Las Fuerzas Armadas son el instrumento específico de la defensa y las garantes, en último extremo, de nuestra seguridad. Hoy cuentan con el adiestramiento, disponibilidad y capacidad de respuesta inmediata y adecuada para actuar con eficacia en la prevención, gestión y resolución de cualquier tipo de conflictos en los que nuestro país pudiera verse implicado.
La primera conclusión que me gustaría trasladar a la opinión pública es la satisfacción por la mejora que ha traído nuestra integración en un marco de seguridad compartida y defensa colectiva con nuestros socios y aliados. España es un país más seguro gracias a nuestra participación activa en la OTAN y en la Política Común de Seguridad y Defensa de la UE. Estamos firmemente comprometidos con la defensa europea y somos partidarios del mantenimiento de un fuerte vínculo transatlántico que refuerza nuestra seguridad colectiva y tiene su reflejo en la estrecha relación mantenida desde hace décadas con los Estados Unidos en el campo de seguridad y defensa.
El futuro de las Fuerzas Armadas se diseña hoy, se construye mediante planes a medio y largo plazo y se asegura con fuentes de financiación apropiadas. La definición de las capacidades militares que necesitará España en el futuro requiere una visión a largo plazo que el Gobierno debería establecer con el apoyo de los Ejércitos y serviría para lanzar los planes de contratación, financiación y de personal, así como para orientar las inversiones a largo plazo de las industrias de defensa. Esta visión constituirá el hilo conductor de nuestra gestión si los españoles nos otorgan su confianza en las próximas elecciones.
Asumo el reto de mejorar la eficiencia del Ministerio de Defensa y de garantizar la preparación y operatividad de las Fuerzas Armadas. Será una tarea difícil pues la política de defensa deberá desarrollarse en un ambiente de gran escasez de recursos debida a la profunda crisis económica. La situación del presupuesto de defensa es dramática, un mero 0,68 por ciento del PIB. Es insuficiente incluso para hacer frente a los compromisos de pago pendientes de los programas de armamento. Este es el problema más importante que hoy tenemos planteado. Habrá que buscar soluciones urgentes e imaginativas para resolverlo y asegurar la renovación de medios y el mantenimiento de la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas. Todo ello, deberá hacerse sin esperar un incremento significativo del presupuesto a corto plazo, dado el marco de inexorable reducción de gastos en todas las Administraciones Públicas durante los próximos años.
En este punto debemos ser extremadamente claros y rigurosos. En tanto no pueda alcanzarse un presupuesto de defensa adecuado y sostenible, que es uno de los objetivos del Partido Popular, será necesario reducir o suprimir todo gasto que no contribuya directamente al fin primordial de la defensa que es la operatividad de la Fuerza; por ello y para que no se vea afectada ésta, habrá que hacer una revisión en profundidad de todas las estructuras orgánicas del Ministerio de Defensa y de las Fuerzas Armadas para simplificarlas en lo posible. Ningún ámbito debe quedar exento de esta revisión, tampoco las misiones internacionales en que participamos. Es cierto que nuestro despliegue en misiones en el exterior supone un esfuerzo económico cercano a los mil millones de euros en el presente ejercicio, el mayor en la historia reciente, pero no es menos cierto que estas misiones son la expresión de nuestro compromiso y solidaridad con la paz y seguridad en el mundo e incrementan el prestigio y el peso internacional de España. Por tanto cualquier posible revisión habrá de contar con el acuerdo de nuestros aliados y la aprobación del Congreso de los Diputados.
La política industrial de la defensa requiere una atención preferente pues atravesamos un momento especialmente importante para el futuro de este sector de la industria española, debido a la creación de un mercado europeo de defensa que ofrece oportunidades pero también presenta enormes retos. Las inversiones en I+D+i en materia de defensa no solo garantizan el mantenimiento de nuestro tejido industrial, también determinan enormes avances en distintos usos civiles, por ello soy un firme partidario de consolidar el nivel tecnológico alcanzado hasta ahora gracias a los programas de modernización que optaron acertadamente por la calidad en lugar de la cantidad. Nuestra actuación en el futuro vendrá definida por dos prioridades: fijar planes a largo plazo que orienten el correspondiente desarrollo industrial y, en segundo lugar, definir las capacidades industriales y áreas de conocimiento que España considera esenciales para su defensa y que deben permanecer en nuestro país.
He dejado para el final el capítulo del personal, que es el elemento más valioso de las Fuerzas Armadas. Su formación, adiestramiento y motivación serán objeto de atención preferente de mi Gobierno, si los españoles nos encomiendan esa tarea el 20 de noviembre. En este aspecto creo que es preciso perfeccionar el nuevo sistema educativo de doble titulación militar y civil introducido por la Ley de la Carrera Militar, en aquellos casos donde los resultados son menos prometedores. Por lo que respecta al sistema transitorio de integración de Escalas, la normativa de personal más contestada en las últimas décadas, mi compromiso es claro: realizaremos los ajustes necesarios para resolver la situación originada por la ley sin crear problemas donde no los hay.
Conozco bien los problemas e inquietudes de los componentes de las FAS, aprecio en cuánto vale el ejemplo que están dando de lealtad, disciplina y dedicación que constituye el mejor servicio a España en estos momentos de grandes dificultades. Sé también que los valores que entraña su vocación de servicio suponen un instrumento inmejorable para el conjunto de la sociedad a la hora de hacer frente a esas dificultades. Por ello, y por ser la defensa una cuestión de Estado, quiero acabar haciendo una llamada a recuperar el consenso roto a lo largo de las dos últimas legislaturas; no hay mejor forma de conseguir que nuestros aliados nos vean como un país sólido. Ese gran acuerdo nacional es también la garantía de estabilidad que asegura el futuro a largo plazo de la eficiencia y operatividad de nuestras Fuerzas Armadas y por tanto el futuro de la seguridad de todos nosotros.
ABC