- Transparencia y dignidad.
La transparencia resultará prioritaria. A los españoles se nos ha mantenido a oscuras en lo que se refiere al coste de las decisiones políticas, el coste de los servicios del Estado, el coste de los políticos y de los favores de los políticos. El caso Blanco ha puesto el dedo en la llaga. Con la crisis, ha llegado el momento de poner punto final a las gasolineras como escenario para la toma de decisiones. El PP responderá a esta demanda, que disimula apenas un profundo… enfado –póngase aquí el sustantivo que se quiera. Este enfado, a su vez, lleva implícita una sospecha generalizada. A los socialistas se les llena la boca con la «vuelta de la política», pero no quieren darse cuenta de hasta qué punto la opacidad y la práctica sistemática del clientelismo han desacreditado la actividad política. Es hora de volver a dignificar la política, aplicando la máxima transparencia a todos los campos en que sea posible. Así lo han entendido las comunidades autónomas populares y así lo ha entendido el equipo de Mariano Rajoy.
- Confianza.
El cambio de estilo afectará también, como el propio Rajoy ha insistido –y como lo ha hecho Aznar en Málaga– a la forma de concebir la política. Estos casi ocho años no han sido sólo años de sombra y opacidad. También lo han sido de improvisaciones perpetuas, chapuzas, cambios de criterio sin explicar: la política se ha reducido al nivel de una tertulia, saturada de humo y de ocurrencias. No se gobierna de ese modo un país tan importante como España. Por supuesto que la situación es excepcional, y como tal requerirá flexibilidad y reflejos, pero también será necesario devolver a la acción política un margen de previsibilidad y de normalidad.
- Diálogo.
Devolver la confianza a los españoles requiere algo que el Partido Popular lleva practicando desde hace mucho tiempo, con ejemplos como el del País Vasco. Es la vuelta al diálogo, a la institucionalización de la política. Hay que salir de la hiperideologización y dejar atrás el infantilismo de dividir a los españoles en buenos y malos, en amigos y enemigos. La situación exige reformas de tanta entidad que requieren a su vez consensos similares a los de la Transición. Por parte del Partido Popular de Mariano Rajoy, esa oferta está garantizada. Habrá que ver cómo se gestiona, sin embargo, la situación heredada: una nación más desarticulada que hace unos años, con nacionalismos más exasperados, y unos socialistas encastillados en su actitud de extrema izquierda. Tal vez la derrota lleve al PSOE a una reformulación de su programa y su posición. Resulta más verosímil pensar que se encerrará en ese relato mítico que lo lleva a considerarse por encima de la Ley. Será uno de los puntos más difíciles de gestionar.
- Austeridad.
Una de las razones del posible éxito del Partido Popular son las medidas de austeridad tomadas estos meses en las comunidades autónomas. Efectivamente, la austeridad no es sólo necesaria como medida de fondo. Es imprescindible como actitud y como estilo. En estos años la sociedad española se ha tenido que apretar el cinturón y en cambio ha tenido que esperar hasta el 2011 para que el Estado empiece a hacer lo mismo. Vivir por encima de las propias posibilidades equivale al saqueo de los contribuyentes, las empresas y la riqueza de España. La austeridad significa redimensionar el Estado, dejar atrás la arrogancia socialista y devolver a la sociedad la capacidad –que está pidiendo a gritos– de tomar sus propias decisiones. Desde esta perspectiva, la reducción de diputados y concejales o el fin de la cultura de la subvención van en el mismo sentido que los recortes en una fiscalidad confiscatoria y la promulgación de un único contrato de trabajo.
- Ambición. Salir a ganar.
Si el Partido Popular cumple su programa, y las políticas de estos meses indican que está dispuesto a hacerlo, los españoles recobrarán la confianza y se recuperará algo perdido también en estos años, como es la dimensión nacional de la política. España, como ha dicho Núñez Feijóo, tiene más bazas que muchos países europeos para empezar a salir de este periodo de excepcionalidad y devastación. Una nueva forma de hacer política constituye una de las claves del éxito.
La Razón