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Todo a cien (Juan Gómez Jurado)

Me temo que no todos estamos preparados para la libetad como no todos lo estamos para la felicidad

Ocurrió, como tantas cosas buenas y bastante terribles, por error. Mis hijos se disponían a pasar ese rato que se ha convertido en una de las formas favoritas de perder el tiempo del mundo actual. Ponerse a recorrer la oferta de una plataforma para ver una película, desechar un catálogo entero y pasar a otra, y luego a otra y después a la tercera para, un buen rato después de discutir en cada título, dejar pasar casi el tiempo que pensaban invertir en ver la película en decidir que ya no les daba tiempo a ver ninguna.

No es nada nuevo, antes pasaba con el zapping. Desde que nuestra televisión bípeda se convirtió en un monstruo de primero cinco ojos y luego, con las TDT, en algo más parecido al ojo de una mosca, fuimos perdiendo aquella sensación del ahora o nunca y del eso es lo que hay para, borrachos de oferta, acabar viendo nada tras horas de recorrer teletiendas, reportajes de parejas que reforman su casa y capítulos ya empezados de series que nunca empezamos a ver. Baje esas cejas enarcadas que no estoy defendiendo, por supuesto, que nos restrinjan la oferta para dulcificarnos la indecisión. Conozco el peligro de la oferta condicionada, obligatoria y direccional y jamás defendería volver a aquellos tiempos de 'la normal' y 'la UHF' que ya pocos recordamos y, desde luego, yo no añoro. Más que protestar por contar con una cantidad de posibilidades casi inabarcable, trato más bien de preocuparme por la necesidad del criterio para ser capaz de filtrarla, procesarla y aprovecharla. Me temo que no todos estamos preparados para la libertad como no lo estamos todos para la felicidad, me temo también que yo el primero.

Esto lo prueban los miles de casos de personas que ganan la lotería y acaban arruinados. Lo prueban los que han estrellado contra una cuneta su vida y aquel coche que les tocó en aquel concurso y que era, parece ser, de más caballos que su propia capacidad para manejarlos. Lo prueba, perdonen la dureza, los guiris que estampan contra un bordillo de Magaluf sus tan merecidos días de vacaciones y sus celosos ahorros durante el año saltándose el postre para podérselo gastar en España cuando llegase el momento.

Que vivamos en el mejor de los mundos posibles en cuanto a oferta, en cuanto a poder tenerlo todo si podemos pagarlo. Que el mundo sea un bazar lleno de mercaderes que constantemente nos anuncian que las cosas que necesitamos están siempre en un puesto, justo dos carretas más allá, que aquel que estamos mirando, no hace sino aumentar la necesidad de un trabajo propio, de autoeducarnos en el 'sé lo que no quiero' y mucho más en el 'sé lo que no me conviene'.

(Ideal, 14/05/22)