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Lobsang Sangay, primer ministro del Gobierno tibetano en el exilio: "Los tibetanos nos conformaríamos con tener una autonomía como la catalana"

LUGAR DE NACIMIENTO: Darjeeling (India)
EDAD: 43 años
CARGO: Primer ministro del Gobierno tibetano en el exilio
FORMACIÓN: Licenciado en Derecho
CREDO: Budista
AFICIONES: La literatura, la Historia y pasar todo el tiempo posible con su familia
SUEÑO: Pisar el Tíbet por primera vez

Es desde el pasado agosto el nuevo primer ministro de un país en el que no ha estado jamás, dirigente de un Gobierno sin patria, líder de un pueblo sobre el que no puede legislar. Lobsang Sangay dejó una prometedora carrera como académico y profesor de la Escuela de Derecho de Harvard para presentarse a las elecciones que en abril le convirtieron en el primer dirigente democrático del Tíbet. De su Gobierno en el exilio, esto es. Ha tenido que cambiar su acomodada vida en EEUU, donde vivía con su mujer y dos hijos, por una espartana oficina en Dharamsala, la ciudad india que sirve de refugio de los tibetanos huidos de su tierra.

Lo primero que ha aprendido el Kalon Tripa tibetano es que sus movimientos van a ser seguidos de cerca, y no sólo por sus electores. Las cuentas de su correo electrónico han sido pirateadas desde China y sus documentos personales extraídos de su ordenador y difundidos en internet. Antes de empezar la entrevista telefónica procede pues saludar a los espías chinos que seguramente escucharán la conversación.

– ¿Por qué deja alguien una gran carrera como académico en EEUU por lo que muchos pensarían es una causa perdida?

– He pasado 16 años en Harvard. Creí que había llegado el momento de dejarlo para aceptar la responsabilidad de ayudar a mi pueblo. Soy tibetano y para mí es un privilegio y un honor servir a la gente que me eligió.

– Un objetivo difícil teniendo en cuenta que no puede viajar al Tíbet.

– China no me lo ha permitido a lo largo de los años, pero desde niño mis padres [exiliados en India] me hablaron del Tíbet y me enseñaron a amar su cultura. Mucha de la información me llega a través de los cientos de refugiados que llegan a Dharamsala, contando sus historias sobre cómo era su vida y por qué decidieron escapar. Los tibetanos somos una familia, vivamos fuera o dentro del Tíbet. Hemos sido divididos por la fuerza, no por elección propia. No es fácil administrar un Gobierno sin patria, sin fuerzas de seguridad y con la mayoría de tu gente en el Tíbet. He tenido que ajustarme a la situación: no soy más que una persona ordinaria que ha sido elegida para una responsabilidad extraordinaria.

– El tiempo no parece estar de su lado. La migración masiva de chinos de la etnia Han al Tíbet y la destrucción de la cultura local se han acelerado. ¿Se puede hacer algo por frenarlo?

– El Gobierno de Pekín quiere asimilar el pueblo tibetano, integrarlo completamente en China. Está haciendo todo lo que puede por eliminar nuestra cultura, religión y lengua. Los tibetanos tenemos que hacer un gran esfuerzo de preservación y creo que estamos haciendo un buen trabajo. Hemos reconstruido los monasterios destruidos en Tíbet en India, Nepal y Bután. Hemos preservado nuestra cultura en el exilio y nuestra educación a través de las escuelas gestionadas por mi Gobierno. Es un esfuerzo individual y colectivo frente a la presión enorme de China.

– La causa tibetana tiene mucho apoyo popular en el mundo, incluidos famosos. Pero pocos gobiernos parecen dispuestos a llamar la atención sobre su situación, menos ahora que China está emergiendo como una gran potencia.

– La comunidad internacional y gentes de todo el mundo, incluido en España, nos han apoyado a lo largo de los años y estamos muy agradecidos por ello. Aunque es verdad que la mayor parte del tiempo los gobiernos se resisten a denunciar nuestra situación, seguimos buscando su apoyo para que los derechos del Tíbet sean restablecidos.

– ¿Qué medidas de apoyo concreto pediría a España o Europa, considerando las limitaciones que impone la presión diplomática china?

– Estamos viviendo una cadena de inmolaciones de monjes en el Tíbet, al menos una docena de ellos se han prendido fuego en los últimos meses. Son historias muy tristes. Dada la gravedad de la situación, nos gustaría que el Gobierno español y la comunidad internacional enviaran una delegación para comprobar qué está sucediendo. La prensa internacional también debería tener acceso a la zona para recoger datos que ayuden a entender de dónde viene el resentimiento que empuja a tomar decisiones tan desesperadas.

– Pekín dice que esas protestas de los monjes están siendo alentadas por el Dalai Lama.

– También se están produciendo casos de inmolaciones entre ciudadanos chinos que protestan contra su Gobierno. ¿Cómo pueden decir que estamos detrás? La verdadera razón de lo que está ocurriendo es la prolongada ocupación y la represión sobre la gente. ¿Quién haría algo así si no estuviera profundamente frustrado? Son gritos desesperados. Nos oponemos a las inmolaciones, entre otras cosas porque sabemos sus consecuencias: más tortura y represión. El Dalai Lama ha enviado un mensaje claro en contra de esos actos desesperados y pidiendo a los tibetanos que mantengan una resistencia pacífica. No fomentamos ninguna protesta dentro del Tíbet, pero cuando suceden es nuestro deber mostrar nuestra solidaridad.

– Nuevas generaciones de tibetanos se muestran contrarios a la política de resistencia pacífica seguida por el Dalai Lama. Creen que no ha avanzado los derechos del Tíbet y piden una estrategia más agresiva.

– Debemos mantenernos pacíficos y evitar la violencia. Cualquier acción debe ser pacífica. En el caso de las inmolaciones, los monjes que las llevan a cabo no están dañando a nadie. Es una protesta dolorosa y agonizante. Viven bajo una situación extrema que les lleva a tomar decisiones extremas. El Gobierno chino debería darse cuenta de que detrás de esas acciones está su política en el Tíbet.

– El Dalai Lama dice estar dispuesto a renunciar a la independencia del Tíbet a cambio de autonomía, pero sectores menos proclives al compromiso lo consideran la aceptación de que un país grande puede invadir otro pequeño y hacer que esa situación sea permanente.

– Hemos llegado a un compromiso: la integridad y la soberanía china no serán desafiadas a cambio de que el Tíbet reciba una autonomía genuina. Es lo que llamamos la vía intermedia. No aceptemos la ocupación y la represión. No buscamos la independencia. Sólo pedimos que nuestros derechos y nuestra cultura sean respetados.

– Tras el final de la dictadura, España ofreció a sus regiones amplías autonomías que incluyen competencias en educación, una policía propia o parlamentos regionales. ¿Quedarían satisfechas las aspiraciones del Tíbet con una autonomía como la de Catalunya o el País Vasco?

– Los catalanes disfrutan de una autonomía muy amplia. Está probado que si la autonomía se concede, y la gente está satisfecha con el acuerdo, el pueblo prefiere mantenerse dentro del Estado. Si nosotros tuviéramos ese tipo de autonomía también optaríamos por seguir siendo parte de China. Cataluña y otras autonomías de España son muy buenos modelos de los que podría aprender el Gobierno chino. Creo que si nos pusieran sobre la mesa un acuerdo aceptable, la gente elegiría quedarse dentro del Estado. España es un muy buen ejemplo a imitar por los líderes chinos.

– China dice haber sacado el Tíbet del subdesarrollo, ayudando a modernizar la región después de que hubiera sido sometida a siglos de feudalismo y teocracia.

– No negamos que se están construyendo carreteras, levantando edificios e instalando cables eléctricos. La pregunta es a quién está beneficiando ese desarrollo. ¿Chinos o tibetanos? La mayoría de los tibetanos viven en zonas rurales donde ese desarrollo no está teniendo lugar. En Lhasa, la capital, los restaurantes, hoteles, tiendas, taxis... están bajo propiedad de los chinos. Incluso los guías turísticos son ahora en su totalidad chinos. ¿Quién puede explicar mejor la cultura del Tíbet a los turistas? Uno pensaría que un tibetano, pero en su lugar el Gobierno impone a guías turísticos que han crecido y se han educado fuera. Todo esto muestra el grado de desconfianza del Gobierno chino hacia la población tibetana y aumenta el resentimiento de la gente.

– ¿Es posible el final del conflicto sin un cambio de régimen en China?

– Solucionar el problema en el Tíbet ayudaría a democratizar China, porque para que un país sea totalmente democrático antes debe aceptar el principio de diversidad. De lo contrario nunca podrá llamarse una democracia. Si conceden una autonomía real al Tíbet, como han hecho en Hong Kong, estarán abrazando la diversidad y aceptando diferentes nacionalidades y razas dentro de China. Ese debería ser el principio de la democratización, algo que no sólo sería bueno para el Tíbet, sino para el resto de la comunidad internacional también.

– Usted se convirtió en primer ministro tras la renuncia del Dalai Lama a sus responsabilidades políticas. ¿Cómo está transcurriendo la transición?

– El Dalai Lama no está adoptando ningún papel político desde que en mayo se cambió la Constitución. Desde el primero de julio su Santidad paga el Impuesto de Libertad, como cualquier otro tibetano. Legalmente, la autoridad política del Dalai Lama ha sido completamente transferida al liderazgo democrático que yo represento.

– Existe cierto escepticismo a creer que una figura de la influencia del Dalai Lama no ejerza ningún papel político, al menos en calidad de consejero.

– El Dalai Lama sigue siendo nuestro líder más adorado, nuestro guía espiritual. Si deseo buscar su consejo, puedo hacerlo. Pero él nunca viene a dármelo por iniciativa propia. Anteriormente, cualquier decisión requería de su aprobación. Ahora el Gobierno toma la decisión final sin consultar a nadie. Él ha manifestado que se encuentra feliz de haber cedido su poder político, no ha sido una decisión súbita, sino parte de su visión a través de los años. Su gesto ha servido para completar la democratización [del Gobierno tibetano en el exilio]. Es una decisión magnánima. Normalmente quienes tienen el poder hacen todo lo posible por conservarlo, en lugar de cederlo voluntariamente.

– China ha mostrado su determinación de elegir al próximo Dalai Lama. Usted se ha mostrado favorable a cambiar el proceso de selección para que pueda ser elegido en el exilio y mientras el actual Dalai Lama vive. Ese cambio, ¿no pone en riesgo la credibilidad de todo el proceso?

– El Partido Comunista no tiene ninguna legitimidad o credibilidad para reconocer a la reencarnación del próximo Dalai Lama. Si estás buscando el sucesor del Dalai Lama, ¿quién mejor que él para escoger acertadamente?

– Nunca se ha hecho así.

– Si crees que el Dalai Lama tiene el poder de regresar reencarnado, también puedes creer que tiene la capacidad para determinar quién será esa persona y cómo vuelve a la Tierra. Lo que está claro es que el Partido Comunista no tiene ninguna legitimidad en ese proceso. Si son tan buenos en encontrar la reencarnación del Dalai Lama, deberían empezar por encontrar la reencarnación de Mao Zedong y Deng Xiaoping, fundadores de su patria. Sólo entonces podrían interferir en la búsqueda del próximo Dalai Lama. Los tibetanos sólo aceptarán la decisión del Dalai Lama.

David Jiménez, El Mundo