Más de 11.000 entradas y 1.050.000 visitantes desde el 9 de octubre de 2011

Urdangarin engañó al Rey con la fundación de discapacitados

El asesor legal de la Zarzuela, Romero Moreno, le prohibió continuar las actividades lucrativas de Nóos.

La Casa Real desconocía hasta esta semana que desviara y evadiera dinero mediante la fundación infantil FDCIS.

La Casa del Rey obligó a Iñaki Urdangarin a abandonar el Instituto Nóos en 2006 porque detectó que se lucraba a través de un organismo teóricamente sin ánimo de lucro.

Fuentes oficiales señalaron ayer que fue el asesor externo de Zarzuela José Manuel Romero Moreno quien realizó el informe que condujo a la salida de Nóos de Urdangarin y de la Infanta Cristina, vocal de la junta directiva.

Lo que no supo Zarzuela hasta que este miércoles lo desveló EL MUNDO es que Urdangarin creó la FDCIS, una fundación de discapacitados, para desviar los fondos de Nóos a Belice.

Urdangarin actuó a espaldas del Rey.

El duque abandonó Nóos el 14 de junio de 2006 y creó la FDCIS el 13 de diciembre.

El asesor legal de Zarzuela fue tajante: le instó a abandonar sus negocios y España.

Ayer se supo que la Casa del Rey no permaneció de brazos cruzados ante los supuestos desmanes de Iñaki Urdangarin. Cinco días después de apartarlo de su agenda oficial, Zarzuela dio este fin de semana otra vuelta de tuerca a su relación con el duque de Palma.

La Casa del Rey reconoció que ya en 2006 obligó al marido de la Infanta Cristina a abandonar el Instituto Nóos, al que se había incorporado 18 meses antes. La propia Zarzuela lo hizo así, según fuentes oficiales, porque «las actividades que estaba llevando a cabo Nóos eran lucrativas, y por tanto incompatibles con la definición del instituto como una organización sin ánimo de lucro».

A esta conclusión llegó el asesor legal de Zarzuela José Manuel Romero Moreno, un amigo personal del Rey que fue enviado a Barcelona en la primavera de 2006, cuando se encendieron las primeras luces rojas en torno al Instituto Nóos de Estudios Estratégicos y de Patrocinio y Mecenazgo. El ex balonmanista Urdangarin se incorporó el 28 de noviembre de 2004 como presidente de este instituto, que teóricamente no tenía ánimo de lucro y que se dedicaba a la investigación y la promoción del deporte.

El 17 de febrero de 2006, EL MUNDO publicó que el Instituto Nóos había recibido 1,2 millones de euros del Govern balear para la celebración de un Congreso compuesto por dos jornadas. El desglose de esa partida resultaba disparatado: por ejemplo, 100.000 euros al gabinete de prensa, o 60.000 para el catering.

El 6 de marzo de 2006, la revista El Siglo le dedicó su portada con el siguiente título: El yernísimo. Los negocios de Urdangarin con el Gobierno de Matas comprometen a la Casa Real. Estas primeras filtraciones periodísticas fueron seguidas de interpelaciones parlamentarias. El PSOE anunció que pediría una comisión de investigación.

En este contexto, a su regreso de Barcelona, el asesor externo de Zarzuela entregó su informe al Rey: tanto los duques de Palma como Carlos García Revenga, secretario de las infantas, empleado a sueldo de la casa del Rey y tesorero de Nóos, debían abandonar de inmediato el instituto.

Así lo hicieron los tres el 14 de junio de 2006. Sin embargo, en 2007, el equipo legal de Urdangarin, representado por el bufete de abogados Bergós de Barcelona, registró una fundación para englobar todas las actividades y el entramado societario de los duques de Palma.

Esta fundación no se ajustaba a las recomendaciones formales de Romero Moreno, como la necesidad de un prestigio internacional.

El asesor de Zarzuela, que es conde de Fontao, desaconsejó la existencia de esta fundación, que fue disuelta. Asimismo, instó a Urdangarin a abandonar todos sus negocios y a marcharse de España para trabajar en el extranjero como asalariado.

Urdangarin, sin embargo, había hecho caso omiso de los consejos de Romero Moreno. A espaldas de la Casa del Rey, el 13 de diciembre de 2006, y junto a su socio Diego Torres, creó la Fundación Deporte, Cultura e Integración Social (FDCIS), de nuevo sin ánimo de lucro, para niños discapacitados y enfermos de cáncer.

En esas fechas, ya había sido nombrado consejero de Telefónica Internacional, filial del Grupo Telefónica, pero seguía viviendo en España. La Casa del Rey pensaba que, con la intervención de Romero Moreno, ya había solucionado el engorroso asunto de las actividades empresariales de Urdangarin.

Hasta este pasado miércoles, cuando EL MUNDO publicó a lo que se dedicaba realmente FDCIS, Zarzuela no ha sabido que el duque usó esta fundación como tapadera para desviar a paraísos fiscales como Belice el dinero obtenido por el desaparecido Instituto Nóos.

El entramado montado por Urdangarin y Torres era el siguiente: la FDCIS es propietaria al 99% de la empresa De Goes Center for Stakeholder Management, radicada en Middlessex (Reino Unido) y en Barcelona. El 1% restante de De Goes pertenece a Mario Sorribas, íntimo de los dos y apoderado de la sociedad Aizoon, que comparten al 50% el duque de Palma y la Infanta Cristina.

De Goes era la empresa utilizada para defraudar a Hacienda y desviar dinero supuestamente obtenido por medios ilícitos a través del Instituto Nóos.

La sede de la FDCIS en Barcelona ya ha sido registrada por orden del juez José Castro en el marco de la denominada operación Babel. El objeto social de la FDCIS es «impulsar el uso de la cultura y el deporte como herramientas de integración social». El miércoles, el mismo día que EL MUNDO publicó los hechos, la FDCIS cerró su página web, en la que Urdangarin seguía apareciendo como miembro asesor.

Desde Zarzuela se observa con «horror» la posibilidad de que Urdangarin haya utilizado una fundación para niños discapacitados para cometer actos que, si aún no han sido considerados como delictivos, sí son moralmente reprobables.

En abril de 2009, la Casa del Rey informó de que Urdangarin y la Infanta Cristina se marchaban a vivir a Washington DC. Oficialmente, porque el duque de Palma había sido fichado como delegado de Telefónica Internacional en EEUU y Latinoamérica, y como presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica Latinoamérica.

Desde ayer es sabido que lo hicieron porque así lo recomendó el asesor legal de Zarzuela para que el duque pusiera fin definitivo a su doble condición de miembro de la Casa Real y empresario.

- Cronología del inicio del caso.
Febrero de 2006. EL MUNDO revela que el duque de Palma había percibido 1,2 millones de euros públicos por montar unas charlas de sólo dos días en Baleares: se le llegaron a abonar 100.000 euros por el gabinete de prensa.

Junio de 2006. Zarzuela encarga un informe a su asesor José Manuel Romero. Tras viajar a Barcelona, éste aconseja que el duque, la Infanta y su secretario, García Revenga, abandonen Nóos tras detectar que Urdangarin se lucraba.

Diciembre 2006. Para burlar esta prohibición, el duque de Palma constituyó junto a su socio Diego Torres la Fundación Deporte, Cultura e Integración Social, que empleó para seguir cobrando fondos públicos y privados y evadirlos a Belice y Reino Unido.

- Y el Príncipe cogió el timón en plena tormenta.

Don Felipe, la víctima colateral del caso, es el cerebro de la estrategia de respuesta.

Los 1.000 metros de encinares que separan La Zarzuela del pabellón del Príncipe en El Pardo se han hecho más cortos que nunca desde hace un mes y medio. Don Felipe ha cogido las riendas de la estrategia de respuesta al caso Urdangarin con la venia de su padre que, naturalmente, es quien tiene la última palabra, pero que le está dejando hacer. Y mucho. Conviene no olvidar, además, quién es la primera víctima de los daños colaterales.

Cuando EL MUNDO publicó en exclusiva a principios de septiembre las andanzas financieras –no demasiado éticas– de Iñaki Urdangarin, el Príncipe no dejó de preguntar: «¿Pero esto es verdad?». Se quedó anonadado al conocer que el marido de su hermana había cobrado 300.000 euros (la cifra fue finalmente mucho mayor: 750.000) por «mejorar» la imagen de la SGAE.

El mismo interrogante soltó apenas dos semanas después cuando Crónica desvelaba con todo lujo de detalles las corruptelas perpetradas por Urdangarin en los dos congresos de dos días y medio que organizó en 2005 y 2006 en la ciudad que da nombre a su ducado. El cuarto domingo de septiembre, Felipe de Borbón y Grecia atisbó que la cosa tenía mala pinta. Las facturas aportadas por Diego Torres en representación del Instituto Nóos para intentar contentar al juez Castro no hicieron sino agigantar el follón. El efecto bumerán fue instantáneo al comprobar el magistrado que el duque desvió 116.000 euros de dinero público a la promotora Aizoon, que comparte al 50% con la Infanta Cristina.

Las facturas eran un desenfreno de corrupción. Una de ellas, por importe de 2.725 euros, tenía un curioso concepto: «Pago a cuenta de comisiones futuras». El magistrado se topó con un sinfín de justificantes de dinero distraído a las arcas de la comunidad y desviado a nuestro protagonista, su hermanísimo, Mikel Urdangarin, a Diego Torres, y a la familia política de este último, los Tejeiro.

A lo largo de octubre, las aguas se calmaron algo –no mucho– y el hijo del Rey se olvidó algo –tampoco demasiado– del asunto. Le vino bien, porque su agenda estaba plagada de actos, con la entrega de los Premios Príncipe de Asturias en Oviedo como plato fuerte.

Que había que coger el toro por los cuernos le quedó claro al futuro Felipe VI el 8 de noviembre, cuando nuevamente este diario publicó que el juez y Anticorrupción sostienen que tanto Urdangarin como su íntimo Diego Torres se habían «apoderado de fondos públicos empleando facturas falsas y cobrando precios desproporcionados». Los registros practicados la víspera en las sedes de la trama Nóos habían dado sus frutos. Y quién sabe si también el testimonio de Torres, que ya en septiembre amenazó al más puro estilo roldanesco: «¡Si me toca comerme el marrón solo, tiraré de la manta!».

Aquel miércoles, fiesta de La Almudena, Don Felipe se puso las pilas y capitaneó la operación de desmarque de Iñaki Urdangarin. No quería que su impecable trayectoria ética y legal quedase manchada por un personaje que, en palabras de un significado miembro de la Casa del Rey, «jamás tuvo clara la misión histórica y menos aún el sentido institucional de la Corona, en definitiva, de qué va esto». «Nunca se integró, siempre iba a lo suyo, además de ser un pelín estirado», añade este insider.

Con la incondicional, leal e inteligente ayuda del Sabino del futuro, el abogado del Estado Jaime Alfonsín (jefe de su Secretaría), Don Felipe inició la contraofensiva. Sabe que en este envite se puede jugar el ser o no ser en una España muy juancarlista pero no tan monárquica. Uno de los hitos de esta hoja de ruta ha pasado por las madrileñas calles de Ferraz y de Génova. El heredero se ha entrevistado, ha comido o ha cenado con un nutrido elenco de políticos de los dos grandes partidos, que van desde Rubalcaba hasta Rajoy pasando por Cospedal, y muchos otros no tan vips pero seguramente más próximos al Rey del mañana. El objetivo es obvio: reclamar el respaldo de las formaciones que representan a tres de cada cuatro votantes. «Tened sentido de Estado», les ha instado. Tanto los que se van como los que llegan han sido una sola voz al deslindar la parte, Urdangarin, del todo, la Familia Real. También ha solicitado comprensión a destacados opinadores y periodistas.

Mucho ha contado también la opinión de Doña Letizia que, como periodista que es, se conoce al dedillo los resortes y los trucos de los que hay que echar mano ante una crisis de semejantes proporciones mediáticas. El cada vez mayor protagonismo de Don Felipe ha provocado que su entourage ya no se queje tanto del «poco caso» que les hacen en la Casa del Rey y de la «escasa autonomía» de la que gozan.

Don Felipe, que antaño se llevaba de maravilla con su rubicundo cuñado, hacía tiempo que no tenía demasiada sintonía con él. Además, la Princesa no se lleva precisamente bien con Doña Elena y, directamente, no se lleva con Doña Cristina. La poca química ha quedado ahora reducida a cero.

No menos firme estuvo cuando otro viejo amigo, el medallista olímpico Pepote Ballester, le telefoneó rogando ayuda. El regatista mallorquín de la Clase Tornado pedía que su compañero de equipo en Barcelona 92 le apañase los problemas que tenía con la Justicia en el caso Urdangarin y en el caso Palma Arena. Hay que recordar que el deportista firmó los 2,3 millones de euros concedidos a dedo a Nóos en Baleares en su condición de director de Deportes del Govern de Matas. La contestación fue clara y taxativa: «No». Don Felipe le hizo ver la evidencia: la separación de poderes es para él sagrada y la aplicación de la ley, más.

Pero tal vez el mayor de los cabreos principescos se desencadenó cuando el Rey y su sucesor se reunieron con Urdangarin para recabar su opinión. «¡Aquí todo el mundo hace lo que quiere, pues yo también!», vino a decir, prepotente él, el duque.

Que el Príncipe comparte el timón quedó ratificado hace cinco días cuando, en plena tormenta y durante un acto de la Fundación Príncipe de Girona, envió un demoledor recado a su cuñado: «Somos una fundación joven, pero movida por la ambición honesta y transparente». No precisamente como la fundación exprés que el dúo I.U.-D.T. montó para desviar fondos a paraísos fiscales con la excusa de la ayuda a niños discapacitados y enfermos de cáncer. Por si acaso el balonmanista no había entendido elmensaje, recalcó: «En nuestra fundación priman la confianza y la seriedad». A algunos les debieron pitar los oídos en Washington. Y a muchos, y no sólo en la capital del planeta, les quedó claro que el Príncipe tiene más mando en plaza que nunca.

Ana Romero, E. Urreiztieta, E. Inda, El Mundo