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Un día cualquiera en el nuevo Irak

Los militares norteamericanos se han marchado de Irak encantados de haberse conocido. Ya hacía tiempo que sus misiones se limitaban a tareas de autoprotección, vigilancia de sus bases y esporádicas escoltas de dignatarios extranjeros. Mientras, ahí fuera, la guerra civil seguía imparable su curso. Pero ya no era asunto suyo. El futuro de Irak, con un Gobierno elegido en las urnas y un Ejército de nueva planta, es responsabilidad de los iraquíes.

- Sigue la guerra sectaria, ahora de «baja intensidad».

Sin embargo, los partes diarios del Ministerio del Interior, forzosamente parciales, trazan un panorama poco esperanzador para ese futuro. Les transcribo el que se hizo público el pasado martes 13 de diciembre, un día que comenzó, a nuestros efectos, con los bomberos de Basora intentando apagar las llamas de un oleoducto volado la noche anterior:

En la ciudad de Faluya, bastión suní a unos 50 kilómetros al oeste de Bagdad, dos policías resultaron muertos al ser alcanzado su vehículo por una bomba de hornillo colocada en el arcén.

Un poco más al sur, en la aldea de Al Zaidan, un grupo de pistoleros asesinó en su propia casa a un miliciano progubernamental. El Gobierno de Al Maliki ha armado a sus correligionarios chiís que viven en zonas de mayoría suní. En este caso, no se ha tocado a la familia del miliciano, lo que no deja de ser una afortunada excepción. Lo habitual es que se lleven a la mujer y a los hijos por delante.

En Mosul, la tercera ciudad de Irak y la que alberga la mayor concentración de cristianos iraquíes, un matrimonio de esta religión fue mortalmente ametrallado en su coche. Aunque la ciudad es mayoritariamente kurda, también la habitan muchos sunís que fueron fieles partidarios de Sadam Husein. Horas más tarde, fue ametrallado a la puerta de su casa el general Yyad Karkaja. Estaba destinado al frente de la guarnición de Mosul y murió en el acto.

Otros dos civiles resultaron muertos y tres más, heridos al estallarles una bomba lapa bajo su automóvil. Aunque el Ministerio no facilita más datos, parece que eran partidarios del Gobierno. Ocurrió en Tikrit, ciudad natal de Sadam Husein.

También con bomba lapa murió otro civil sin identificar, en Baquba, y un teniente coronel de la Policía, en Shaqat, cerca de la frontera con Siria.

La jornada se completa con un asalto a un puesto de control en Tel Afar, con dos soldados muertos, y con el ametrallamiento del convoy en el que viajaban Jasen Daub, juez de apelaciones de Al Anbar, feudo suní, y dos colegas que resultaron heridos. Murieron dos de sus escoltas y un civil que pasaba por allí.

Ese mismo martes hay noticias de otros incidentes en Bagdad, pero no los recoge el parte oficial. La simple lectura de los hechos nos revelan la existencia de una organización terrorista suní, nutrida, cierto, de partidarios del antiguo régimen, pero que nació durante la gran guerra sectaria que les enfrentó con los chiís entre 2007 y 2008.

La lucha en las calles tiene su reflejo en el campo de la política. Ayer, la coalición opositora del ex primer ministro Ayad Alaui, formación laica que agrupa tanto a sunís como chiís, decidió abandonar el Parlamento. La excusa es que no están de acuerdo con el actual reparto de los ministerios. Pero la razón más profunda es que creen que la revuelta siria acabará por llevar al poder en Damasco a sus hermanos sunís, lo que debilitará al eje Teherán/Bagdad, y quieren poner su grano de arena. Por eso, en un movimiento preventivo, enviados del Gobierno iraquí negociaban ayer una salida con el tirano sirio. Irak, ya sin los americanos, vuelve a ser un actor regional.

Alfredo Semprún, La Razón