar a Miami con su familia, para lograr que de desdijera de su testimonio inicial donde acusaba al Ejército salvadoreño de ser los autores de la matanza. A partir de esa situación, fuimos construyendo el relato.
- ¿Cómo se documentaron?
- Una vez tuvimos claro el enfoque, lo siguiente fue contactar con los protagonistas reales de la historia. Estuvimos en San Salvador, donde hablamos mucho con los supervivientes de aquella masacre y, sobre todo, con el padre Tojeira, que era el provincial de los jesuitas en aquellos años y que en la película está interpretado por Carmelo Gómez. Él nos puso en contacto con Lucía y su familia, que viven en un pueblo de California. Tres décadas después de aquello no ha podido regresar a El Salvador y el miedo sigue haciendo mella en ella, hasta el punto de que nos pidió que no especificásemos su lugar de residencia. Sobre la base de los testimonios de todas estas personas, Daniel Cebrián fue escribiendo el guion.
- ¿Cómo gestionó esa tensión entre la necesidad de ser fiel a la verdad de los hechos y conseguir armar un guion potente?
- En este caso, los elementos que concurrían en la historia eran lo suficientemente potentes que, una vez tomamos la decisión de que fuera la experiencia de Lucía la que guiara el relato, no nos hizo falta inventar nada. La única licencia que nos hemos tomado ha sido con el personaje del padre Tojeira, donde concurren experiencias que vivieron varios jesuitas pero que, por necesidades del guion, optamos por concentrar en torno a su figura. Por lo demás, todo aquello que narramos se ajusta a la verdad de los hechos.
- ¿En esa fidelidad pesa el deseo de hacer justicia a quienes inspiraron la historia?
- Sí claro, y sobre todo el deseo de traer a la realidad una historia que está casi olvidada, por mucho que el año pasado se celebrase en Madrid un juicio donde el coronel Montano fue condenado a 130 años de cárcel por aquella matanza. Pero todos los demás responsables fueron amnistiados en su momento y, aunque ahora se ha vuelto a reabrir el proceso, tengo muy pocas esperanzas de que realmente termine por hacerse justicia.
- Ese empeño por reactivar la memoria histórica está presente en muchas de sus películas.
- Teniendo en cuenta lo que cuesta levantar un proyecto, los tres, cuatro o incluso cinco años, como en este caso, que inviertes en la realización de una película, siempre busco contar historias que valgan la pena, que tengan una cierta trascendencia desde el punto de vista ético o moral. Sobre todo porque cuando las cosas vienen mal dadas y los proyectos se estancan o encallan, necesito algún estímulo que me haga no desistir, que me invite a pensar que todos los esfuerzos que estamos haciendo por sacar la película adelante merecen la pena, aunque solo sea por rendir tributo a la memoria de esas personas.
- ¿Siente que «Llegaron de noche» es un filme conectado con sus primeros trabajos?
- Puede ser. Se trata de una película que deja constancia de unos hechos y, como tal, de una obra que queda ahí como testimonio de una realidad. En este sentido, puede que haya un paralelismo con otras películas mías como “El proceso de Burgos” o “La fuga de Segovia”, donde había una voluntad por construir una ficción sostenida por una sólida base documental.
- Le he escuchado decir que «Llegaron de noche» es una película a contracorriente, ¿en qué sentido?
- Más que esta película, lo que resulta a contracorriente es el tipo de cine que yo hago. Los directores de mi generación estamos acostumbrados a trabajar en proyectos de nivel medio sostenidos por productoras independientes y ese es un modelo de cine que se está extinguiendo. La tendencia actual son los grandes proyectos alentados por las grandes plataformas, donde la creatividad de los directores queda muy condicionada o las películas pequeñas que se hacen con un presupuesto muy limitado. Fuera de ahí no existe un cine de clase media.
- ¿Eso explicaría la defenestración profesional que sufren los directores de su edad? Usted es uno de los pocos cineastas que despuntaron durante los 80 que sigue dirigiendo.
- Es ley de vida. Al final a los directores de mi generación igual nos interesan unos temas que a los veinteañeros y treintañeros, que conforman el grueso de la audiencia, les pueden llegar a resultar ajenos. Pero yo aún me siento con mucha energía y muchas ganas de seguir contando historias y mientras pueda y me dejen, pienso seguir al pie del cañón.
- Usted pertenece a una generación de pioneros que contribuyeron a posicionar el cine realizado en Euskal Herria. ¿Cómo valora aquella experiencia y la propia evolución del cine vasco?
- El cine vasco mantiene una salud magnífica. Hay una industria muy consolidada y todos los años se hacen producciones muy interesantes lideradas, además, por gente joven que se ha ido incorporando al medio. En cuanto a lo de pionero, no es algo en lo que piense mucho. En aquellos momentos hubo unos cuantos directores que estábamos allí y nos tocó dar un paso al frente a la hora de reivindicar la necesidad de hacer un cine desde Euskadi, un poco por convicción y otro poco por contrarrestar lo que llegaba desde Madrid y desde Barcelona. Se trataba de hacer cine y de hacer país. Para mí lo importante es haber vivido aquella experiencia.
(J. Iglesias, Gara, 27/03/22)