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Patatas calientes (Victoria Prego)

ETA y su mundo están haciendo y deshaciendo a su antojo en estas interminables vísperas electorales. Organizan conferencias, anuncian comunicados que no llegan, administran sus silencios y tienen al Gobierno y al candidato socialista en un suspiro, ansiando que llegue de una vez la buena noticia procedente de la organización asesina pero haciéndose mientras tanto los despistados y poniéndose de perfil.

No hay dato alguno que indique que desde el Ministerio del Interior se esté alentando este despliegue propagandístico de los proetarras, pero es evidente que se les está dejando hacer, a ver si hay suerte y cae por fin el famoso comunicado de la banda diciendo que se disuelve.

Ese comunicado no llegará, no al menos en los únicos términos en que sería digno de ser atendido: una disolución sin condiciones. Pero precisamente para eludir esa exigencia esencial e innegociable de los demócratas está concebida la Conferencia del lunes, cuyos participantes resultan ser especialistas en tratar situaciones que no tienen nada que ver con lo padecido en España: están entrenados en mediar en enfrentamientos entre comunidades armadas, como ha sido el caso de Irlanda, o en la reconstrucción de sociedades desgarradas por la guerra. No es éste el caso de nuestro país.

Aquí lo que ha pasado es que unos asesinos han estado matando a centenares de personas pacíficas y destrozando la vida de muchos miles más con el propósito de alcanzar unos objetivos políticos que han formulado públicamente cientos de veces. Y lo que sucede es que la tal Conferencia está convocada para darle un aire internacional a las pretensiones de los terroristas y por eso se va a permitir el lujo de decirnos qué condiciones debe cumplir el Estado español para que los asesinos renuncien de una vez al crimen, porque a cambio de nada no va a ser.

Pero, si realmente se confirman los rumores que circulan estos días y el lunes llegan a estar presentes en San Sebastián líderes políticos del nivel de Tony Blair o del irlandés Bertie Ahern, será al Gobierno al que habrá que pedir explicaciones, porque entre sus obligaciones está la de enterarse de quiénes, y con qué propósitos, visitan nuestro país y advertirles de que la convocatoria no cuenta con la aprobación del Ejecutivo. No pueden nuestros gobernantes taparse los ojos y creer que con eso se han vuelto invisibles.

Si ETA estuviera decidida a dejar las armas definitivamente, conferencias de este tipo estarían de más. Pero aquí tenemos a un Gobierno ya un candidato que dicen que los demócratas estamos ganando cuando es evidente que la última partida, la definitiva, la más importante, está todavía sin jugar. Y esa partida es política porque lo que el Gobierno, éste o el siguiente, ha de asegurar a los ciudadanos es, justamente, que ninguna pretensión política de los terroristas va a ser atendida porque ofrezcan dejar de matar.

Parece que al Ejecutivo de Zapatero ya le quedan pocos días en el ejercicio del poder. Así que, cuente lo que cuente ETA, digan lo que digan los de la Conferencia de San Sebastián, la respuesta ya no les corresponderá a ellos sino a sus sucesores. Una patata caliente más, y de qué envergadura, que añadir al ya muy cargado saco del Partido Popular.

El Mundo