Qué tiempos estos, en que para crear empleos y atraer inversiones ya no nos consiguen fábricas de coches, sedes de organismos internacionales ni eventos deportivos, sino barcos de guerra, misiles y soldados.
Además, mil puestos de trabajo tampoco son gran cosa. Vale que no estamos para despreciar ni uno solo, pero reconocerán que todo un despliegue de barcos y misiles de defensa continental, que nos colocarían en la primera línea de una hipotética guerra, a cambio de mil trabajos tampoco es mucho, la verdad. Y menos mal, porque si fuesen más ya habría ayuntamientos disputando por llevarse a su municipio el escudo, como pasó con el almacén de residuos nucleares.
Hay que reconocer que el argumento de “lo hacemos para crear empleos”, que ya se ha usado para justificar recortes y reformas, es una buena coartada en tiempos de paro. A este gobierno no le queda ya mucho tiempo, pero seguro que al próximo se le ocurren muchas medidas que, en caso de rechazo social, podrán ser argumentadas en base a su potencial de creación de empleo. Tampoco hace falta que sean muchos, si para un escudo de guerra nos vale con mil empleos. Decía esta semana el popular González Pons que todas las políticas de Rajoy estarán marcadas por el objetivo de crear empleo: la política económica, la fiscal, la social, pero también, añadió Pons, la política exterior, la educativa, y hasta la política de defensa, todas orientadas a la creación de empleo. A mí me chocó lo de que el ministerio de Defensa fuese a combatir el paro, pero ahora lo entiendo viendo lo de Rota.
En fin, que para terminar su labor de autodesguace, Zapatero nos ha traído un escudo antimisiles que, al tiempo que facilita un negocio enorme a la industria armamentística, nos convierte a nosotros en escudos humanos del escudo antimisiles. Si el empleo que traerán los misiles es tan consistente como la seguridad que ofrecen –que es más bien inquietud-, apañados vamos.
Público