Inger Enkvist es hispanista y catedrática de español en la Universidad sueca de Lund, y ha participado en la 39 edición del Congreso Nacional de la Enseñanza Privada que se celebra en el Hotel Torrequebrada de Benalmádena, con la conferencia «La escuela excelente en los países nórdicos. Liderazgo y clima escolar». Un modelo educativo de éxito que es posible implantar en España, ya que se pueden aplicar las mismas recetas para mejorar el sistema nacional y que cuente con las mismas fortalezas que el finlandés.
- ¿A grandes rasgos, cuáles son los factores que han llevado al sistema educativo de Finlandia a su nivel de calidad?
- El sistema educativo finlandés tiene una buena tradición, ese es su punto fuerte. Tiene una tradición que conocen los docentes, los alumnos y los padres. También tiene un currículo muy claro, todo el mundo sabe qué es lo que deben estudiar, que tienen que aprender los alumnos en cada curso. Además, tiene un enfoque muy claro en la lengua y la lectura, desde el primer grado. Y también ha desarrollado un servicio de educación especial para alumnos con problemas de aprendizaje o que se hayan ausentado por enfermedad. Con ellos se trabaja de manera intensiva para que puedan incorporarse otra vez al grupo. Otro éxito del sistema es que cuenta con una formación profesional muy atractiva, los alumnos en la ESO saben que la libertad de elegir está a la vuelta de la esquina, y eso ayuda mucho. Los que quieren entrar en la Universidad, también están motivados porque trabajan mucho sin que el profesor esté encima de ellos, ya que saben que estos conocimientos les van a servir. Todo esto con una calidad muy buena de profesores. Es agradable y gratificante, la docencia es una buena profesión allí.
- Entonces, ¿está valorado el profesor en Finlandia?
- Sí, es tradición. Finlandia se ha salvado de desastres sociales gracias a la educación, como la posguerra de la II Guerra Mundial o los problemas económicos tras la caída del Muro de Berlín. Los finlandeses saben por la memoria histórica que la educación puede ser la salvación del país. No juegan con la educación. Pero se necesitan años para llegar a este nivel de conciencia. Se necesita algo más que una reforma escolar, hace falta un discurso político que diga a la sociedad que los alumnos y la educación son una inversión de todos.
- Según expuso en su conferencia, la selección del profesorado en Finlandia atiende a parámetros como el carácter o el buen manejo del lenguaje.
- Si los profesores están bien formados, los alumnos son los primeros en ver eso. Y eso lo transmiten en sus casas y se expande esa percepción. Más que seleccionar cierto perfil, se determina qué tipo de personalidad es poco probable que tenga éxito con muchos niños y a largo plazo.
- El respeto hacia el profesorado en el sistema educativo finlandés parece que no es el mismo que en el sistema español. ¿Qué se puede hacer para que se consiga esa consideración?
- Se pueden hacer dos cosas, para empezar. Una es que la ley de ordenación jurídica de las escuelas debe penalizar o sancionar a un alumno que insulte o agreda a un profesor. Ahora, los alumnos pueden hacer casi cualquier cosa, y los profesores tienen que aguantarse. Por otra parte, creo que para mejorar la valoración social, hay que subir las exigencias para ser profesor. Eso de admitir a todos tengan o no vocación, o de rebote (si no entran a su primera opción preferida para una carrera, todos van a Magisterio) no debe ocurrir.
- En Finlandia, los alumnos tienen libertad para elegir su temario, dentro de las propuestas. ¿Cómo influye esa autonomía curricular en la mejora del sistema educativo?
- Los que estudian el Bachillerato teórico tienen que reunir hasta 75 cursos, algunos de éstos son de cinco semanas de duración. Por ejemplo, dividen la asignatura de lengua en cursos de escritura de ensayo, o de cuentos. Son muchos, pero una tercera parte son troncales y el resto lo elige el alumno. Y con ello se consigue una idea de libertad que lo hace más atractivo para el alumno. Pueden navegar dentro del sistema con libertad, les tratamos como adultos.
- Comentaba en su conferencia que la lengua y la lectura tienen mucha importancia en las aulas finlandesas, incluso desplazando a las nuevas tecnologías.
- Efectivamente, si no manejas el leguaje y la ortografía, simplemente no entiendes lo que tienes en la pantalla. Tampoco puedes usar bien los datos si no escribes bien las palabras. Internet sirve cuando sabes un 90 por ciento de lo que quieres saber, y necesitas comprobar algún dato.
- ¿La receta para los buenos resultados de Finlandia se podría aplicar en el caso de España?
- Seguro que sí. Por ejemplo, tengo entendido que España tiene muy buena tradición en la enseñanza de la lengua, la lectura, la ortografía, la redacción y las humanidades. Así que lo que quedaría por hacer es combinar un cambio en la manera de trabajar, con una cierta reforma de lo que se ha permitido hacer en el colegio. Con ello me refiero a la conducta, y ahí los españoles tienen fama de no respetar las reglas. Hay que implantar un marco tranquilo, pero respetado y respetuoso, para crear ese clima de trabajo, que no es una imposición. Se trata de conseguir un ambiente en el que nadie tenga que defender ni atacar nada, sino simplemente ponerse a trabajar.
- Y esa libertad curricular de los alumnos nórdicos ¿se podría llevar a cabo aquí?
- ¿Por qué no? Existen problemas con el fracaso escolar, con el abandono, o con alumnos que están matriculados pero en realidad no estudian. Esto es un problema muy serio y es un despilfarro de dinero. Habrá que hacer experimentos para ver qué es lo que sucede con esa idiosincrasia española. Por ejemplo, que el Bachillerato se pueda hacer en dos años, si algún alumno tiene prisa por llegar a la Universidad, o cursarlo en tres años si alguno se lo quiere tomar con más tranquilidad. Se pueden cursar unas materias antes o después. Se trata de hacer el sistema más atractivo para el alumno, en definitiva.
- ¿Cuál es el papel que desempeñan las familias en el sistema educativo finlandés?
- Lo primero que hay que decir es que no es frecuente que los padres cuestionen al profesor. Ellos piensan: ‘la escuela es el trabajo del alumno, yo hago mi trabajo y el maestro hace el suyo’. Se confía en que el maestro es una persona razonable que desempeña bien su profesión. Esta confianza es automática, y por ello el sistema es más eficaz. La cuestión es cómo llegar ahí. Por otra parte, es beneficioso para los alumnos que vean que lo que hacen en el colegio es interesante para los adultos. Si les pueden contar a sus padres qué hacen en el día a día y qué aprenden, eso es bueno. Para algunos padres, sobre todo de alumnos adolescentes, puede establecerse un puente para iniciar el diálogo si hablan con sus hijos de su propio mundo, que es la escuela y los temas de estudio.
- ¿El papel de ese padre implicado es el mismo en el sistema educativo español?
- Yo creo que es diferente porque, por lo que me dicen, funciona en algunas familias, pero no en todas. El papel de los directores, de los profesores, de los políticos, sería predicar a las familias su responsabilidad, que no es aprender las asignaturas con su hijo, sino tener una casa tranquila para que el alumno por pueda dedicar un rato a las tareas. Crear un clima de estudio en casa es beneficioso.
- Acabar con al anonimato en los centros educativos es otra de las claves para mejorar.
- En los colegios muy grandes, de 1.000 o 1.500 alumnos, manejan cifras que casi invitan a los conflictos y los problemas. Porque nadie sabe dónde está nadie, es más fácil no obedecer a las indicaciones de las personas y hay más posibilidades de desorden. Simplemente, se trata de que los profesores conozcan a todos los alumnos y ellos los conozcan a su vez. Esto es para convertir el grupo individuos en una comunidad que tiene un propósito en común, que es el aprendizaje.
- Esa creación de ese conjunto en cada centro escolar ¿se produce en España?
- Se produce quizá en algunos colegios. He encontrado algunos profesores españoles que están desilusionados, cansados, piensan que las autoridades están equivocadas, que el director no es válido para el puesto, etc. Pero ellos son los primeros que pierden con esa actitud. Hay que darles a los adultos y después a los alumnos cierta responsabilidad en cada parcela. Hay que seguir intentando encontrar un buen modelo hasta dar con el que funcione en el colegio en cuestión.
Susana Márquez, La Opinión de Málaga