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Jeremy Rifkin: "La única salida es liberarnos de la dependencia del petróleo"

Jeremy Rifkin lleva 30 años y más de 20 libros explicando en todo el planeta cómo va a cambiar la vida. Si hoy, en el umbral del 2012, se contempla en perspectiva ese empeño, se comprobará que este visionario puede apuntarse algunos tantos: como haber profetizado la semana de menos de 40 horas laborales (ahora en revisión) en El fin del trabajo (1995); o la medicina genómica en El siglo de la biotecnología (1999); o la sociedad en red en La era del acceso (2000).

Pero Rifkin no es un futurólogo, sino un investigador generalista que anticipa los cambios –eso es, al cabo, la inteligencia– por ser capaz de proyectar un enfoque multidisciplinar sobre la realidad inmediata. En La tercera revolución industrial, Rifkin integra en una misma visión trabajos previos sobre las redes digitales, el hidrógeno, los cambios de poder o las energías verdes.

Recibió al Magazine a punto de iniciar su charla en Smart City Expo & World Congress de Barcelona, con un ojo puesto en sus notas de trabajo y otro en la grabadora, intentando anticiparse al porvenir y también a cualquier pregunta.

“La crisis que vivimos y está amenazando nuestra civilización comenzó en julio del 2008, cuando el precio del barril de petróleo llegó a marcar los 249 dólares. Era un precio insoportable para nuestro modo de vida aún dependiente de los combustibles fósiles”

- Pero la recesión debería haber reducido el precio del petróleo.

- No lo ha hecho, porque, mientras Occidente rebajaba su actividad, los países emergentes como China e India crecían a un ritmo imparable, con lo que no han reducido sino aumentado su demanda, entorpeciendo así nuestra recuperación.

- Occidente ya no es el único actor económico en el planeta.

- China e India no llegaron a realizar la primera revolución industrial del carbón y el vapor y han llegado tarde a la segunda revolución industrial, la del petróleo, pero con una enorme prisa por recuperar el tiempo perdido. En cualquier caso, esa asincronía de crecimientos está impidiendo que nos recuperemos.

- ¿Cuándo lo ha impedido?

- En el 2009, empezábamos a salir de la recesión con un ligero rebrote, pero la inmediata subida del precio del barril abortó esa pequeña recuperación. Y es lo que nos va a pasar una y otra vez cada vez que recuperemos cierta actividad.

- ¿Y qué propone usted?

- Lo que le dije a Angela Merkel: el precio del petróleo va a condicionar nuestra prosperidad mientras dependamos de él. Así que la única salida eficiente y sostenible es liberarnos de esa dependencia.

- Fácil de decir.

- No podremos liberarnos de ese bucle fatal hasta que superemos la segunda revolución industrial y comencemos la tercera, una nueva era. Pero ya no es sólo la economía, la energía fósil está poniendo en peligro no sólo nuestra civilización, sino también nuestra supervivencia como especie.

- Aún hay quienes lo cuestionan.

- Piense que el planeta ha vivido ya cinco episodios de extinción masiva de formas de vida, pero entre uno y otro transcurrían cientos de miles de años. El petróleo nos ha puesto en peligro en apenas un siglo.

- ¿Por qué?

- Porque el impacto de la tecnología sobre el medio ha sido cada vez mayor al estar fundado en la centralización. La segunda revolución industrial ha impuesto sistemas centralizados, empezando por los nuevos estados nación, con grandes capitales que concentraban todos los poderes de decisión: radios y televisiones centrales que controlaban toda la información; centrales de energía desde las que se producía y regulaba toda la energía; grandes centrales de telecomunicaciones y carreteras reproducían con su trazado esa lógica centralizadora.

- ¿El uso del petróleo por sí solo determina tanto el sistema?

- Absolutamente. Y, del mismo modo, cuando prescindamos de él, nos organizaremos de forma diferente.

- Dé un ejemplo.

- La primera revolución industrial obligó a la alfabetización de las masas. Llevó a que millones de obreros aprendieran a leer y escribir y así pudieran ser operarios eficientes manejando máquinas.

- ¿La alfabetización no es el resultado de las reivindicaciones de esas masas?

- Es otro modo de explicarlo, pero me temo que hubiera sido mucho más lenta y menos efectiva si las máquinas –y sus propietarios empresarios– no hubieran requerido de operarios más formados para seguir enriqueciéndose. Si no se hubiera pasado de la mula al vapor, la mayoría de la humanidad seguiría siendo analfabeta. Del mismo modo, cuando cambiemos el paradigma actual –el petróleo–, también modificaremos todo nuestro modo de vida.

- ¿Cómo?

- Miremos a Alemania, porque Alemania y su motor Daimler-Benz de explosión inauguraron la segunda revolución industrial igual que Inglaterra y el vapor iniciaron la primera. Alemania ahora se ha puesto en cabeza de la tercera revolución industrial con su apuesta pionera por la producción descentralizada de energías renovables.

- Esas energías serán renovables, pero se utilizaban ya hace miles de años.

- Su combinación con internet es ahora lo revolucionario. Y si la gran televisión centralizada fue el modo de comunicación por excelencia de la segunda revolución industrial, internet es el cerebro en red de la tercera.

- ¿Cómo afectará esa combinación a la organización social?

- En la tercera revolución industrial la autoridad ya no será centralizada y vertical sino reticular. O, si prefiere, distributiva. El poder de decisión irá alternándose en la red: lo tendrá quien más información para tomar la iniciativa tenga en cada momento.

- ¿Puede ser más concreto?

- Hablo de sustituir las grandes centrales eléctricas y las refinerías por pequeñas productoras de energía en su jardín, en el tejado de su comunidad de vecinos, en su fábrica, en su oficina.

- De momento, sólo es una utopía.

- Internet la hace posible. Cerca de mi casa, en Virginia, ya hay comunidades autoabastecidas con energías renovables, y en Alemania comienzan a no ser noticia. Pero esto es sólo el despegue. Porque la verdadera revolución tendrá lugar cuando la energía se transmita por la red y la inteligencia colectiva regule su uso.

- ¿En qué sentido?

- Si usted produce en su tejado más energía de la necesaria, sea solar o eólica o geotérmica, inmediatamente la red la redistribuirá hacia quien la necesita y usted cobrará por ello, y si es al revés y usted precisa en determinados momentos más energía, la red le cobrará a usted por los picos de suministro de esa energía.

- Sonar, suena bien: no será fácil convertirlo en realidad.

- Es una revolución, desde luego. Y como todas las anteriores, es muy difícil de concebir intentando anticiparla desde el paradigma anterior. También era difícil para un inglés de la era del carbón pensar en la semana laboral de las 35 horas.

- En España ya hay miles de generadores movidos por el viento.

- Pero aún reproducen el viejo esquema de la segunda revolución industrial: la central. Ya no son necesarias las centrales. Ni solares ni eólicas ni geotérmicas, porque la energía no está, como el petróleo o el carbón, concentrada en determinados lugares.

- La energía eólica cubre buena parte del consumo eléctrico español.

- La UE ya ha aprobado que el 20% de la energía que utilizamos sea renovable en el 2020. Pero lo importante es cómo recoges esta energía. Y ya no será con los parques solares o eólicos y la línea de alta tensión, sino con centrales autónomas en cada edificio y una red inteligente que las optimice a todas. Hay 191 millones de edificios en Europa, y en cada uno puede haber una central.

- Es una posibilidad.

- Pero lo realmente revolucionario es que esa revolución requiere la creación de miles de puestos de trabajo, como también los requirió el carbón o el petróleo cuando se convirtieron en la fuerza motriz de nuestra civilización.

- Se necesita capital para todo eso.

- En siete años, al precio actual de la tecnología generadora, cualquier edificio puede haber amortizado con el ahorro del pago de recibos su propia central. Desde luego, es mucho más fácil incluir estas centrales en los edificios nuevos que en los ya construidos, pero todo este proceso es gradual. Aunque estoy convencido de que se irá acelerando.

- ¿Quién pondrá todo ese capital ­necesario?

- Ya le he dicho que el ahorro es innegable, así que también llegará el capital en consecuencia buscando sus plusvalías. Además, igual que ha pasado con la informática, la tecnología de generación también reducirá su precio al masificarse su producción y crearse economías de escala.

- ¿Cuánto cuestan esas centrales autónomas ahora mismo?

- Unos 30.000 euros. Pero las centrales sólo son una de las patas del nuevo paradigma.

- ¿Qué falta?

- El almacenamiento. Necesitamos baterías y otras tecnologías similares como los circuitos de agua para las hidroeléctricas. Debemos tener en cuenta, además, que el viento o la luz del sol no son energías constantes y esas tecnologías permiten evitar los altibajos en el suministro. Por eso creo que también tendremos que contar de algún modo con energías intermedias como el hidrógeno.

- ¿Qué red será capaz de hacer fluir constantemente toda esa energía; de gestionarla y comprarla y venderla?

- Una red inteligente, desde luego. Pero ya existe: los mismos cables que hoy llevan la información en internet pueden conducir también esas energías verdes.

- ¿Podemos enviar kilovatios por la red como si fueran bytes de información?

- Podemos efectuar transacciones con ellos como hoy intercambiamos información. Ahora mismo, en Alemania IBM, Cisco y Siemens, experimentan diversos sistemas para hacer posible esta innovación en seis länder. Y existe otro pilar de este nuevo paradigma: los vehículos enchufables. Bicicletas, motos, coches, autobuses, camiones, todos ellos serán depósitos de energía en sí mismos y consumidores. Y habrá más puntos de recarga que hoy gasolineras, porque es mucho más fácil colocar enchufes que surtidores y depósitos de combustible.

- ¿Por qué los propietarios de los edificios tienen que compartir alegremente su producción energética con los ­inquilinos?

- Es un terreno por explorar, pero no será difícil llegar a acuerdos que beneficien a todos una vez la tecnología esté al alcance de todos.

- Ya se verá.

- Las grandes distribuidoras musicales no quisieron entender cuando empezó a distribuirse la música gratis en internet. No supieron ver que los tiempos habían cambiado y pagaron ese error con su extinción.

- Esos procesos tienen ganadores y perdedores.

- Ganarán los ciudadanos, y Steve Jobs ya no podrá ver su legado. Porque la tercera revolución industrial es hija de la nueva tecnología de la información que Jobs y otros lograron democratizar.

- Usted no cita a perdedores.

- El grito de los indignados de Wall Street que más razón tiene es el que denuncia que el 1% de la población del planeta controla el 99% de la riqueza, y ahora mismo la situación en la generación y distribución de energía es parecida. Espero que ese 1% pierda su posición hegemónica.

- Si es que los ciudadanos se pueden comprar una central.

- Las centrales de producción de energía seguirán una curva de precios como los ordenadores o los móviles: cada vez más baratos, hasta que los tenga todo el mundo.

- Hoy todos tienen un móvil pero ¿da eso más poder?

- Los avanzados saben que sí y ya lo usan.

- ¿Se refiere a los indignados?

- Sí, esos pioneros que protestan en Wall Street o han protestado en calles y plazas de Europa ya no piensan en las viejas derecha e izquierda de la segunda revolución industrial, sino que esperan algo nuevo.

- De momento, electoralmente no han tenido incidencia: al menos en España.

- Porque ya no quieren cambiar a un líder por otro sino que lo que quieren transformar es todo el sistema: de arriba abajo. Porque intuyen que el esquema de la segunda revolución industrial se está viniendo abajo. Y ese cambio de paradigma no afectará sólo a los países occidentales y a los ya desarrollados, sino que también reformulará los equilibrios en la geopolítica mundial.

- ¿Cómo?

- Los países emergentes podrán convertir el lastre que supone ahora su carencia de infraestructuras en una ventaja competitiva. Le estoy hablando de un salto cualitativo que les evite varias etapas tecnológicas. Es más eficiente y barato partir de cero que tener que reconvertir lo ya existente: además, si ya has hecho una gran inversión en las centrales energéticas de la segunda revolución industrial y en el petróleo y su lógica, lo normal es que quieras prolongar su actividad para amortizar esa inversión.

- ¿Estar adelantado hoy podría ser un inconveniente mañana?

- Los países que no han realizado grandes inversiones en el paradigma anterior pueden ser más innovadores y eficientes ahora y lanzarse de lleno en el nuevo paradigma. En lugar de construir megacentrales pueden concentrarse en que las nuevas viviendas tengan todas pequeños generadores y se autoabastezcan. Los países desarrollados en crisis, como España, en cambio, tienen que aprovechar esa necesidad de adaptación a la nueva tecnología en una oportunidad para la reactivación económica.

- En eso está el país.

- El camino hacia la implantación de la nueva economía será aceptado por todos sólo si no compromete la economía social de mercado; si no discrimina ni excluye a nadie y si contribuye a cimentar el sueño europeo. Y España puede tener un papel protagonista también con Alemania en esa carrera tecnológica.

- Cuente.

- España perdió el tren de la primera revolución industrial, pero cogió el de la segunda, como todo Occidente, a rebufo de Estados Unidos. Mi país fue pionero del paradigma del petróleo, a cuya lógica respondemos todavía. A principios del siglo XX, el uso del motor de explosión se masificó, y los oleoductos cruzaron de punta a punta el territorio casi en paralelo a una gigantesca red de autopistas. Ese entramado de interestatales permitió que los ciudadanos abandonaran el centro de las ciudades y crearan gigantescos suburbios.

- La casa con jardín: el sueño de las clases medias.

- Que produjo un auge sin precedentes de la construcción residencial: uno de los grandes motores de la economía americana, pero también uno de sus grandes depresores cuando se colapsa.

- En España, la construcción también ha sido y aún es una obsesión.

- Y espero que siga siéndolo, pero en sentido positivo, el de hacer posible está tercera revolución que espero que ustedes no se pierdan. Por interés suyo y de todo el planeta, porque al generar la energía de forma no jerárquica, se crearán nodos de autosuficiencia plenamente conectados con la biosfera. Será el modo en que superaremos el divorcio entre producción y medio ambiente como lo planteó la segunda revolución industrial: la producción necesariamente degradaba el medio.

- Seguramente, llegar a fin de mes seguirá primando sobre la preocupación por el planeta.

- Yo no lo creo. Fíjese en los niños. Saben perfectamente que una tele no puede estar encendida si nadie la mira. Tienen conciencia de la biosfera y ya han unido las líneas de puntos hasta dibujar en su mente la cadena de la vida: somos la tierra.

- Muy bien, ¿pero usted dónde vive?

- Tengo residencia en Washington, pero ya ve que no paro de viajar.

- ¿Y cómo vendrá a presentar su próximo libro? ¿En barco de vela?

- Pronto habrá aviones con energía eléctrica igual que ya hay camiones, y además está la bioenergía.

- Pero se ha denunciado que la explotación de la biomasa para convertirla en combustible arruina superficies ­forestales.

- Todo depende de cómo se haga, por supuesto. Si usted aprovecha desperdicios para generar energía, no hace sino incorporar los desechos al ciclo de la vida.

- Seguro que hará que se piense en todo esto.

- Si le hago pensar, estupendo, pero no me conformo con que piense: quiero que actuemos, quiero cambios.

Lluís Amiguet , Ima Sanchís, Magazine, La Vanguardia