Ministro de Educación de la Nación
Hace unos días se difundió un informe que da cuenta de un aumento en la matrícula de los primeros años de la educación primaria en escuelas de gestión privada. Ese informe, elaborado exclusivamente sobre una muestra de hogares urbanos, exige una mirada más integral. Si analizamos todo el país –ámbito urbano y rural– tarea que hizo nuestro ministerio, podríamos observar que el número de alumnos en los primeros años de escuelas privadas se incrementó en cinco puntos porcentuales respecto a 2003.
La decisión de las familias de inscribir tempranamente a sus hijos en la educación privada tiene varias causas: amplios sectores de la sociedad argentina mejoraron su situación económica y eligen la escuela privada, que, en principio, les garantiza un servicio constante con escasas interrupciones. A pesar de que en 2010 y 2011 se cumplieron los calendarios escolares, es cierto que la escuela pública, sobre todo la secundaria, aún no revierte su imagen de institución atravesada por conflictos constantes.
Lo que no es cierto, y los datos lo demuestran, es que exista una migración de la escuela de gestión estatal a la privada. Más aún, los datos indican que la matriculación en la educación privada cae sensiblemente luego de los primeros grados, indicando un pasaje en sentido contrario: de la educación privada a la estatal.
Hay coincidencia de que en los últimos años, la escuela pública argentina mejoró significativamente en las condiciones materiales (libros, netbooks, infraestructura) y en los resultados de los aprendizajes. En el Operativo Nacional de Evaluación de secundaria el 73 por ciento de las escuelas eran de gestión estatal.
Es cierto también que en los últimos tres años la matrícula del nivel secundario estatal aumentó un 2,3 por ciento mientras que en el sector privado ese incremento fue de 0,2.
En síntesis: aun cuando no falte razón a aquellos que adjudican una mayor constancia de las clases en las escuelas de gestión privada, también es cierto que la escuela estatal muestra hoy condiciones significativamente mejores que las de años atrás y que volvió a ser una opción valiosa para una mayoría de la población.
A los imaginarios instalados, por razones o por conveniencias, hay que desterrarlos con políticas activas. A los esfuerzos hechos por la Nación y las provincias debe sumarse el compromiso de los docentes con la tarea de enseñar y la necesidad de que las familias se involucren más en la educación de sus hijos, asegurando que vayan a clases y exigiendo que esas clases sean dadas.
En esta nueva etapa de gobierno, en la que la Presidenta nos propone nuevos objetivos y desafíos, uno de ellos es profundizar la recuperación de la escuela gestionada por el Estado y seguir trabajando por consolidar su prestigio. Que la escuela pública vuelva a ser elegida, que haya clases todos los días y todas las horas del año.
Tal vez sea el momento de establecer mecanismos que generen una mayor presencia de los docentes en las aulas y una mayor presencia de las familias en la escuela, fortaleciendo la convicción de que para educar a un niño necesitamos del esfuerzo y compromiso de todos.
Como lo señala nuestra Presidenta, es hora de que la sociedad entera, funcionarios, empresarios, docentes y familias, asumamos el lugar privilegiado que tiene la escuela para el acceso de nuestros niños y jóvenes al conocimiento, que es el mismo camino del acceso a la justicia y a la igualdad.
Página 12