A este ex general del Ejército jordano no lo recuerdan con especial cariño. El Frente de Acción Islámica lo acusa de corrupción, mala gestión y fraude electoral durante su primer mandato. En este segundo, siguen lloviéndole las críticas. No es un secreto que Jordania tiene los mismos problemas socioeconómicos que empujaron a los jóvenes de los países vecinos a manifestarse contra sus regímenes. Los menores de 30 años constituyen el 70% de la población jordana, un total de seis millones de los que la mitad aproximadamente son de origen palestino.
El fantasma del tunecino Mohamed Buazizi –que se prendió fuego y desató las revueltas en Túnez– se enseñoreó en este pequeño país el 10 de septiembre, cuando un vendedor de 29 años se quemó a lo bonzo en Mafraq después de que la policía confiscara su puesto ambulante. El desempleo afecta a un 14% de los jordanos, pero las cifras no oficiales que maneja la CIA lo elevan hasta el 30%. El salario mínimo es de 211 dólares al mes, mientras que la pobreza le ronda al 25% de la población.
Así que Jordania, aunque más tranquilo, no es un país que haya escapado a los vientos de cambio que soplan en el mundo árabe. Los retos económicos y políticos son numerosos y hay protestas –pese a que no son masivas– cada semana. El país está inmerso en un proceso de reforma constitucional que debe introducir 42 enmiendas a la Carta Magna de 1952 y restar poder ejecutivo al monarca.
Y, en medio de todo esto, Jordania es una de las piezas clave en la resolución del conflicto palestino-israelí. Pendiente de la decisión del Consejo de Seguridad sobre si otorga el estatuto de miembro de pleno derecho a Palestina, el Gobierno jordano admite que se viven tiempos delicados. Bakhit fue embajador de Jordania en Israel a principios de la pasada década, lo que le confiere un amplio conocimiento del tema. Recibe a EL MUNDO en la sede de la jefatura del Gobierno, en el centro de Amán.
– Dentro del proceso de cambio en que está inmerso Oriente Próximo, ¿en qué nivel situaría a Jordania?
– Las reformas en Jordania no llegaron con la Primavera Árabe, sino que comenzaron el año pasado. Lo que ha pasado es que las revoluciones han acelerado el proceso. Pero ya mucho antes habíamos establecido pasos. Estamos respondiendo a las demandas del pueblo, que quiere que Jordania tenga un Gobierno parlamentario, como en muchos países de Europa [actualmente es el rey Abdalá quien nombra al primer ministro y aprueba a los miembros de su Gabinete].
– ¿Cuál es su postura sobre la situación en Siria y la represión que ejerce el régimen sobre los manifestantes?
– Nos gustaría ver reformas en Siria. Hemos aconsejado al Gobierno sirio sobre ello varias veces. El rey Abdalá ha hablado con [el presidente] Bashar Asad en dos ocasiones para que cese la violencia, pare los enfrentamientos y se encamine hacia un proceso de reforma.
– ¿Afectarán los cambios en Egipto y Jordania al tratado de paz con Israel?
– Podrían afectar al tratado de paz. Cuando lo firmamos, no era un fin en sí mismo, sino un paso más hacia una paz global. Pensamos que ayudaría a otros países a seguir el camino. Pero el campo de la paz se está reduciendo. En 1994, cuando firmamos el acuerdo de paz, el 85% de los jordanos lo apoyaba. Hoy este porcentaje es cada vez menor.
– ¿Cómo ven desde su país la petición de los palestinos de convertirse en miembros de la ONU?
– Apoyamos la petición palestina. Jordania está haciendo todo lo posible para volver a atraer a las partes a la mesa de negociaciones. Pero la estrategia de Israel es esperar y mirar y esta actitud es totalmente equivocada. Lo que debe hacer es tomar decisiones inmediatas para aprovechar este momento. Si esperan mucho tiempo perderán la oportunidad. La continuidad de la política de construcción de asentamientos por parte de Israel no ayuda a fomentar la confianza con los palestinos.
Rosa Meneses, El Mundo