Y ahí precisamente está su mayor riesgo. Los españoles nos hemos acostumbrado a una democracia que, en realidad, es sólo media democracia: la democracia de los derechos, no de los deberes. Aquí, todo el mundo tiene derecho no sólo a una enseñanza y a una sanidad gratis, sino también a una vivienda, a un puesto de trabajo, a una seguridad, a unas vacaciones, a festivales, acontecimientos deportivos, incluso a entretenimiento gratis, que el «Estado de Bienestar», ídolo de nuestra época, garantiza. Y pobre del que atente contra él, que irá a la hoguera, como los antiguos herejes.
Pero eso no es así, el mundo no es así, la democracia no funciona así. La democracia es un complejo equilibrio de derechos y deberes, que no regala nada y exige tanto como da. Nos da libertad y oportunidades, pero nos exige responsabilidad y esfuerzos. Quien no es responsable ni se esfuerza, no llegarán nunca a gozar de las ventajas que el sistema ofrece. Pero precisamente la responsabilidad y el esfuerzo han sido obviados en la España democrática, diría incluso repudiados, por el falso criterio de que se trata de valores autoritarios, es decir, antidemocráticos. Hemos creado la cultura —yo diría más bien anticultura— del favor y de la holganza, del gasto y de la satisfacción inmediata, del atajo y del vale todo, al ser todo bueno, que nos ha llevado adonde estamos hoy: el endeudamiento hasta las cejas de particulares, instituciones y gobiernos. Con decir que entre los más endeudados están las cajas de ahorro está dicho todo. Perdón, está dicho sólo la mitad, porque la otra mitad es cómo quitarnos de encima esa enorme deuda.
Ese es el mayor riesgo del PP cara al 20 de noviembre: convencer a los españoles de que la fiesta se acabó, de que cambiamos o nos vamos a hacer compañía a Grecia. ¿Está dispuesto a decírselo? ¿Están los españoles dispuestos a aceptarlo? La convención del PP en Málaga, aparte de mostrar su unidad interna, apuntó en ese sentido. Pero habrá que analizar sus propuestas para saber si son algo más que fanfarria electoral. Mañana lo haremos. Pues de falsas previsiones y mentiras institucionales hemos tenido bastante los siete últimos años.
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